Escuché el seco golpe que indicaba que mi espalda había golpeado el piso. Me quedé sin respiración por unos segundos, y cerré los ojos hasta que el mundo volvió a ponerse derecho.
Ver a Kalen y a William en mi habitación me descolocó un poco, a decir verdad. Es como si mi antigua vida y mi nueva vida intentaran mezclarse, aunque sin mucho resultado. Ambos, con muecas de dolor, se pusieron de pie, aunque veía a Kalen agotado por usar tanta magia. Aun así, había mejorado considerablemente desde la última vez que hicimos esto, hace algunos meses. Recordé a Ezran diciendo que no era un media-sangre común, y tuve la urgencia de saber a que se refería exactamente.
El príncipe observaba todo con ojos muy atentos, y su mirada cautelosa recorría toda la habitación, no sin un deje de fascinación. Por supuesto, en Aden la nueva tecnología no existía, lo que explicaba por qué William se dirigía con el ceño fruncido al equipo de música, a la televión plasma gigante de la pared, al…
Un segundo, yo no tenía una televisión gigante en la pared.
Barrí el lugar con la mirada, con el corazón latiéndome a mil. Era mi habitación, pero a la vez no lo era. Efectivamente estaba en mi casa, reconocía las paredes desgastadas, la vista a través de la ventana, el piso de madera que rechinaba al caminar. Pero a la vez, parecía pertenecer a alguien menor, y a juzgar por la gran cantidad de posters que cubrían las paredes, con una grave obsesión por Justin Bieber.
—No sabía que te gustara Justin Bieber—me dijo Kalen, leyéndome la mente, algo divertido.
—En realidad no me gusta—agregué sintiendo la garganta seca—. Alguien más vive aquí ahora.
No sabía cómo no me había percatado antes. Había pasado… ¿Cuánto, tres meses? desde que había dejado Londres, y el alquiler no se pagaba solo. De un momento a otro la realidad cayó sobre mí: no tenía casa. No teníamos donde ir.
La puerta se abrió dejando ver a una niña bastante sorprendida de encontrar intrusos en su habitación. Era rubia, y la edad debía de ser igual a la de Sarah, por lo que Kalen no pudo reprimir que la tristeza se reflejara en su cara.
Las cosas pasaron muy deprisa. William ya había sacado su espada (que supongo era una reacción automática en situaciones de peligro, porque no creo que la niña fuera una amenaza en si misma) cuando esta abrió mucho los ojos.
Y gritó.
—¿Saben que no puedo dejar que se vayan así como así, no es verdad? —nos preguntó el hombre de mediana edad vestido de policía arqueando una ceja.
Yo suspiré y apreté los puños, intentando controlar el temblor de mis manos.
La comisaría olía a café, sudor y desinfectante de pisos. No me pregunten por que esto último. Yo todavía seguía en proceso de asimilar el salto interdimencional, haberme quedado sin casa, que una histérica señora hubiese llamado a la policía mientras nosotros intentábamos calmar a su hija y que nos estuviesen interrogando como si fuésemos criminales. Sip, los tres estábamos sentados frente un escritorio de madera tras el cual se encontraba un hombre con profundas ojeras marcadas bajo su cara, y con aspecto de estar cansado de lidiar con adolescentes que se metían a los hogares a beber o drogarse.
—Señor, intenté explicarle la situación…—el hombre levantó la mano, hastiado.
—¿De verdad espera que me crea que volvió de su inesperado viaje sola, señorita Hale, a buscar unos documentos en una casa que no es suya? ¿Está al tanto de que su padre y usted fueron dados como desaparecidos?
—No lo sabía. —murmuré. Mi padre no tenía amigos cercanos, en realidad, así que un compañero de trabajo pudo haber hecho la denuncia. Kalen suspiró, agotado, y William explotó, harto de estar perdiendo tiempo.
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Los Reinos de Aden II: Promesa #WSAwards
FantasyDesde que había llegado a Aden, la vida de Arleen había cambiado radicalmente. Magia, engaños, secretos, amor y corrupción muchas veces no son una buena combinación en una persona de dieciséis años. Para salir de todas las complicaciones en la que...