Capítulo 2

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  Conté hasta diez y asomé la cabeza al el pasillo.

  Estaba vacío, y mi respiración era lo único que se escuchaba entre las paredes. Tomé aire y salí de detrás del enorme cuadro que ocultaba el pasaje secreto. Lo cerré con suma delicadeza para evitar hacer el menor ruido. Los ojos del hombre de la pintura (un rey, al parecer) me miraron acusatoriamente mientras revisaba mentalmente el camino que debería seguir hasta llegar a  las habitaciones del rey Ezran.

  Y no, no estaba pensando en suicidarme, si eso es lo que piensan. Solamente seguía un no muy elaborado y arriesgado plan trazado minutos antes para recuperar, como yo lo llamo, el "objeto de canje".

  El tenue resplandor de las luces hacía que me asustara con mi propia sombra, pero me obligué a continuar por el pasillo. Según Gyandev, tenía a la mayor parte de la servidumbre de mi parte, lo que explicaría a la mujer que había llevado vino con somnífero a los guardias. Aun así, no podía arriesgarme a encontrarme con alguien no deseado, por lo que debía ser cuidadosa.

  Era bien entrada la noche, así que la mayor parte del castillo dormía. Llegué a la biblioteca en lo que me parecieron cien años y me escondí entre las sombras, esperando que él apareciera.

  No se tardó demasiado.

  El Príncipe Heredero no se veía tan mal, a decir verdad. No tenía la nariz rota ni nada por el estilo, así que seguramente el rey no había decidido descargar toda su furia sobre él. Todavía. El príncipe entornó levemente los ojos cuando me vio salir de mi escondite.

—Gyandev me dijo que estarías aquí—miró a su alrededor—. ¿Ahora qué?

—Yo estoy bien, gracias por el interés. Me alegra saber que tu padre no te cortó la cabeza aún. —William hizo una mueca y yo suspiré— Supongo que tenemos que saber dónde se encuentra exactamente el rey, y si tenemos el camino despejado, me conducirás hasta su habitación. Tengo que buscar una cosa.

   William se limitó a mirarme mientras me sentaba en una de las sillas de un escritorio y cerraba los ojos. Intenté calmar mi respiración y centrarme en mi objetivo, como cada vez que buscaba ver algo concreto. Solo que esta vez tenía los nervios a flor de piel y no podía concentrarme. Demasiadas emociones. Demasiados pensamientos. Demasiadas...

—¿Se puede saber que...?

—Si su Alteza me haría el honor de guardar silencio unos minutos, quizás podría...

  El príncipe frunció el ceño, tal vez disgustado por recibir semejante trato, pero luego me di cuenta: estaba escuchando algo. No tardé en oírlos.

   Pasos.

 El chico soltó una maldición y a no hizo falta una invitación para que ambos nos escondiéramos detrás del primer estante de libros. La puerta se abrió para revelar a dos personas que entraban en la biblioteca. Mis dos personas menos favoritas.

—¿Cómo piensa actuar su Majestad a continuación? —el hechicero permanecía impasible, quieto como una estatua al lado de Ezran.

   Ahora que lo miraba con detenimiento, pude comprobar que era relativamente joven; veinti y muchos o treinta y pocos. La túnica azul oscura parecía ir a juego con sus ojos, que pude distinguir a pesar de estar a una considerable distancia, ya que eran de un azul eléctrico y desprendían un brillo sobrenatural. Sus manos, que mantenía juntas, tenían tatuajes en forma de espiral que seguramente continuaban por sus brazos. También del mismo color. Su pelo negro parecía brillar, y toda su persona decía a gritos: "¡Mírenme, tengo magia!" Sin embargo, había algo oscuro, como un velo que lo cubría.

—Esperaba tu consejo, Nathaniel— el hechicero sonrió, y no fue precisamente un gesto alegré.

—Creo que lo mejor será deshacernos de la chica, mi señor. Traerá más problemas que beneficios— un escalofrío recorrió mi cuerpo.

Los Reinos de Aden II: Promesa #WSAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora