Me estaba matando.
Hace mucho que no tenía un dolor de cabeza tan insoportable.
Salí de la cama y me dirigí al cuarto de baño, intentando que la luz que salía de la ventana no llegara a mis ojos. Me lavé a cara y permanecí unos minutos con la mirada fija en mi yo del espejo. Tenía unas profundas ojeras y los ojos inyectados en sangre. Me sentía bastante débil, como si me estuviera recuperando de una gripe. Fruncí el ceño. ¿Qué había sucedido anoche?
Con un suspiró, decidí tomar un rápido baño y arreglarme para bajar a desayunar. No iba a presentarme hecha un desastre como estaba. Abrí la cortina y vi que el sol estaba bastante alto en el cielo; tal vez mi hora de desayunar ya había pasado.
Media hora después el dolor de cabeza ya había pasado casi por completo, así que me encontré de mejor humor. Quizás podría pasar por la biblioteca a buscar un libro y pasar el día en los jardines.
Cuando bajaba por la escalera me crucé con Kalen, quien tenía cara de estar bastante preocupado.
-Hola-saludé con una sonrisa.
-¿Sabes qué hora es? Pensé que te había ocurrido algo.
-¿Por qué habría de ocurrirme algo? -pregunté extrañada-. Solo no dormí bien anoche.
-No tienes buen aspecto. ¿Seguro que no...?
-Ya basta, Kalen. Estoy bien.
-Te creo...-dijo con algo de desconfianza-. El rey nos espera para almorzar en el salón principal.
Nos dirigimos en silencio hacia el salón. De vez en cuando, Kalen me miraba de reojo, lo que no hacía más que irritarme. ¡No me sucedía nada, por el amor de Dios! No soportaba que me tratara como si fuera un perrito lastimado.
Al llegar, vimos que no éramos los únicos que habían recibido la invitación del rey. En la mesa se encontraban Nathaniel, a la derecha del rey, y unos cuantos señores más, que había visto por el palacio en algunas oportunidades.
-Señorita Hale, es un honor que haya decidido unírsenos-dijo el rey Ezran con una sonrisa. Me sonrojé, dándome cuenta de mi demora.
-Disculpe el retraso. No tuve una buena noche.
Con un gesto, el rey le quitó importancia y nos indicó que nos sentáramos. Había guardado dos lugares a su izquierda. La comida comenzó a llegar, y me di cuenta de lo hambrienta que estaba. Kalen y yo permanecimos en silencio la mayor parte de la comida, prestando atención a las conversaciones que se desarrollaban a nuestro alrededor, hasta que el rey comentó:
-Los soldados han declarado a los pueblos de Aghu, Binario y Kotch libres de magos-los señores murmuraron aprobaciones y felicitaciones-. Las ciudades grandes como Suz y Erehos siguen siendo un problema. A mis hombres se les dificulta distinguir a los magos entre tantas personas, y no queremos que ningún inocente salga lastimado.
Todos guardaron silencio, pensando.
-¿Y por qué nos los conduce hacia otro lugar y los separa del resto? -me atreví a preguntar. Pensé que el rey se enojaría por mi atrevimiento, pero me indicó que continuase-. Los magos se refugian en las grandes ciudades porque creen que es lo más seguro. ¿Y si les mostramos otro lugar en el que se sientan más a salvo? Elija a un pequeño pueblo, retire a sus soldados y haga correr el rumor de que está libre de los hombres del rey.
-¿Y luego? -preguntó Nathaniel, arqueando una ceja.
-Espera que lleguen.
-Entiendo tu punto-dijo el rey, despacio-. Pero, ¿Qué sucede si los que quieren entrar en la ciudad son personas sin ningún tipo de magia que quieran escapar de la guerra?
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Los Reinos de Aden II: Promesa #WSAwards
FantasyDesde que había llegado a Aden, la vida de Arleen había cambiado radicalmente. Magia, engaños, secretos, amor y corrupción muchas veces no son una buena combinación en una persona de dieciséis años. Para salir de todas las complicaciones en la que...