Prefacio

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La figura masculina visualizó la casa a oscuras, ya que sus habitantes estaban descansando luego de un largo día.

El cielo estaba completamente nublado, tapando todas las estrellas y pasaba un helado viento otoñal por la aproximación de la próxima estación.

La persona desconocida, ocultaba su rostro bajo una máscara blanca que cubría todo rasgo de él, y mantenía ropa oscura para pasar desapercibido en la oscuridad de la noche. Además, de que caracterizaba su grupo.

Entró a la casa sin causar ruido, bajo una tensión palpable en sus huesos, y paseó por los pasillos hasta subir las escaleras, y llegar al segundo piso, revisando los dormitorios donde el matrimonio dormía y sus pequeños hijos vagaban en el mundo de los sueños. Miró al niño rubio, que no debía tener más de cuatro años, por última vez y continuó su camino.

Se escondió al sentir unos pasos diminutos, y vio al mismo niño caminar hacia el baño con una expresión soñolienta, totalmente ajeno a su presencia.

Comenzó a sudar ante la ansiedad que se abalanzó contra él al ver al niño.

Pero órdenes, son órdenes. Temía que él le hiciera algo si no lo hacía, porque el castigo por desobedecer es la muerte. Más cuando estaba en una misión importante que salvaría al mundo.

Así que bajó al primer piso, hacia la cocina. Quitó la rejilla de la cocina y abrió la puerta del horno, luego de haber encendido el gas. Buscó por los cajones una vela y la encendió, terminando por ponerla al frente del horno y salió corriendo de la casa bajo un paso sigiloso.

Cuando salió de la casa pudo haber olfateado el ligero olor a gas y el remordimiento caló su piel.

Caminó dentro del bosque, deteniéndose al escuchar una explosión a lo lejos, seguramente de la casa que él mismo explotó, haciéndolo pasar como una simple fuga de gas.

Se quitó la ropa superior, bajo el frío helado, y sacó de su bolso un látigo con el que se empezó a flagelar buscando alivio hacia aquella culpa que lo carcomía por dentro.

Las llagas en su espalda comenzaron a sangrar, más no se detuvo pese al ardor y dolor que le recorría, y la piel comenzó a salir. Sangre cayó en la tierra.

Pero ese era el punto.

Su forma de expiar los pecados que ha cometido como el asesinato, bajo el mando de él.

Bestias De La NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora