El despacho de un monstruo curandero (Parte final)

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—El paciente va presentando mejoras gracias a su tratamiento. —Dijo un doctor de forma optimista, parecía ser del área de psiquiatría juzgando por la extraña ambientación de su habitación.

—Escuchaste eso Danny? Vas a poder vivir una vida normal. —Contesto una señora de unos 44 años con la emoción y la esperanza deformando su rostro.

— ¿Tendré que quedarme con el doctor en otra terapia? —Agrego un chico de forma tímida.

—Si corazón, solo asi podrás mejorarte y poder seguir sorprendiendo al mundo con tu arte. —Le respondió la señora al chico apretándolo de los cachetes de forma cariñosa.

El doctor y el chico cruzaron miradas. El doctor una astuta que asomaba una pequeña sonrisa y el chico una temerosa con los labios fruncidos.

—El tratamiento no durara mucho y tampoco será muy difícil, solo vamos a hablar un poco de cómo ha sido tu rutina Danny. —Dijo el doctor afablemente sacando una libretita donde podía anotar sus observaciones.

—Está bien. —Mascullo el chico como si se tragase sus palabras y solo pudiera pronunciar una o dos de estas.

—Voy a estar en la sala de espera cariño. —Le aviso la señora revolviéndole el pelo y dándole un besito en la frente.

La mujer salió tranquilamente del despacho hasta cerrar la puerta dejando solos a un doctor y su paciente.

—Y bien, ¿has tenido alguna crisis estos últimos días?

—No muchas desde que estuve la última vez en su despacho doctor.

— ¿Se ha tomado los medicamentos como se lo indique?

—Si doctor.

— ¿Has vuelto a escuchar esos susurros? —Pregunto el doctor siseando como una serpiente.

—Si.

— ¿Y qué te han dicho? —Inquirió el doctor mientras su cuello se estiraba hasta ser tan largo como sus brazos.

—Me da pena decirlo.

—Si no me los dices no poder hacer un correcto diagnóstico.

—Me decían que todos necesitan agujas para su cordura.

— ¿Entonces has estado pensando tanto en mí? —Pregunto en tono lascivo mientras su bata de doctor se iba desprendiendo de él y su piel empezaba a abandonarlo dejando solo ver su carne al rojo vivo.

—No lo sé.

—Siempre has sido mi paciente predilecto por tu retorcida mente traviesa. —Afirmó acercándose al chico con sus manos estirándose y sus uñas creciendo hasta convertirse en garras letales.

—No me gusta esta parte del tratamiento doctor. —Se quejó el chico entre sollozos y con lágrimas que salían de su cara haciendo que el despacho del psiquiatra se inundase.

—Shhhh. —Siseo el doctor con su lengua de serpiente. —No pretenderás incomodar a los demás pacientes, has un poco de silencio o tendré que inyectarte sedantes para dormirte y mantenerte tan retraído como eres de costumbre.

—Entiendo doctor. —Respondió el chico con cada centímetro de su cuerpo expresando asquerosidad mientras el océano de sus propias lágrimas empezaba a cubrirle la nariz casi ahogándolo entre sus propios sollozos.

—Ese es el comportamiento que me gusta. —Dijo la serpiente de carne humana que vislumbraba de si una sonrisa de oreja a oreja tan macabra que acaparaba todo el miedo de su paciente.

—Sí señor. —Alcanzo a decir entre tartamudeos deslumbrado por las deformaciones que la criatura iba adoptando, con carne saliendo de su tórax hasta cobrar la forma de seis brazos alejados del humanismo. Le crecían de si uno, dos, tres hasta seis brazos haciéndolo parecer como esos extraños dioses de la cultura hindú. Brazos coquetos que acariciaban la piel de gallina de su paciente, dejando marcas sutiles de sus uñas pasando lentamente por su delicada piel. La serpiente curandera agarro con sus garras de harpía unas jeringuitas multicolor.

—Esta es tu parte favorita Danny, déjame te lleno de todos estos colores para curarte la cordura. —Agrego acercando una aguja llena de colores que turbaba cada poro de su paciente. Con colores tan fosforescentes como venenosos.

Frederick y Georgy liberándose de su estupor se abalanzaron sobre esa mórbida criatura despojándola de su víctima entre forcejeos hasta derribarla, en el suelo Frederick se puso a horcajadas sobre el monstruo y le asestó un frenesí de puñetazos que parecían inútiles contra la serpiente curandera que no borraba esa maldita sonrisa que se burlaba mordazmente. Su lengua serpentina se asomó de pronto y se dirigió a la boca Frederick como una bala que lo atravesó ahogándolo hasta la garganta lamiendo con su veneno todo el interior de Fred. Georgy agarro de uno de los seis brazos del monstruo una jeringa multicolor para blandirla como una espada y enterrársela en el lomo de la serpiente que se fue durmiendo poco a poco hasta no tener fuerzas para seguir torturando a Frederick desplomándose sobre la voluntad de los victoriosos mellizos.

—Hay que suplantar el recuerdo de este monstruo por otro recuerdo más afable. —Dicto Frederick con la respiración pesada llevándose las manos al cuello como si eso lo fuera a aliviar.

—Tengo una idea, pero, nos llevara más tiempo del que quisiéramos. —Dijo Georgy como si cargase con una responsabilidad demasiado pesada.

—Seremos nosotros los encargados de cada una de sus terapias, ¿no es asi? —Contesto Frederick como adivinando los pensamientos de su hermano.

—Si. El tiempo esta de nuestro lado, en la realidad solo habrá sido como si durmiésemos ocho horas, pero, en el subconsciente del chico nos lo agradecerá durante toda su vida.

—Pero, corremos el riesgo de contagiarnos de la locura.

—La locura nunca ha sido un impedimento para separarnos, todo lo contrario.

Ambos mellizos se levantaron hasta quedar una vez más frente a frente, se agarraron de ambas manos, y nuevamente cerraron sus ojos paulatinamente; confiando el uno al otro.

Después de ocho horas; salió Georgy junto a Danny de la cámara anti luz. La madre fue corriendo a abrazar a su hijo que ya no necesitaba la camisa de fuerza ni la silla de ruedas para poder entregarse a los brazos de su madre, se le veía feliz, ignorante, pero, feliz. Georgy por el contrario no pudo volver a alzar su mirada, y solo le dijo a la mujer en su característico tono frívolo.

—Su psiquiatra abusa de él. Además, ¡felicidades! Su hijo ya no necesitara de un psiquiatra.

Y volvió sombrío aentrar al cuarto anti luz, observando con resignación la nostalgia a la que se habíacondenado. Pues su mellizo Frederick estaba sentado en la camita insistiendoque era un psiquiatra profesional y la cámara anti luz su consultorio. Pero, esaidea tan estúpida no fue lo que le humedecía los ojos a Georgy, la causa de sudolor era que Frederick era incapaz de recordarlo como su mellizo, pues jurabaque el solo era su asistente de psiquiatría. 

Aventuras extraordinarias de criaturas pasionariasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora