Capitulo 3

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Ted recuerda cuando tenía 12 años, ya podía distinguir muchas cosas, y le llamaba la atención que su Padre, Daniel, cuando no podía dormir se ponía a leer un libro muy viejo, con un estilo de escritura notablemente antiguo. Ted aquella vez se atrevió a preguntarle aquello.

-¿De qué es ese libro papá?- le pregunto aquel Ted niño

-Es un libro sobre la ciudad de "El Dorado"- le respondió calmadamente Daniel

-¿"El Dorado"?- le preguntó Ted sin comprender lo que ese nombre significaba-

-Así es hijo, a lo largo de los siglos muchos conquistadores y arqueólogos han soñado con encontrar la ciudad perdida del oro, se dice que esa ciudad está cubierta y hecha completamente de oro y supuestamente habría enriquecido a buena parte de las tribus prehispánicas- relató Daniel, con cierto entusiasmo 

¿Y por qué nunca se ha encontrado esa ciudad?-

-Tal vez este libro te ayude a entender el porque- Daniel hace una pausa y le indica la porción del libro del que está leyendo, y el extracto rezaba lo siguiente: 

"Muchos han muerto deseando encontrar a "El Dorado" y no lo han logrado, ¿por qué? Porque sus intenciones son puramente egoístas, desean las infinitas riquezas de esa ciudad, quieren quedarse con el oro, pero lo que no comprenden es que mientras tengan esa intención, nunca la encontrarán, les prometo que cuando un humano de buen corazón y nobles intenciones desee encontrar la ciudad perdida del oro lo logrará, pero conociendo la insaciable ambición del hombre, dudo mucho que alguien así aparezca en la historia..."

Daniel terminó de leerle este extracto a su hijo, lo miró con una ternura paterna y apoyo su mano en el pequeño hombro de Ted y le dijo:

-Yo sé que tú eres de buen corazón hijo- 

-Y tú que crees papá, ¿crees que "El Dorado" existe en realidad?- le dijo Ted, con mucha curiosidad

-Para mí es real mientras sigan existiendo seres humanos de noble corazón- le respondió Daniel

-¿Y porque no lo investigaste tú, Papá?- cuando Ted le dijo esto, Daniel quedó impactado, se echó atrás en su asiento, con un claro semblante reflexivo

-La verdad yo ya no estoy para investigaciones fantásticas y místicas, yo deje de ser detective el día que tu naciste, tenía el temor que, por dedicarme a resolver casos riesgosos, tú te quedaras sin un padre- dijo Daniel, con cierta nostalgia 

-No creo, tu no habrías muerto, eres demasiado hábil- dijo Ted, admirado

-Pero tú me superarás hijo mío, solo espera a crecer un poco más. La Ciudad del Dorado no me interesa, lo que me interesa es mi esposa, tu hermano, y tú, hijo, mi oro es estar para ti cuando me necesites y educarte, pero tu tendrás tu propia vida, y tomarás otras decisiones...- dijo Daniel mirando a los ojos de su hijo, mientras que Ted no se cree del todo lo que su padre está alentando. 

El Ángel de Oro: en busca de "El Dorado"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora