°•Capítulo 3•°

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-Kiwa-

Parpadeé manteniendo mis ojos cerrados, la cabeza me dolía un poco y sentí mi garganta arder. Me tuve que sentar en la cama para tomar mi cabeza entre mis manos o sentiría que en cualquier momento iba a caerse. ¿Qué me pasó? ¿Por qué no logro recordar nada de lo que me sucedió antes de caer desmayada?

—Maldición.

¿Por qué sentía como si tuviese una resaca de los mil demonios?

—¡Buenas! ¿Dormiste bien?

Asustada, miré al chico que estaba a mi lado, tenía una arrogante sonrisa en sus labios y unos lentes de sol descansaban en el puente de su nariz dejando ver sus ojos color cielo, eran realmente hermosos. Sin embargo, su pregunta no resultó ser para nada de preocupación, era como si no le importara nada de lo que estaba sucediendo y yo ni enterada estaba.

—¿Quién... eres tú? —mi voz salió ronca. Me parecía haberlo visto en alguna parte, ¿pero dónde?

—¡Ah, qué irrespetuoso de mi parte! Soy Gojo Satoru.

—A ti nunca te ha importado ser respetuoso con los demás. —habló una tercera voz y desvíe mi mirada cansada hacia un chico de ojos rasgados—. Hola —alzó su mano y una amable sonrisa se formó en sus labios—, soy Geto Suguru.

Era lindo, y amable.

—¡Oi, sé lo que estás pensando de él, Kiwa-chan! —habló mientras se cruzaba de brazos y se hacía el indignado.

Mi cara ahora debía ser todo un poema. ¿"Chan"? ¿Tan cercanos éramos? No, yo a él no lo conocía de nada, pero sentía que sí.

—Perdónalo por su actitud, Kiwa.

—Ah, no pasa nada. —mencioné mientras dirigía mi mirada a mis manos, estaban algo magulladas y con moretones—. ¿Dónde estoy?

—En la academia de jujutsu.

—¿Jujutsu? —repetí con una ceja alzada mientras miraba a Gojo, quien bostezaba y tiraba su cabeza hacia atrás mirando al techo mientras reposaba en la silla.

—Tuvimos que traerte aquí luego de lo sucedido en tu academia. Shoko, otra compañera nuestra, ayudó para que volvieras a tener la consciencia. —habló Geto, mientras que Gojo seguía manteniendo la vista en otra parte, como si esto le importara en lo más mínimo.

Me quedé mirando un punto fijo, pero al parecer fue una mala idea porque un gran dolor de cabeza me atravesó, a la vez que un par de imágenes de calaveras, sangre y gritos llegaban a mí. Tuve que taparme mis oídos en un vago intento de callar esos gritos que estaban produciéndose en mi mente.

—Está ocurriendo. —escuché decir a Geto en todo los gritos que seguían reproduciéndose, como una grabadora sin botón de pausa.

—Sí.

Luego de unos segundos, las imágenes dejaron de reproducirse al igual que los gritos, hasta un albino que se parecía mucho al que estaba a mi lado, ¿habrá sido él? Pero eso no me importó, mis mejillas estaban húmedas respecto a las lágrimas que había derramado.

—Yo... soy una asesina. —maté a mis amigas, a la hermana María, maté a todas esas mujeres que tenían un futuro, a las que fueron testigos de mis travesuras y de las más sabias que en algún momento intentaron corregir mi camino del mal comportamiento.

—Técnicamente... ¡Ay! —se quejó cuando Geto le pegó un zape.

—No le hables así, hay que ser un poco más suave.

—¡¿Eh?! ¿Y a mí qué me importa si ella llora por ser una asesina? ¡Ella lo hizo!

—Pero la salvaste tú, ¿o no?

Gojo chasqueó la lengua. En verdad ellos tenían personalidades muy diferentes.

—Kiwa —habló Geto ganándose mi atención—, lo que ocurrió fue que en el orfanato que estabas, había un objeto maldito que las monjas guardaban porque ellas sabían lo peligroso que era, pero al parecer lo encontraron y tú lo pusiste en tu cuerpo, cosa que provocó una reencarnación de un ser maldito.

Me sentí algo mareada, así que agradecía estar en la cama por si algo llegara a pasarme.

—¿Objeto maldito, dices?

—Así es. Específicamente la reina de las maldiciones. —me específico—. Al parecer puedes tener el control de ella, es por eso que nos mantuvimos aquí esperando a que despertaras.

—Yo... no sé qué decir, esto es muy extraño. ¿Tengo a alguien viviendo dentro de mí? —pregunté casi gritando.

—Sí, mocosa, ¿tanto cuesta entenderlo?

—¡Hey, no me llames mocosa! —le grité, harta de que tuviera esa actitud.

—¡¿Ah?! ¡Así que puedes gritar, niñata! —se acercó a mí a tal punto que nuestras narices chocaban—. ¡Pareces un cordero disfrazado de lobo, de seguro querías que todas esas mujeres murieran!

—¡¿Qué dices?! ¡Algunas de esas chicas eran mis amigas! ¡Las únicas que quería que murieran eran mis superiores que me golpeaban a más no poder!

La habitación se mantuvo en silencio hasta que pude sentir un suspiro por parte de Geto. La respiración agitada de Gojo y mía podían mezclarse y nuestros ojos desprendían chispas que en cualquier momento podían incendiar un gran incendio. Sus ojos celestes como el cielo brillaban, pero no me sentía intimidada ni fascinada, me habían llamado la atención al inicio, por ese color tan peculiar, pero ahora no, era ver un color más.

—Gojo, ya detente.

—¡¿Eh?! —se separó de mí para mirar a Geto, tenía gestos muy exagerados—. ¡Ella me empezó a gritar!

—Es normal, no cualquiera se entera que es recipiente de una maldición. —habló tranquilo—. Deberías entenderla.

Geto se acercó a mí y se agachó a mi altura para sonreírme. Parpadeé un poco mientras controlaba mi agitada respiración, la presencia del chico frente a mí calmaba un poco el ambiente tan tenso que se había producido.

—Nuestros superiores no están felices, por eso Satoru se hará cargo de ti y hablará con los superiores de tu destino y veremos cómo se desenlaza esto.

—¡¿Yo?! —se señaló a sí mismo mientras sacaba su lengua.

—Los dos, bueno, Shoko también está involucrada, pero por mientras, intenta dar lo mejor de ti, ¿si?

—Claro. —le traté de dar una pequeña sonrisa.

—¡¿Por qué eres tan amable con él, Kiwa-chan?!

—¡Porque te has comportado un cabrón conmigo! ¡Y no me digas "chan", no tenemos confianza!

—¡¿Qué?! ¡Te salvé!

Lo miré mal y me acosté nuevamente. Quería descansar y digerir a solas toda la información que me llegó como unas palomitas explotar.

—Vamos Satoru, ella necesita descansar. Luego la vienes a buscar para hablar de su destino.

—Agh, qué molestia.

Me hice la sorda y cerré mis ojos, pero una risa provocó que un gran escalofrío recorriera todo mi cuerpo y me mantuviera despierta por toda la noche; sin poder pensar en nada.

Kiwa || Gojo SatoruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora