Capitulo 47

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Taylor

Pronto se darían los resultados de las universidades, si fuimos aceptados o no. Y eso usualmente causaba nervios y preocupación, pero en mi caso, esa no era mi postura, ya que no había postulado a ninguna y tuve que decirle a Ronny que sí. Lo sé, mentí otra vez y odiaba hacerlo, pero el tiempo que teníamos para enviar solicitudes y eso había caducado, así que tendría que esperar a que se desocupara algún cupo.

Eran las nueve de la mañana y mi cabeza no dejaba de dar vueltas, pero no me quejo de lo que lo provocaba, porque el pensar en ella, en la chica de cabellos castaño me ayudaba bastante a evadir los pensamientos malos.

Me fui incorporando paulatinamente de la cama una vez que decidí dejar de pensar, y lo hice lento porque de lo contrario, el malestar corporal seria mucho peor, ya que últimamente los mareos se han frecuentado mucho en mi. Fui hasta el baño, lave mi rostro con agua fría, me puse un abrigo y con la misma cautela con la que me había levantado, me encamine hacia la escalera. Baje casi de puntillas, porque según yo todos seguían durmiendo, pero al llegar al primer piso y al ver a Scott en pie ese pensamiento se esfumo al instante  

—Hola amigo.—me saludo saliendo de la cocina con un vaso de agua en la mano

—Hola.—lo salude mientras iba atando los cordones de mis zapatillas. El chico me observo con el ceño fruncido al verme vestido y yo al cabo de unos segundos, recupere la postura

—¿A dónde vas tan temprano?.—pregunto riendo y apoyando su cuerpo en la pared mas cercana

—A correr, necesito despejar la mente.—explique abriendo la puerta y dejando que el frio que estaba gobernando la ciudad también lo hiciera con la cass.—Adiós.—dije bajando la escalera del pórtico.

Cuando me aleje varias calles, decidí detenerme unos minutos para recuperar el aliento y cada vez que dejaba entrar el aire sentía mi pecho arder, ya que el aire estaba congelado por las bajas temperaturas. Junte mis manos y las comencé a soplar para intentar calentarlas, y al cabo de unos segundos, decidí quedarme ahí a contemplando el pasivo paisaje; el lugar estaba placido y sereno, los autos emitían sonidos a lo lejos y los árboles se mecían cada vez que el viento se hacia presente, no lo sé, pero sentía triste. Cuando comencé a retomar el trote, no me había percatado en donde me encontraba hasta que vi el letrero en una esquina, el cual se encontraba en la misma esquina donde mi casa se encontraba. No sé por qué lo hice, pero comencé a caminar hacia ella; era como si mis piernas tuvieran vida propia y mi mente le gritara que frenaran, pero no pude detenerme. Y al llegar, un denso nudo se me formó en la garganta, pero aún así permanecí inmóvil, enfrente de la casa. Se veía tan serena y cálida que, por un lapso de segundos quise volver a ella y recostarme en mi habitación, así que con tímidos pasos me acerque a las húmedas piedras que se encontraban amontonadas en una esquina, me incliné hacia ellas y con rapidez comencé a buscar las llaves de repuesto que desde que tenía memoria las habíamos dejado guardadas debajo de las piedras. Luego de dos minutos de búsqueda di con ellas, ya que al parecer mi madre las había cambiando de lugar. Y cuando finalmente entre, la ausencia se notó enseguida, porque un silencio consumía toda la casa y la tonalidad fría que está contenía hizo que el nudo que tenía en la garganta pasara directamente a mi estómago, y cuando esa apreciación y esa sensación se volvió intolerable, subí rápidamente a mi habitación. Al entrar en ella y observar todas mis cosas fue aún peor, porque las cosas que no había tocado a se unas semanas provocó que el nudo en el estómago se agrandará aún más. Me acerque a las cosas y comencé a juntarlas en el suelo de la habitación planeando en mi mente tirar las cosas que no utilizaría más.

El amor se asemeja a una drogaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora