°•Capítulo 8•°

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-Kiwa-

Me sentía sofocada. Era peor que estar en ese sitio lleno de lava y mucho calor. Mis ojos recorrían con temor las calaveras y el agua que parecía estar teñida de sangre, el olor, no había un olor desagradable, pero para mí era el olor a la muerte cercana. Me puse de pie mientras que el agua caía de mi ropa y cabello, el cuerpo no me dolía, no como cuando sentí la mano de esa maldición atravesar mi estómago. Y como para comprobar eso, dirigí mi mirada a mi cuerpo, pero estaba intacto, como si nunca hubiera sido tocado.

—¿Dónde estoy?

Escuché una risa sonar en todo este oscuro y vacío lugar. Mi mirada asustada se dirigió a lo más alto, en donde había una especie de templo y en aquel trono hecho de huesos descansaba una mujer.

—Mocosa, no me mires a los ojos tan fijamente. Tenme respeto.

Su voz era profunda y seductora, pero lo que más me llamó la atención fue el color de sus ojos, uno era negro y el otro era rojo. Ella chasqueó su lengua y bajó hacia mí ante mi actitud tan descortés hacia su persona o su estatus. Llevaba una túnica tan negra como el cielo de la noche y que dejaba su escote y pierna derecha a la vista. Tenía unas marcas en los pómulos y un tercer ojo en la frente, tal como las marcas que a mí se me habían en mi piel.

—¿Dónde estoy? —le pregunté más fuerte.

—Estás en mi área innata, es decir, mi territorio. Estamos muertas, pero tranquila —dijo al ver mi cara de pánico—, hay una forma de volver a la vida, así que toma asiento y escúchame con atención, Kiwa.

—Estoy segura que hay algo más tras esas bonitas palabras de salvación, Kima. —le hablé imponente, siendo testigo de su sonrisa de maldad—. Todavía no perdono que hayas matado a todas esas mujeres que tenían un futuro.

—¿Futuro? —escondió sus manos en las mangas anchas de su túnica negra—. No estés tan segura de eso, ¿sabes por qué una vez que no sirven dejas de saber de la existencia de aquellas muchachas?

—No. —mi respuesta sonó confundida, dudosa.

—Ese sitio era un orfanato, claro que sí, pero su pasado y presente había arruinado ese nombre cuando se volvió una casona famosa por la prostitución y venta de mujeres. Las maldiciones que habían allí eran todas esas producto de todas las muertes que hubo en ese sitio. —me explicó mientras sentía que mi mente iba a explotar—. Tu cara me dice que no me crees.

—¡Es imposible, esas viejas veneraban a Dios, hacer eso iría en todas sus creencias!

Ella puso su mano en mi cara.

—Cállate, no grites que te tengo enfrente. —suspiró—. Es tú problema que no quieras creerme, pero que conste que si le preguntas a alguien sobre La Casa de las Muñecas, todos te dirán la dirección y llegarás a ese orfanato. Esa vieja que maté sabía del mundo de la hechicería, era una mujer sabia y no era tonta, sabía lo peligroso que era ese aro que llevas tú. —se tiró al suelo y bostezó—. Qué aburrida estoy aquí, ya quiero ver a mi Rey.

—¿Quién es tu Rey? —ignore todo lo demás, ya no tenía importancia cuando ese sitio ya no existía.

—Sukuna Ryomen. —habló en un suspiro de ensueño, como si ese hombre fuera lo más de la tierra.

No le respondí, sólo me preocupé. Estaba más que claro que él era el rey de las maldiciones y si estos dos se volvían a reencontrar, todo sería aún más terrorífico y teñido de sangre. Me senté en el suelo, siendo empapada nuevamente con este agua y observé mi reflejo; no me veía tan mal luego de morir. Solté un suspiro, lo siento, Nanami, no regresaré con vida, no ahora.

—Escucha, mocosa, a mí me da realmente igual que estés muerta, aunque claro, eso también me afecta a mí, por lo que me importa por mi propio bien. —alzó su curiosa mirada a mí—. Sin embargo, te voy a revivir, con condiciones, por supuesto, aquí nada es gratis. Una de las razones por las que quiero que vuelvas a la vida, es para ver tu potencial, usaste shikigamis, y eso es común en un solo Clan.

—¿Cuál?

—Aún no te diré, metiche. —se puso de pie y se acercó a mí mientras se ponía de cuclillas y tomaba mi barbilla con delicadeza. Sus largas uñas acariciaban mi piel—. Bien, escucha, la herida de tu cuerpo te ha comprometida varios órganos, además tienes quemaduras y una gran pérdida de sangre, en pocas palabras, estás jodida. —sentenció—. Así que voy a curar tus heridas, pero para eso, haremos un pacto.

Me alejé rápidamente de ella.

—¿U-un pacto?

—Así es. Todo en esta vida tiene que estar ligado a algo, así como tu alma y la mía están ligadas en estos momentos, lo que te sucede a ti refleja en mí y viceversa. Un pacto o un contrato es esencial para que el trabajo en equipo sea exitoso, y eso sucederá si realizamos uno. —explicó con elegancia, preguntándome qué clase de persona habrá sido en su época como humana—. Un minuto, sólo necesitaré un minuto para poder tomar el control de tu cuerpo cuando diga "extensión", prometiendo que en ese tiempo, yo no mate a ningún humano. Siento que algo así diría mi rey si estuviera en un cuerpo y quisiera tomar el control. —lo último lo dijo más para ella.

Sus palabras sonaban tan sinceras, tan transparentes y sin ninguna traba que me causó escalofríos.

—¿Y cómo sabré que lo vas a cumplir?

—Ya te lo dije, es como una cadena del juicio que irá en nuestros corazones. Sin embargo, la siguiente regla para eso, será olvidar por completo esta conversación.

Negué firmemente, pero al momento de querer arrancar, ella había tocado mi frente con sus dedos mientras sentía que estrechaba su mano con la mía. En ese momento todo fue negro para mí, y sentía la misma sensación de estar cayendo a ese agujero negro sin salida llamado muerte.

Juju~.

Este capítulo me gustó :-)

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Kiwa || Gojo SatoruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora