°•Capítulo 10•°

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-Kiwa-

De todos los años que llevaba en el orfanato, nunca salí de ese lugar, por lo que nunca supe cómo manejarme en las calles de Tokio. Tampoco me sabía las calles, así que ese día de la misión yo sólo seguí a Gojo dejando que él me guiara, pero sabía que debía aprender por mi cuenta las calles si algún día me mandan a una misión en solitario. Mis mejillas estaban rojas mientras miraba a todos lados las diferentes personas que caminaban a mi lado, se veían tan felices y libres, como si estuvieran ajenos a todo lo que sucedía en el mundo.

Las tiendas me llamaban para entrar y comprar toda la ropa, así que eso hice. Pasé a todas las tiendas en las que el dinero me podía permitir (que Yaga amablemente me daba para poder sobrevivir hasta que yo consiguiera un sueldo estable) y cuando llegué a la academia, estaba llena de bolsas por doquier. Tan así que no podía ver a las personas delante de mí, pero me detuve cuando escuché una voz femenina.

—Ara~, esta señorita sí que sabe para lo que sirve el dinero.

Moví un poco mi cabeza para encontrarme con una mujer alta, que llevaba su cabello blanco atado en una alta y elegante coleta. Sus ojos eran rasgados y era muy bonita y elegante. A su lado estaba una chica, alta también, con dos coletas bajas reposando en sus hombros, llevaba el traje de una sacerdotisa y me miraba curiosa.

—¡Ah, tú eres la chica que lleva la maldición dentro!

Maldije por lo bajo. Parece que aquí no se puede esconder de nadie. La chica albina me ayudó a cargar algunas bolsas, cosa que agradecí con una sonrisa, que poco a poco iba desapareciendo cuando comenzó a intrucear lo que había dentro.

—¿Eres compañera de Gojo? ¡Oh, realmente me apiado de ti, pobre alma en vela! ¡Promete que su estupidez no se te pegará! —me tomó una mano y se acercó a mí.

—En realidad soy de primero, pero no se me va a pegar su idiotez. En verdad me cae mal.

—¡Wa! ¡Mei, ¿escuchaste?! —sus ojos brillaban—. ¡Me alegra saber que no soy la única!

Hai, hai. Vamos, llevemos esto a la habitación de la chica.

—Ah, sí, ¿cuál es tu nombre? Yo me llamo Utahime Iori, y ella es Mei Mei.

—Kiwa.

—Encantada, Kiwa.

—Tienes buen gusto, algún día deberíamos ir de compras y gastar todo nuestro dinero, ¿qué dices?

—Ah, claro que sí. —respondí ilusionada—. ¿Ustedes no son alumnas?

—Ya somos hechiceras.

—Genial.

Nee~, ¿cómo se siente ser recipiente de una maldición?

—Bueno —miré a Utahime—, no es tan terrible cuando te acostumbras a tener una voz dentro de ti. —le respondí sincera.

—Ya veo, ya veo. —puso sus manos en su cintura—. Los peces gordos se volvieron locos cuando se enteraron de que habían encontrado a un ser humano capaz de actuar como recipiente de una maldición tan poderosa como la reina, pues es un talento único.

—Sí, pero como todo talento no es gratis, deberías cobrar una cierta cantidad de dinero por soportar algo tan grande como eso. —me habló con elegancia.

—No podría... —comencé a hablar algo triste—. Prometí que iba a controlar a Kima para evitar más muertes y cambiar mi destino.

—Uh, eso es bueno. Siempre está bien intentar cambiar las cosas.

—Sí...

Las chicas dejaron las bolsas en mi habitación y agradecí por su ayuda. A Mei Mei le di algo de dinero a lo que ella sonrió y me abrazó, al parecer le encantaba todo lo que tuviera valor y hacer cosas por recibir dinero. Las chicas se fueron sin antes desearme suerte en mis próximas misiones y yo les deseé lo mismo, pues debía ser amable, no sabía cuándo iba a ser la última vez que nos íbamos a ver.

Me di una ducha rápida y me puse una prenda de algodón que me compré hoy, que consistía en una camiseta de tiras negra y un short a juego. Me lancé a la cama aún con el cabello húmedo, pero me puse de pie enseguida. No podía seguir así de holgazán, debía entrenar y hacer que mi cuerpo pueda seguir soportando la cantidad de energía maldita que algún día tendré que soportar cuando obtenga esos 16 aros de Kima.

Me puse mis zapatillas deportivas y me hice una coleta para que mi cabello no me molestara al momento de hacer ejercicio. Comencé a realizar unos simples abdominales, sentadillas, y luego me fui a la cancha a trotar, pero antes de eso realicé estiramiento, para no echar a perder algún tendón. Esto era nuevo para mí, pues yo nunca solía hacer ejercicio, a excepción de correr de las viejas que intentaban atraparme cuando cometía una que otra travesura.

No sé en qué momento comenzó a llover, pero estaba empapada, así que decidí que era momento de dejarlo. Caminé hacia las gradas y me sorprendí al ver a Geto, quien estaba con una sonrisa y una toalla tendida mientras yo me acercaba cada vez más.

—¿Desde cuándo estás aquí?

—Hace unos minutos, cuando comenzó a llover. —me respondió al momento que tomaba la toalla y le agradecía—. De nada, toma asiento.

Me senté a su lado y miré cómo la lluvia caía. Me puse la sudadera que mi amigo trajo para mí y me abracé para entrar en calor. Me gustaban todos los climas, pero mi favorito siempre iba a ser este, en donde hubiera lluvia. Aunque es nostálgico y uno se pone a pensar en muchas cosas, me encantaba oír el sonido de la lluvia y verla caer y recorrer por el vidrio de la ventana.

—Ah —suspiré—, rompí el arma maldita.

—Tranquila, no te preocupes por eso. Hay una habitación llena de armas malditas.

—Qué alivio. —sonreí y junté mis manos—. Nee~, Geto-kun, nunca te he preguntado cuál es tu técnica.

—Puedo manipular las maldiciones.

Lo miré sintiendo mis ojos brillar, él también me miró y sonrió con amabilidad.

—¡Eso es increíble!

Él puso su mano en mi cabeza y acarició mi cabello suelto y húmedo, pues me lo había soltado para que se secara más rápido.

—Gracias, supongo.

Sonreí y me acerqué más a él.

—Gracias a ti. —sentí su mirada sobre mí—. Has sido el único de mi círculo social, exceptuando a mis compañeros e Ieiri-chan, que ha creído tan fielmente hacia mí y en mi propósito de vida. —mi mirada estaba baja y mis mejillas rojas—. Supongo que eso es lo que me hace seguirte como ejemplar.

Hubo un silencio.

—Confío en ti, Kiwa. Así que pase lo que pase, yo voy a estar para ti, es una promesa.

Junté mi meñique con el suyo.

—Es una promesa.

Esto me pone triste ;(

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Kiwa || Gojo SatoruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora