El insecto con síndrome del gigante (Parte dos)

3 1 0
                                    

Los mellizos habían acostado a su paciente en una camita bastante cómoda y no fue necesario amarrarlo pues parecía que con su camisa de fuerza ya estaba en bastantes líos para moverse. La cámara anti luz era lo suficientemente grande como para 8 personas; estaba aromatizada con perfumes de vainilla y jazmín que hacían que la habitación no fuera tan tétrica pues, la oscuridad siempre resultaba aterradora a la hora de relacionarse con una operación.

—Te vas a acobardar a último momento mi querido Fred? —Dijo Georgy en tono retador. No se sabría en que gesto divertido se lo dijo pues la habitación estaba tan oscura como para no permitir apreciar esos detalles.

—Ni la mente más retorcida me haría dar un paso atrás hermanito. ¿Sabes? A pesar de que nacimos el mismo día siento que eres como mi hermano menor, inmaduro y sumiso. —Le devolvió mordazmente al tiempo que sacaba el dedo índice de su mano apuntando hacia la frente del paciente.

—Que agudeza para replicar tienes. ¿La aprendiste de mí? —Reprocho Georgy engreídamente mientras también sacaba el dedo índice de su mano.

— ¿Juntos? —Pregunto Frederick con el dedo índice a solo unos centímetros de distancia de la frente del chico.

—Desde el nacimiento. —Respondió Georgy dando inicio a la infiltración mental.

Ambos mellizos tocaron la frente del chico de forma coordinada y se desplomaron encima de este.

Se volvieron a levantar esta vez en un escenario diferente, en un mundo único como ellos solían decir. Pues cada mente era diferente con percepciones de todos los tamaños y colores. Era un patio aparentemente de una facultad de diseño, con dibujos contemporáneos pintados en las paredes, chicos y chicas que hablaban con ojos soñadores desprendiendo un olor a juventud.

Frederick y Georgy tantearon el lugar con la mirada buscando a su sujeto hasta que lo encontraron tumbado en el césped alejado de los demás sosteniendo entre sus manos una libretita de dibujo.

Los mellizos se acercaron a él con cautela pues la mente era demasiado sensible y sabían que un paso en falso podría incluso alterar la realidad de los recuerdos de su paciente. Al llegar a este se acuclillaron para fisgonear en los dibujos de su libreta. Había una sala de un hospital muy mal dibujada, con una camilla excesivamente grande y un doctor que estaba sonriendo de forma macabra sosteniendo una jeringa más grande que su propio cuerpo apuntando a un intento de dibujo que parecía ser un adolescente aterrorizado.

Frederick y Georgy se miraron levantando sospechas cada uno ya con sus primeras hipótesis pero, su momento de epifanía fue interrumpido por unas voces tajantes que venían susurrando de todas partes pero, al mismo tiempo de ninguna parte.

—Aguja, inyección, jeringa, intravenosa. Todos necesitan una Danny. Un consuelo que perfore sus células y sus sentidos. Una cura para su cordura.

Los dibujos de la libretita se empezaron a burlar haciéndole muecas a Danny, especialmente el doctor que sacudía su jeringa de forma divertida. Pero, la tinta con que habían sido dibujados se empezó a escurrir por el papel como si los muñequitos sangraran de color negro. Hasta que su sangre se derramo sobre la ropa de Danny que se levantó del césped enseguida y empezó a gritar.

Los adolescentes que se encontraban en el campus voltearon sus miradas al mismo tiempo hacia el loco que estaba gritando. Todos hacían muecas de desprecio y sus caras se empezaron a deformar imitando a los personajes de la libretita de dibujos de Danny.

Unos adoptaban forma de arañas cuya regordeta cabeza estaba llena de ojos cargados en el desprecio. Otros acordaron en disfrazarse de doctores flacuchos con una sonrisa que era imposible de borrar, una maldita sonrisa que Danny habría deseado cocer para nunca volverla a ver. Danny de pronto se vio empoderado midiendo más de 6 metros de altura declarándose como el adolescente más grande de todo el campus, y en su mano vio una jeringa que apenas le pesaba. De pronto los falsos doctores empezaron a animarlo reclamándole al unísono.

—Inyecta a la araña Danny, devuélvele su forma humana, sálvala, tu no pudiste salvarte, pero, las arañitas si pueden ser salvadas. Inyéctalas. ¡Inyéctalas a todas!

Los mellizos de pronto se vieron en peligro y saltaron a los lados para evitar ser aplastados por el gigante que daba pasos aplastantes por el campus, acercándose cada vez más y más a esas pobres arañitas deformes y llenas de desprecio, que por más que intentaban huir el gigante daba pasos tan largos que les hacía imposible escapar de él.

— ¡Danny no! —Grito Frederick como si se lo ordenase a su perro, algo estúpido sabiendo que el gigante tenía la independencia suficiente como para seguir sus propios propósitos.

—Cállate Fred, vas a distorsionar la realidad estos son solo recuerdos ilusivos, recuerda el entrenamiento. —Le grito Georgy a su hermano. —Solo podemos observar que ocurre, después tendremos un plan. ¿De acuerdo hermano menor?

—Si. —Respondió Frederick como un niño regañado limitándose junto a su hermano a observar como el gigante empuñaba su jeringa con valor y se la clavaba a la arañita para poder salvarla, lo hacia una y otra vez. La desdichada arañita sangraba como si fuera el nacimiento de una cascada vulgar. La escena fue interrumpida por una criatura que levitaba en el aire, era parecida a un ser humano pero, su cabeza no era como la de un ser humano cualquiera, no. Estaba iluminada, era como una esfera de luz que cegaba a todo el que se atravesaba en su paso abriéndose camino por entre la multitud hasta llegar al gigante y sujetarlo con sus brazos quitándole la "sanadora" jeringa que tanto se empeñaba en empuñar.

—Detente debo salvar a las arañitas, no quiero que sean insectos durante toda su vida, no quiero que sufran el mismo destino patético que yo. —Protesto el gigante al ser iluminado. Pero, este no tenía los propósitos benefactores del gigante.

—Te voy a llevar a mi sala de coordinación. Halla te sujetaran con una camisa de fuerza para que dejes de perturbar el orden. Ya hemos tomado la decisión, tendremos que transferirte a un asilo. —Sentencio el ser iluminado llevándose al gigante al hombro con la fuerza de sus poderes sobrenaturales.

—Debemos encontrar el origen. —Exigió Frederick temerosamente. No quitaba su mirada de horror del gigante que se encontraba pataleando en los hombros de un ser iluminado.

—Y solo asi podremos darle un buen final a la tragedia. —Respondió Georgy.

Los mellizos semiraron frente a frente con ojos melancólicos y se agarraron de ambas manoscerrando sus ojos lentamente, temblando, pero, confiando el uno al otro. Elcampus se empezó a desmoronar y cambiando de capa asi como una serpiente cambiade piel.

Aventuras extraordinarias de criaturas pasionariasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora