Lauren
No, no y no. Me negaba a asistir a aquella improvisada visita con los Cabello. Suficiente tenía de Camila en la escuela como para tener que tolerarla en mi sagrado descanso. Englobaba toda la atención de Shawn, ¿qué más anhelaba? ¿Adueñarse de mi familia también? Mi papá adoraba mi sufrimiento. Esa era la única explicación coherente para sacarme de la cama un sábado a las 8:00 a.m. con la intención de “alistarme”. No iba a esforzarme y mi incentivo para acudir a aquel suicido social, sería Sofía. Ella sí me parecía simpática, adorable y graciosa. No como su hermana. Además, con la infanta no corría el riesgo de perder a mi mejor amigo. Como no era mi intención resaltar, utilicé un vestido de rayas blancas y negras un poco ajustado en el tronco y caía holgadamente. A penas apliqué maquillaje a mi rostro, sólo rímel para hacer notar el verde de mis ojos. Las ondas de mi cabello castaño resbalaron libremente por mis hombros hasta llegar a mi cintura.
A diferencia mía, Chris y Tay se mostraban emocionados por conocer a todos los miembros de la familia latina. Supongo que él al escuchar que Camila era un año mayor solamente, iba en plan conquistador. Si mis sospechas no erraban, la cubana poseía cierta atracción por el canadiense, y aunque Christopher fuese mi hermano, no podría competir contra Shawn. La madurez, el arte que ostentaba, la caballerosidad, y bueno, yo tampoco soy ciega: los bíceps, los abdominales… Creo que ya era obvia mi devoción hacia él.
Mamá tocó el timbre con una cordial sonrisa que remarcaba las arrugas que el inexorable paso de los años comenzaba a acentuar en la comisura de sus labios. Una señora abrió la puerta, retribuyendo el mismo gesto de mi madre. ¿Será que es la sonrisa asignada a las mujeres de más de cuarenta y cinco años?
- Buenas tardes y bienvenidos. Soy Sinuhé, la esposa de Alejandro.
- Buenas tardes, yo soy Clara, este es mi esposo Mike. Los pequeños son Lauren, Christopher y Taylor.
¿¡Pequeños?! Crecí una pulgada y media en el verano. ¿Cómo podía avergonzarme de esa forma? Mis hermanos no estaban menos azorados que yo. Después de sentarnos en la sala y brindarnos una diversidad de aperitivos, se reunió el señor Cabello con nosotros. Yo interactuaba lo justo, sin embargo, me parecieron muy hilarantes y buenas personas. Un insignificante peso se desplomó en mi regazo, de inmediato, rodeé la menuda figura que luchaba por acomodarse mejor.
- ¡Lolo! ¡Lolo! Viniste – Canturreó emocionada.
- Hola, Sofi. ¿Cómo no iba a hacerlo? Jamás me perdería la invitación para venir a tu casa. – Un poco cínica estaba siendo, no obstante, realmente me caía bien aquella niña.
- Vamos a jugar porque aún no está servida la comida.
- Está bien, renacuajo.
Arrugó su frente en denotación que el apodo no le agradaba en lo más mínimo. Olvidó enseguida ese detalle, pues me arrastró escaleras arriba, supongo que hacia su cuarto. En el pasillo encontramos a su hermana, quien adoptó una postura nerviosa bajo mis acusadores fanales. A penas hablaba con ella pero disfrutaba infundirle ese aire indeciso con sólo una mirada.
- H-hola, Lauren. – Habló con voz temblorosa.
- Camila. – Sacudí la cabeza a modo de saludo.
- Kaki, te necesito. – Intervino la menor, por suerte, en el tenso intercambio.
- Ahora no puedo, Sof. Debo saludar a los Jauregui.
- Te esperaremos aquí. – Sugirió esperanzada.Luego de debatir varias veces con su consciencia, o eso creo, la cubana corrió en dirección contraria y regresó cinco minutos más tarde, con la respiración pesada y mechones de cabello adhiriéndose a sus sienes. Ninguna de las dos inició un diálogo. No lo hacíamos en el Instituto, ¿por qué su casa sería la excepción? La niña cargó una rebosante caja de juguetes hasta posicionarla en el centro de la habitación. Después de observar sus opciones, terminó desparramando todo el contenido en el piso de madera.
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¿Ella o Yo?
FanfictionLlegó a mi vida cuando tenía nueve años. Para mi décimo cumpleaños éramos mejores amigos. Nuestra amistad marchaba sin problemas, hasta que apreció ella...