Capítulo 30; Pelea.

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Rusia seguía en casa del Alemán, había pasado máximo medio mes y el tricolor con negro, rojo y amarillo ya empezaba a molestarle su presencia. No lo malentendamos, el eslovaco le ayudaba en alguno que otro que hacer de la casa, en eso no había problema alguno, pero cuando salía, Alemania era como la típica madre que esperaba hasta al amanecer con tal solo ver que su hijo había llegado con bien a casa, eso y sumándole que cuando esté quería contarle algo al más alto que le motivaba era completamente ignorado. Siempre se trataba del chico de ushanka.

Lo peor de todo es que el ruso ya estaba mejor en condiciones, tanto de salud como físicas, ¿Por qué seguía allí? No quería usar la palabra Parásito en él porque en sí no lo era. ¿O tal vez es que realmente aún se negaba a aceptarlo?
Lo peor es que se lo había comentado a ONU.

Estoy ocupado con otras cosas Alemania, ¿Porqué no se lo dices tú? Eres su amigo después de todo.

—Como si fuera tan fácil. —Murmuró.

Sea como sea, ya no quería pensar en eso.

Una linda mañana aparecía en la morada del Alemán, eran las 8:16 a.m. Alemania tenía el día libre, como no quería pasarla con el ruso y escucharlo quejarse por más de 5 horas sobre lo mal que sabía algunas cervezas, planeó su día para hoy, y entre ellos estaba en invitar a la señorita Polonia a un café.
Y ya todos sabemos aquí que la presión social no es bonita, pero al menos el Alemán quería ser su amigo, un compañero, al menos alguien en quién ella pudiera confiar si algo malo le pasara. Quería entablar un vínculo amistoso, ya le daba un poco igual si sus sentimientos nunca serían correspondidos, solo quería ser su compañero.

El chico se levantó de la cama, la arreglo, se quitó la pijama y se metió a darse una ducha, una de las cosas que al Alemán le encantaba hacer era poner en su lista de reproducción bandas de rock de su propio lenguaje, muy pocos sabían que él amaba a esas bandas, pues todos los que no lo conocían muy bien, al verlo como alguien serio y formal lo tomaban como que no toleraría esa música "tan ruidosa" y se iría más por la clásica.

En fin, salió de darse el baño y fue directo a su clóset, ¿Qué podría ponerse para la ocasión? No quería ir muy "elegante" está vez, así que mejor optó por unos jeans negros, camisa de manga larga con tonos de negro en el cuello e mangas y con color blanco todo lo demás. Se puso unas botas negras al estilo militar, se vio al espejo y sonrió. Pero algo de nuevo no cuadraba, los colmillos... Cerró su sonrisa poco a poco y se volvió a ver con detenimiento.

—... Verdammt, meine Zähne sind wunderschön. —Se dijo así mismo volviendo a sonreír.
(Al carajo, mis colmillos son hermosos).

Está vez no estaría para impresionar a nadie, sería el mismo y si Polonia le rechazaba pues al diablo (para que después volviera a llorar, pero ya saben, con estilo).

El tricolor con franjas negras, rojas y amarillas salió de su habitación directo a hacerse un café y a poner algunos panes en la tostadora, en ése entonces el ruso iba apareciendo algo moribundo en la cocina.

— Доброе утро... —Bostezó para después fijar la vista en el alemán, su expresión cambio a una confundida — Куда ты идешь так рано?
(Buenos días... ¿A dónde vas tan temprano?)

—Oh mein Gott, ich bin so froh, dass du gefragt hast! —Le dirigió la mirada — Siehst du, organisiere einen Tag für mich und nun, ich dachte darüber nach...
(Oh, vaya, ¡Me alegra que preguntes! Pues verás, organice un día para mí y bueno, pensé en si sería buena idea si...)

—Эй, что ты делал на завтрак? —Fue abruptamente interrumpido por el ruso mientras se recargaba en una silla.
(Oye, ¿Qué hiciste de desayunar?)

«Esto no es Amor.»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora