Porque cada uno tenía su propia canción, con notas únicas y especiales que los definían.
El lugar era hermoso, y estaba oculto entremedio de los cerros que bordeaban Konoha. La casona de piedra y madera era enorme, pero se fundía fácilmente en aquel paisaje verde y lluvioso; como la foto de una postal.
El calor de aquellas grandes estufas a leña inundaba el lugar y lo volvía más cálido; familias, amigos y parejas caminaban por el lugar relajadamente.
Se registraron y les entregaron las llaves de sus respectivas habitaciones, y Sakura les había indicado que todos se reunirían en el comedor en una mesa que tenían preparada para ellos a la hora de la cena. Así que, por el momento, eran libres de hacer lo que quisieran.
Shino la ayudó a cargar su mochila hasta su dormitorio y luego se retiró a la suya para alistarse.
Se sentó en la cama y se recostó, la noche anterior logró dormir sin soñar y había sido reparador; él había cumplido su promesa, como siempre.
Pero ahora se encontraba somnolienta y tenía bastante tiempo para descansar; esperaría un poco más para ir a la piscina, cuando las demás personas se hubiesen ido.
Ya no tenía miedo de cerrar sus ojos, a pesar, de que era probable que las pesadillas la volvieran a asaltar por un tiempo más.
Se sentía más valiente, después de haber liberado todo el día anterior; más tranquila, después de haber logrado dormir en paz en su compañía.
Y ahora, el sueño volvía a atacarla sin piedad.
Hundió su cuerpo en aquella tibia agua permitiéndose disfrutar, ahora que la gente se había retirado. Miró al techo alto y de vidrio, que le permitía observar la noche desde su lugar; como si realmente estuvieran al aire libre.
Las luces, tenues, iluminaban el ambiente lo justo y necesario como para que pudiera sacarse sus gafas sin problemas en aquella soledad.
Las risas se escuchaban a lo lejos, distantes, entregándole una intimidad que le permitía descansar.
Aún quedaba una hora para cenar.
Nadó a un lugar un poco más alejado, y se sentó apoyando su espalda en una de las paredes de la gran piscina, quedando con el agua hasta sus hombros.
Cerró sus ojos y dejó de pensar un par de segundos.
Era agradable, relajante.
Y la soledad y tranquilidad del lugar le dio al ambiente una magia que no era capaz de explicar.
Era sorprendente como su cuerpo necesitaba algo así.
Un pequeño ruido lo alertó, abrió sus ojos y encontró que, a su lado, fuera de la piscina, Hinata se sentaba en traje de baño en la orilla dejando que sus pies flotaran en el agua.
Sonrió.
Nunca tenía suficiente de su compañía.
Salió de un salto y se sentó a su lado, como ella y la miró.
— ¿Dormiste?
— Un poco.
Su corazón latía fuerte al sentirlo cerca y admirar lo apuesto que se había vuelto con los años.
Desviar la mirada se volvía difícil y mantenerse sin sonrojarse lo era aún más.
Volvió sus ojos al agua, incómoda y avergonzada, pero no lo podía evitar; lo quería.
Lo amaba, de formas que jamás había experimentado.
Y por hoy, quiso romper aquel silencio que siempre los envolvía para distraerse de todo eso que él despertaba.
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Luciérnagas
Fiksi PenggemarEn esa tarde de otoño, en que las cadenas se rompieron, el viento frio anunciaba, que un nuevo camino aparecía. La pequeña luciérnaga necesitaba volver a brillar, y buscar su propio lugar para iluminar; y él buscaba alcanzar, aquella pequeña luz que...