Capitulo 4

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Taylor

Y ahí estaba ella, al medio de la calle, pidiendo ayuda y tambaleándose hacia todos lados, estaba claro que la chica estaba en cualquier estado menos en uno lucido; sus ojos castaños se opacaban por una tonalidad roja alrededor y luego me pregunté si acaso le ardían. Su rostro era pálido y sus labios estaban húmedos con una tonalidad morada, quizás era por falta de vitaminas o el frio, y su cabello castaño estaba lizo, pero desordenado y algunos mechones de el se aferraban a su rostro por el sudor de su piel.
Me ofrecí a llevarla a casa porque para ser sincero no quería ir a testiguar a una comisaría, a las tres de la madrugada por un secuestro o algo, por el simple hecho de haber sido el último en verla. Así que cuando llegamos a la casa de su amiga, la chica bajo de la moto con una lentitud e inestabilidad impresionante

—Gracias por traerme.—dijo alejándose de mi y fue ahí cuando me di cuenta que su nivel de desorientación era muy elevado, ya que no solo se alejaba, también se alejaba mi casco

—¿Ronny?.—la llamé apoyando mis codos en la cúpula de la moto, esperando a que ella se percatara por si sola

—¿Si?.—pregunto volteándose hacia mi con una expresión confundida. Negué con la cabeza y luego le dije lo que ocurría, y luego ella se quitó el casco y en un segundo y con una agilidad impresionante, escalo un árbol, cosa que, me impresionó, ya que lo hizo muy bien teniendo en cuenta el estado en el que se encontraba y fue cuando me di cuenta que para ella esas habilidades, eran una rutina.  

Cuando llegué a casa, mi madre estaba en su habitación, así que traté de ser sigiloso para no despertarla, pero cuando creí haberlo logrado el sonido de su voz pronunciando mi nombre cambio totalmente mi pensamiento—¿Taylor?.—pregunto mi madre desde su habitación. Di unos pasos de espalda hacia su habitación, abrí ligeramente su puerta y aprecie como sus verdes ojos me observaban desde su cama

—Soy yo mamá.—le avisé apoyando mi peso en el marco de la puerta

—¿Estas bien?.—pregunto mientras dejaba el libro que a se poco había comenzado a leer, en su mesita de noche

—Sí. iré a dormir.—dije asintiendo con la cabeza

—Descansa, te quiero.

—Te quiero.—dije mientras caminaba hacia mi habitación. La relación con mi madre era relativamente buena, claro que con sus conflictos de vez en cuando, pero intentaba comportarme de la mejor manera, y a no meterme en problemas.

                                                            ***

Era domingo y los domingos veíamos películas con mi madre, así que nos pasamos casi toda la tarde en el sofá, debatiendo sobre las películas y los actores. Generalmente debatir con ella era uno de mis panoramas favoritos, la verdad es que se le daba bastante bien, ya que es abogada, así que los argumentos gobierna su existencia prácticamente

—¿Has hecho amigos?.—pregunto interrumpiendo la película

—No. Estoy bien así.—dije mientras me metía un dulce a la boca, mirándola por el rabillo del ojo, divisando como su expresión de alegría de hace un rato pasaba a una de preocupación y angustia

—La psicóloga dijo que sería bueno que hicieras amigos y que, que conocieras gente nueva. Para eso hicimos este cambio.—me recordó pausando la película. Una mueca de molestia se resbaló por mi rostro y luego me obligué a observar su preocupada expresión

—Lo se, mamá, pero necesito tiempo para adaptarme, ¿si?.—dije arqueando las cejas, tratando de aliviar el ambiente en el que nos veíamos envueltos

—Lo sé, cariño, pero yo solo quiero que estés bien.—dijo desviando la mirada hacia la televisión

—Y lo estoy. Lo estamos, ¿no?.—pregunté tomando su mano. Ella me miro y asintió con una expresión preocupada. Ambos habíamos sufrido en el pasado, pero eso era: pasado. Y quería dejarlo ahí.

8:30pm

No era de respetar las horas precisas en las que la gente o más bien, los médicos determinaban a qué hora deberíamos dormir o cuántas horas deberíamos dormir. Soy más de los que se desvelan por cualquier cosa, ya sea porqué mi mente le da vueltas a un asunto por horas o, por el simple hecho de que, mi melatonina no se activa a la hora que debería. Y acomodar las cosas en mi habitación no era una de las cosas con las que me emocionara, pero era la primera vez después de ocho años que me mudo de cada y de ciudad, ya que antes vivíamos en San Diego, lo cual era lindo, pero los recuerdos de ese lugar no lo eran o al menos los que se quedaron en mi mente.

El amor se asemeja a una drogaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora