Capítulo 19

543 78 17
                                    

—No pueden estar hablando en serio—susurré.

Kalen dejó caer su cabeza contra la mesa, exhausto, mientras yo miraba con cara de pocos amigos al hombre sentado cerca de nosotros. Él hombre lanzó un suspiró y se acomodó en la silla, luciendo incómodo.

—Me temo que sí, señorita Arleen. Esto es muy en serio.

Indignada, me levanté de mi asiento y comencé a caminar por la sala, nerviosa. A través de la puerta, me llegaban los sonidos de pisadas y conversaciones. El palacio del rey Ezran había sido un hervidero de gente desde la semana anterior, y, teniendo en cuenta todo lo que había pasado, era natural que así fuera.

Luego de que los dos reyes murieran, las cosas se habían puesto algo... tensas. Está bien, ya sabíamos que lo más probable era que Ezran muriera, pero la noticia sobre el fallecimiento del rey del Este había caído como una bomba sobre los dos reinos.

Especialmente sobre Kalen.

Él había llegado junto con los soldados a la habitación—vivo—, y se había quedado pasmado al ver el panorama. Había permanecido en shock durante algunos minutos y luego había vuelto sobre sus pasos, perdiéndose en el palacio. Para el momento en que corrí a buscarlo, había desaparecido.

Busqué en todos los lugares que se me ocurrieron: la biblioteca, la armería, la cocina, su antigua habitación. Nada. Comencé a desesperarme, pero unos instantes después, supe exactamente dónde encontrarlo.

Salir del palacio no fue tarea fácil, ya que había cientos de soldados que debía esquivar por todos lados. Por suerte, no me hicieron preguntas ni me detuvieron. Corrí por las colmadas calles de la Capital. Estaban llenas de soldados, ciudadanos heridos y gente que todavía se resistía a los hombres de Sivan.

Ya sin aliento, llegué a la casa en la que alguna vez habían vivido Kalen, Sarah y Elainne. El portoncito estaba abierto.

No dudé en entrar, y no me sorprendió en lo más mínimo encontrarlo allí. Estaba sentado en el piso, apoyado contra la pared, con los ojos cerrados. Sin decir una palabra, me senté a su lado.

—No deberías haber dejado el palacio. Es peligroso—me susurró.

—Tú te caes, y yo te levanto. ¿No es así?

Kalen sonrió, recordando las palabras que me había dicho. Se levantó y me tendió la mano.

—¿Volvemos?

—No, no volvemos—dije poniéndome de pie—. No puedes seguir haciendo caso omiso a lo que sucedió, Kalen. La fase de negación se acabó.

Vi como hacía una mueca, y sin esperar un segundo más, lo envolví en un abrazo. Él sólo enterró su cabeza en mi hombro, y por primera vez desde que todo había comenzado, se permitió llorar.

Por Sarah, y por cómo no la vería crecer.

Por Elainne, y por todos los consejos que nunca le podría dar.

Por Olivia, la madre que nunca había conocido.

Y por su padre, a quién todavía no había llegado a querer.

Dejé que se descargara todo el tiempo que necesitase, porque lo necesitaba. Y mucho. Nadie puede guardar algo así para siempre.

Kalen alzó la vista y me miró con los ojos enrojecidos, pero con una sonrisa. Se inclinó hacia mí, y nuestros rostros quedaron separados por apenas unos centímetros. Temblé cuando me susurró:

—Gracias.

Y con un beso, largo y gentil, separó la distancia que quedaba entre nosotros. Sus manos alrededor de mi cintura me acercaron más a él, profundizando nuestro abrazo.

Los Reinos de Aden II: Promesa #WSAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora