Ya habían pasado un par de días desde la partida de Satoru, por lo tanto, era otra persona la encargada de nuestras clases y ese tipo de cosas.
Por mi parte; solía entrenarme a veces en el patio conjurando uno que otro hechizo y repetirlo para así volverme más resistente y no llegar a mi límite tan rápido. Lo genial de esto era que ocupaba una cantidad mínima de energía maldita ya que no estaba en batalla, simplemente la utilizaba para ser más resistente. El primer día terminé agotada, y fue suficiente como para que Yuji -quien me acompañaba a veces a entrenar- tuviera que cargarme hasta mi cuarto. El segundo día terminé casi igual de agotada, pero al menos podía mantenerme de pie. Ahora puedo invocar dos veces el mismo conjuro sin terminar tan cansada, aunque sería lo ideal ocuparlos en batalla y ver qué tal.
A veces me da miedo practicar sin Satoru cerca, pues si quedo sin energía maldita en una situación importante... en pocas palabras estaría jodida. Pero el albino ni se molesta en avisar por llamada o mensajes cuándo va a volver. Lo bueno es que las cosas están más calmadas...
-¡Corre!- Yuji tomó mi mano.
Una maldición casi me asestó un golpe en el rostro.
Resulta que nos habían enviado a exorcizar una maldición de segundo grado, que era más o menos elevado, pero no lo suficiente como para ser especial.
-¡Yo la exorcizaré!- estiré mi brazo para que no avanzara. -Ve en busca de Megumi y Kugisaki- me giré a verle. -De seguro deben estar exorcizando las demás maldiciones!
-Pero...!- frunció el seño.
-No podemos perder tiempo! Ve tras ellos!
Le vi dudar por un momento, pero entonces asintió y corrió por el pasillo.
Resulta que en realidad no era solo una maldición, sino varias. Son cosas que pueden suceder en un asilo de ancianos abandonado, la gente suele tener mucha repulsión hacia estos lugares, en especial si están abandonados.
-Bien, hora de exorcizar- Un aura azul envolvió mi cuerpo. -Vitalis sexualitis: fase 4!- extendí mis brazos.
Una espada de pura energía apareció en mi mano. La maldición observaba con deseo la espada, sabía que la deseaba, puesto que esta energía provenía -de- y existía gracias a Gojo Satoru, uno de los hechiceros más fuerte, y eso hacía mi energía la mitad de fuerte de él si es que aprendía a manipularla bien, porque igualar a Satoru... sería algo difícil.
¿Y si fuera recargada por una maldición y un hechicero? ¿eso qué tan fuerte me haría? ¿me dañaría? Bah, no es tiempo de pensar en esas cosas.
Me impulsé para saltar y di un giro en el aire con espada en mano para volar en miles de pedazos la maldición y atravesando su corazón para también exorcizarla. Aterricé en el suelo con suma agilidad. Estiré mi brazo y desaparecí la espada.
Me alegraba no tener que utilizar frente a los chicos mis poderes, pues me preguntarían cómo logro hacer aparecer armas malditas y entonces tendría que hablar de mi clan... Y sería todo un problema.
La maldad ya se veía erradicada en el lugar, supongo que a los chicos les fue bien.
Cuando salí del lugar los chicos ya estaban afuera. Kugisaki estaba sudando, Megumi estaba algo agitado y Yuji les hablaba.
-¿Qué tal estuvo?- me acerqué a ellos.
-Kugisaki fue levemente dañada- se corrió dejando ver la herida en el hombro de ella.
-N-no es nada!- le alejó con el brazo. -Estoy bien- trataba de no arrugar el rostro.
-Estaba tratando de animarles, pero nada resultaba- dijo Yuji.
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Chica promiscua (Satoru Gojo, Yuji Itadori y Sukuna x t/n)
FanfictionSoy T/N Suzuki, ya con 17 años he entrado a la academia de hechiceros en tokyo. Provengo de un clan que se creía era un mito; el de las promiscuas, un nombre bastante vulgar, pero todo eso se debe a que mi poder se puede activar solo si tengo coito...