Capítulo 10

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-¿Quién eres?-pregunté, retrocediendo.

Por supuesto, ya sabía la respuesta.

-¿De qué estás hablando? -el falso Kalen tenía la apariencia de estar divirtiéndose bastante. No se podía decir lo mismo de mí.

-¿Nathaniel?

Por unos instantes ambos guardamos silencio. El hechicero me dirigió una mirada molesta. Al parecer, no formaba parte del plan que lo descubriera tan rápido. Busqué algo que pudiera usar como arma, pero las ramas de los árboles eran demasiado delgadas, y las piedras estaban cubiertas de musgo y enterradas en la arena. Reprimí una maldición; necesitaba conseguir una espada, o un cuchillo, o algo que pudiera usar en ocasiones como está.

Me quedaba una única opción: correr. Y eso es lo que hice.

Escuché la risa de Nathaniel a mí alrededor mientras intentaba por todo los medios alejarme de él. Solo había un pequeño problema: el sentido de la orientación nunca había sido mi fuerte. Mientras avanzaba apresuradamente por el bosque, mi mente trataba de encontrar el camino de vuelta, pero todos los árboles me parecían iguales. Y como habíamos abandonado el sendero hace mucho, no tarde en perderme.

Me detuve a recuperar el aliento, y la piel se me puso de gallina cuando escuché la voz de Nathaniel.

-Sabes que no vas a escapar-dijo, algo aburrido.

-Pero puedo intentarlo-jadeé.

Me eché a correr otra vez, pero la oscuridad y la espesura del bosque no me dejaban ver más de dos metros por delante de mí. Tropecé con una raíz y me volví a levantar, con las manos raspadas. Solo pude recorrer una pequeña distancia antes que me diera de cara con Nathaniel.

-¿Todavía no te rindes?

¿Todavía no te rindes? Podía escuchar su voz perfectamente en mi cabeza, un mes atrás, cuando intentaba que mi cuerpo dejara de revelarse contra mí. Nathaniel había sido el causante de eso. De eso y de mucho más. Había vuelto a Kalen contra mí. Había matado a Sarah y a Elainne.

-¿Qué quieres?

Nathaniel sonrió, y yo me estremecí al ver en el rostro de Kalen un tipo de sonrisa que nunca había estado ahí antes.

-¿ Te impresionó lo del salón la otra noche? -dijo, cambiando de tema.

-En realidad no. En la Tierra también tenemos de eso; se llaman efectos especiales.

-La Tierra-Nathaniel parecía estar pensando- un lugar interesante.

-¿Has estado allí antes? -pregunté, realmente intrigada.

-Solo una vez. Con una vez fue suficiente.

No supe a qué se refería con eso, y tampoco pregunté. Estaba demasiado concentrada en descubrir un modo de salir de eso viva. Cada vez estaba más oscuro. Cada vez estaba más asustada.

-No voy a volver al servicio del rey Ezran, aunque supongo que eso no es lo que has venido a buscar. El rey ni siquiera sabe que estás aquí, ¿no es cierto? -dije con los últimos ánimos de rebeldía que me quedaban.

-¿Cómo sabes eso? -masculló entre dientes.

-¿Qué te he hecho? ¿Qué hice para que me odies de esa manera? -susurré. No pude evitar que mi voz temblara- ¡No has parado de ponerme obstáculos desde que llegué a Aden!

-No es a ti a quien odio. Odio a mi hermano. Y si te mato-dijo despacio, acercándose. Aparte la mirada. No podía seguir viendo el hechicero en el cuerpo de Kalen- mi hermano sufre. Al igual que lo hizo con tu madre. Le había tomado bastante cariño, ¿sabes? No lo tomes personal.

Los Reinos de Aden II: Promesa #WSAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora