Capitulo 7

5.2K 396 39
                                    

Taylor

Estaba oculto debajo de la mesa con las manos cubriendo mis oídos para ahuyentar los gritos. Los vidrios se quebraban contra el suelo y los golpes hacían que pegara brincos a cada segundo. Las lágrimas caían por mis mejillas mientras le suplicaba a gritos que se detuviera, que no la matará y cuando iba a venir por mi, desperté. Me senté en la cama con la respiración a mil por segundo, me llevé la mano al pecho y miré a mi alrededor. Había sido un suelo, solo eso. No era real, ya no.

Me pase las manos por la cara y cuando volví a respirar con normalidad, me volví a acostar, pero no pensaba volver a dormir, así que cuando terminé de tranquilizarme, salí de la cama. Eran las ocho de la mañana ya y esos malditos momentos que había procurado olvidar, me provocaron una sensación de angustia, pero la psicóloga me había dicho que era normal tener pesadillas después de un trauma y aunque quizás era cierto, aún así me molestaba que aún no lograra sacar todo de mi mente.

Cuando baje a la primera planta me prouse a ir por un vaso de agua, pero mi madre me detuvo al llamarme desde la sala

—¿Taylor?.—pregunto. Me quedé en el pasillo un segundo, tense la mandíbula y luego solté un suspiro y me acerque a la sala

—¿Si?.—pregunté apoyandome contra el marco de la entrada

—¿Qué pasó?.—pregunto quitándose sus anteojos para luego acercarse a mi con sigilo

—Nada.—respondí pasando mi mano por mi cuello, sintiendo el sudor en el. Mi madre me hizo un gesto con la mirada para que no me siguiera conteniéndome

—Estas pálido, ¿te sientes bien?.—pregunto tocándome la frente

—Tuve un mal sueño, es todo.—admití encogiéndome de hombros

—¿Quieres que hablemos de ello?.—pregunto, pero mi respuesta era más que obvia, no tenía intenciones de hablar eso y menos con ella, porque sabia lo mucho que le afectaría volver a tocar ese tema puntual, así que comencé a negar con la cabeza

—Sinceramente no.—dije con dificultad. Mi madre me observo inquieta, pero al darse cuenta de  que no torcería mi brazo, solo asintió

10:00p.m

Odiaba los lunes al igual que todos y más si mi cabeza dolía y los ojos ardiendo. Llevaba unas gafas de sol para disimular un poco la resaca y un par de pastillas por si el dolor no se aliviaba.  

Al llegar a mi casillero un papel color verde, que se encontraba aferrado a la puerta de mi casilla llamo mi atención, me baje ligeramente las gafas para poder tener una vista más nítida y cuando logré unir las palabras de aquel pales, mi dolor de cabeza que esperaba que pasara pronto, aumento aún más; el apodo el cual le habían puesto a Ronny estaba enfrente de mi rostro, procurando amargar mi día. Sabía perfectamente quien había hecho esto, pero no estaban ahí, así que arranque el papel me encaminé a los vestidores de hombres, y  cuando los vi me acerqué dando pasos largos y bruscos hacia ellos y apenas llegue hasta ellos di vuelta a uno de ellos y él alma se le salió del cuerpo, ya que su rostro se puso pálido como una sábana y sus ojos se abrieron como si fuesen a salirse.

—¿Que demonio te pasa amigo?.—pregunto el tal Máx como si las palabras se le atascaran en la garganta

—No soy tu puto amigo, ¿me oyes?,. Déjala en paz.—dije con furia, sintiendo como mi cuerpo ardía y mis manos se hacían puños, sintiendo la presión en los nudillos. Él levanto las manos hacia arriba y asintió con la cabeza, lo mire con tanto odio que, pude ver el miedo reflejado en cada expresión y acción que hacia, el pobre imbécil deseaba no a ver nacido y que se lo tragara la tierra. Pude a verlos matado ahí mismo, ya que soy mucho más alto que él y más fuerte, pero mi autocontrol era más fuerte, ya que no iba a tirar a la basura un año de terapia para desgastar las en alguien que no valía la pena.
Cuando salí de ahí, me fui directo al salón. Se suponía que está clase la tomaba junto con Ronny, pero ella no estaba ahí. Saqué mi teléfono para llamarla, pero justo en ese minuto el profesor nos ordenó que tomáramos asiento, así que con frustración guarde mi teléfono y tomé asiento.

El amor se asemeja a una drogaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora