Capítulo 8

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Me siento seguro cuando lees esto. Sin ti creo que transitar por estos lares sería como caminar sobre una cuerda floja. Tú eres luz en las tinieblas.

La peligrosidad de estas inmundas calles desaparece cuando pienso en ti. Si hay problemas, juntos vamos a superarlo.

Creo que estoy a salvo luego de superar varias manzanas. Esa casa era una bomba de tiempo. Pero las calles están muy vacías, como si hubieran liberado a un asesino en serie.

Nena, siento que alguien me sigue y no lo puedo ver. Percibo unos pasos en mi cabeza que se incrementan con cada latido. Mis piernas no están para correr y mi valor no concuerda con mi fuerza. Puedo vencer a puño limpio, pero frente a las armas soy todo un mortal.

Debo correr o debo morir… Una bala puede acabar conmigo y en este lugar tan desolado mi cuerpo sucumbirá ante los gusanos.

Una mano me tocó el hombro… ¡Basta de incertidumbre! ¡Qué demonios!

—Disculpa… —dijo una muchacha con voz apacible.

—¿Quién eres? —pregunté con voz acelerada y retrocedí.

—¿No me reconoces? Soy tu excompañera del colegio…

¿Debo creerle?

—¿Cómo te llamas? —inquirí.

—Soy Jaquelin.

—No te recuerdo…

La chica tenía unos ojos penetrantes y un rostro aniñado. Su cabello era corto y rubio. Llevaba un top y una minifalda jean. Sus piernas eran superlativas y sus atributos eran un viaje sin retorno a la lujuria

Antes de viajar, prefiero la belleza interior.

Esto es muy extraño. El diablo también puede ser atractivo.

Ella se acercó demasiado y sus senos se hundieron en mi abdomen.

—Hey, sé que te sientes asustado… No puedes caminar solo con una toalla. Vamos a mi casa, tengo ropa para ti.

¿Puedo confiar en ella?

Jaquelin me llevó de la mano hasta una casa chalet de dos pisos. Para llegar a su habitación, debíamos subir las escaleras, pero ella llevaba minifalda y yo no traía gafas.

—¿Qué pasa? ¿Por qué te tapas los ojos? —preguntó ella al subir unos peldaños.

Ella me miró con extrañeza, pero no se daba cuenta de que se le veía todo.

—Es que me pican los ojos —disimulé— Lo siento, pero creo que lo haces a propósito y no puedo ver bragas de una mujer que no es mi novia.

—¡Ay, no seas paranoico! —replicó ella con ojos vidriados.

Se puso roja.

En su habitación, ella me invitó a sentarme y luego me ofreció vino. Yo maté la conversación con mi silencio y ella se desvistió.

—¿No tienes sed? —preguntó.

Luego de varios minutos, ella me trajo ropa y fue a la ducha. En ese momento vacíe el líquido en una maceta.

—Estuvo rico, gracias… —dije y me cambié.

En una mesa había un revólver.

Salí de su habitación mientras ella se bañaba. Por desgracia dejé mi arma, pero si regresaba ya no saldría vivo de ahí. El ocaso me tomó desprevenido y la brisa se regocijó con mi piel.

Pasé por el cementerio y vi a un hombre de aspecto zarrapastroso y de avanzada edad sentado en una piedra. No le tomé importancia y pasé de largo, pero creo que el sujeto no se quedó quieto al verme.

Hombre de libro ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora