《37》

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37.

«Mía nacerá ya» esas cuatro palabras habían estado rondando en mi mente desde hace casi dos horas, o sea, desde que la doctora me lo dijo.

Había estado pidiéndole a la hermosa Virgen de Chiquinquirá para que me cuidara a mí y a mi hija, para que las dos saliéramos sanas de ésta clínica.

Niños nacían de siete o nueve meses, pero mi hija iba a nacer de ocho meses. El mito es que, los bebés de ocho meses siempre mueren pero, tengo la fé de que mi bebé será fuerte y nacerá completamente sana.

Admito que, tengo muchísimo más miedo que antes, apesar de que el sangrado había parado desde que había llegado acá. «Si Mía no nace, corren peligro ambas» fueron las palabras que me había dicho la doctora y era la razón por la que había mandado a todos a rezar por la salud de nosotras dos.

— Es hora de entrar a quirófano. — notificó la doctora, manteniendo la debida distancia.

Los camilleros entraron y seguidamente, me sacaron de la habitación en la camilla.

Los muchachos, Gabo, Leosmel y Elianny me desearon éxitos en la cesárea y seguidamente me llevaron a la sala de quirófano. Cabe destacar que, Nelson iba a mi lado con su mano entrelazada a la mía.

Cuando llegamos a la sala, los camilleros acomodaron la camilla en el lugar indicado. Ésta se encontraba con la presencia de tres enfermeras y otro ginecólogo aparte de Nuvia.

Una enfermera me colocó el catéter endovenoso para mantener la hidratación y luego dos monitores en el mismo brazo; uno para controlar la tensión arterial y el otro no sé para qué, pero era importante también, y prosiguió con un catéter en la vejiga.

— Bien, Gabriela, colócate en posición fetal. — ordenó la otra enfermera a mi lado derecho mientras llenaba la jeringa de la anestesia.

La obedecí mientras miraba los hermosos ojos avellana de mi novio, esos que siempre me han transmitido tranquilidad y hoy no es la excepción. Sentí la fina aguja entrar por unos segundos en la piel de mi espalda, luego salió nuevamente y me acosté, haciendo que las enfermeras y los doctores se acercaran a mi parte delantera para iniciar el proceso de la cesárea.

Confesión del momento: estoy cagadísima y a la vez emocionada.

— Vamos por ti, Mía Gabriela. — anunció la doctora, haciendo que yo sonriera.

Me santigüé[1] y comencé a mirar hacia delante.

— Hey, mi amor, mírame a mí. — Nelson agarró mi mentón para girarlo a su dirección. — Todo estará bien. Nuestra Mía nacerá perfecta ¿ok?

Yo asentí con mi cabeza.

Los comentarios de la doctora Nuvia hacia las enfermeras, casi no los entendía, ya que por el tapabocas no se escuchaba tanto.

— Farías Espinoza, ¿te gusta? — Nelson acarició mi mejilla.

— Me encanta. — confesé.

— ¿Qué rasgos te gustaría que sacara de mí?

Interesante pregunta.

— Todo, menos la naríz. — sonreí. — Si saca ese narizón tuyo, me da algo.

Dios quiera y su naríz sea pequeña, como la de los Monasterios.

— Pero si a ti te encanta mi naríz, y no lo niegues. — bromeó.

— Bueno, tu naríz me encanta, lo que no me encanta es el tamaño. — reí.

— Mentira, todo de mí te encanta. — pellizcó suavemente mi mejilla.

La hermana de Gabo. // Nelson el Prince.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora