El infortunio de los afortunados

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k.th

Tenía 15 años cuando leí mi primera novela romántica, la encontré en la habitación de mi hermana mayor cuando estaba recogiendo la ropa sucia. Recuerdo haberla escondido entre mis libros de medicina porque me avergonzaba mucho decir que me encantaba el romance entre pastas. Y continuó pareciéndome ridículo la existencia del amor en esos términos. Porque ahí estaba mi historia con Yiseo, la de Yeon con Yoongi... Mi hermana con Jimin. Ese no era el amor que leí en esos libros. 

—Lo que quiero decir, es que quiero que ella deje de llamarme cada que tienen una pelea—el azabache soltó el humo junto a mí.

—Díselo—frunció el ceño al girarse—. No me mires así, no voy a tomar partido con nadie, los amo a ambos de la misma forma. Pero hasta yo sé que Jieun se convirtió en una versión mucho más inquietante de lo que fue Yiseo. Ella continuará poniéndote en situaciones como estas si no marcas el límite. Para mi hermana, tienes la obligación afectiva de quedarte a su lado porque la amas.

—No, yo terminé con eso hace mucho. Fue bueno mientras duró, incluso podría decir que hasta fue divertido sufrir un poco cuando me hacía ir tras ella todo el tiempo. Pero ya no tenemos 16 años, y cuando pienso en lo que es el amor, ya no pienso más en Jieun. Lo siento—suspiró.

—¿Por qué te estás disculpando conmigo?—sonreí—. Es a ti a quien tienes que pedirle disculpas, estuviste todos tus años de universidad sufriendo por mi hermana cuando pudiste haber salido con todas las chicas que te invitaron a beber algo en el café de la facultad. Eso sí es para disculparse.

—Sabes mejor que nadie que toma tiempo—viró los ojos—. Creo que pasará mucho para que pueda conocer a alguien que me haga sentir como Yeon lo hace contigo.

—No sabes cuando—pisé lo que quedaba del cigarrillo desinteresadamente—, al menos yo no tenía ninguna intención de encontrar a Yeon... Fue ella quién me encontró a mí, a pesar de que creí estar esperando a Yiseo —me encogí de hombros.

—Suenas como todo un adulto.

—Tengo 26—fruncí el ceño.

—Y yo te conozco desde los 13—farfulló al entrar tras de mí.

Las cosas no habían sido difíciles sólo para mí. Jieun había herido a Jimin de cientos de formas que no sabía que existían. Pero la peor de todas había sido ir corriendo a sus brazos cada que las cosas con Jung iban mal.
Y aunque era más que obvio que esa relación no tenía futuro, yo no era nadie para juzgarlos, sólo podía sentarme a mirar desde mi trinchera y prestar mi hombro cuando había que hacerlo.
Traté más que un par de veces, pero Jimin continuó aferrándose sin poder pasar de largo. Lo que nos llevaba a ese preciso instante, de nuevo inmersos en ese bucle de indecisión en donde mi hermana lo arrastraba sin piedad y yo tenía que levantarlo.
Jieun ni siquiera le dio las gracias, se marchó tan pronto como Yeon le dio las llaves de su apartamento. 

Pensaba, que nuestros amores fallidos habían tenido la fortuna de encontrarse con el trío de tontos que habían amado cada partícula de su existencia aunque no era la mejor. Pero también creía que eran demasiado desafortunados al no haberlo aprovechado. Tan ambivalente como podía ser la vida. 

El timbre sonó más de dos veces sin pausa mientras me lavaba las manos en la tarja. Así que miré el reloj en la pared y devolví la mirada a Jimin. No podía ser la comida que ordenamos, sólo habían pasado 15 minutos. Yeon asomó la cabeza desde mi habitación y preguntó que sucedía sólo con la mirada. Un segundo después, Jimin había abierto la puerta para dejar entrar al desconcierto sujetando al desastre.

—Doctor Kim—la pelirroja suspiró aliviada al verme en la cocina mientras yo trataba de acomodar la situación en mi cabeza. No comprendía porque tanta sangre—, no sabía a dónde más ir. Y la chica está demasiado mortificada para hacer algo por su cuenta.

—¿Haemin?—Yeon soltó la secadora para el cabello y sujetó a Yoongi de un costado.

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