Capítulo 36; Perdón.

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Era el último día del ruso en la morada del mexicano, a decir verdad, se sentía ansioso, no por el simple hecho de que volvería a estar solo en casa, sino, porque antes de llegar a su hogar le haría una visita a su compañero el alemán. En el fondo, tenía miedo, miedo de cómo reaccionaria, si lo aceptaría, si seguiría enojado con él, o peor, si no aceptara sus disculpas.
Mientras estaba en su cuarto pensando todo eso al borde de su cama, vio de reojo pasar por el pasillo a México, ahí levanto su mirada y le llamó.

—Мексика

El mencionado solo se detuvo y se puso al marco de la puerta.

—¿Sucede algo?

—Yo... Ahm, espero que lo que te vaya a pedir no sea mucho... Y lo que menos quiero es ser una molestia.

—No lo eres —Se acerco a este y se puso al un lado de su cama —¿Qué pasa?

—Me... Gustaría si mañana pudieras acompañarme en el camino a casa. Sé que tal vez es mucho pedir solo para un simple favor, pero daré una parada a casa de Alemania.

—Ouh, bueno, no tengo problema alguno. Supongo que iras a disculparte, ¿no?

—En efecto, pero no quiero arruinarlo, necesito que, si llegase a "cagarla" tú seas mi voz de la razón.

—Esta bien, no te preocupes —Algo dudoso, puso su mano cerca del eslavo, sin darse cuenta Rusia también puso su mano encima de la del mexicano. Este solo se puso rojo sin decir nada al respecto.

—Me alegra mucho que me ayudes en estas cosas de las relaciones sociales, eres muy bueno con estas cosas.

—N-no es nada, en serio... —México sólo veía su mano y al ruso casi al mismo tiempo, quería quitarla pero algo le decía que no lo hiciera.

—Oh, lo siento, tu mano estaba con la mía —Rusia noto esto y quitó su mano.

—No pasa nada...

Ahora se arrepentía en pensar si debería quitar su mano no.




»...«



Tomaron un vuelo temprano a su destino, en esas diez horas de vuelo al menos sirvieron para dormir un rato, charlar de otras cosas para que el chico de ushanka no estuviera nervioso, escuchar música y un sin fin de cosas que puedes hacer en un avión (o séase, no mucho.)
Hasta que llegaron, estaba oscureciendo, así que sin más tomaron un taxi. Del camino no fue mucho, máximo treinta minutos hasta llegar a la residencia del chico europeo con franjas negra, roja y amarilla. Ambos bajaron del carro, Rusia volvía a sentirse nervioso, se había ido así como así, ni siquiera le llamó, algunas de sus pertenencias seguían ahí (si es que el alemán no se deshizo de estas).
¿Y si era una mala idea? Estaba empezando a arrepentirse.

—Taquito, perdóname por hacerte venir hasta acá, mejor vámonos.

—¿Qué? Rusia, ya estamos acá, no hay vuelta atrás —Lo tomó del hombro para detenerlo.

—Ni siquiera sé si aún quiera verme, es una pésima idea.

—¡Ahhh no, ni mergas, no hicimos este viaje en vano! —El latino le soltó y fue a la puerta del alemán a tocarle.

El ruso se puso aún mas desesperado, ¿abriría? ¿Los miraría mal? La ansiedad le carcomía en todo su ser. 
La puerta pocos segundos después fue abierta a por el europeo de lentes, se impresiono un poco al ver de quienes se trataban.

«Esto no es Amor.»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora