Intento abrir mis ojos, pero el resplandor me obliga a cerrarlos nuevamente. Siento una punzada en mi cabeza, de esos que parece que estallará en cualquier momento. Intento moverme, pero un quejido sale de mis labios al sentir un dolor en la parte baja de mi estómago.
-No te esfuerces, por favor -la voz de Margaret se oye lejana.
Siento como al intentar abrirlos otra vez, la luz cegadora del lugar me hace entrecerrarlos un poco. Unos segundos pasan para poder adaptarlos y ver frente a mí a una Margaret con rostro cansado.
Al abrirlos completamente se acostumbran a la luz de aquel lugar. Me intento incorporar en la cama, pero al hacerlo veo como Margaret me toma por los hombros volviéndome a recostar.
-Hola, preciosa -saluda, regalándome una sonrisa de boca cerrada.
-¿Qué pasó? -pregunto llevando mis manos a mi cabeza.
-¿Te duele alguna parte del cuerpo? -responde con otra pregunta.
-En mi estómago -respondo con una mueca.
Aparto mis manos, y ya mi vista se aclaró un poco. Miro el techo, esa lámpara vieja que ya no funciona, el techo con el cielo razo, las paredes blancas sin gracia alguna, el sofá negro desgastado que está en la esquina, ese donde varías veces me recosté para descansar.
-Te daré un calmante -me fijo nuevamente en Margaret. Su cabello corto ya tiene algunas canas visibles, su rostro con algunas arrugas, sus ojos negros denotan cansancio.
-Margaret -susurro su nombre, pero obtengo su atención ya cuando ella ha tomado unas pastillas junto con un vaso de agua del carrito que había a su lado.
-Toma esto, te calmara .- Me tiende ambas cosas y yo las tomo. Llevo ambos a mi boca, y al terminar me incorporo con cuidado en la camilla.
Cierro los ojos, y no detengo las lágrimas que salen empañando mis mejillas.
-Cielo -susurra con lastima.
- No...o quie...ro más está vida de mier...
-¡No digas eso! -me reprende en tono molesto -.Jamás digas eso. Eres la hija que nuca tuve, Emily, que eso no se te olvide nunca, por favor.
Oír esas palabras salir de su boca, me hace tener una chispa de esperanza. Una de que no todo está perdido, y que sé que puedo salir adelante.
No respondo, solo continuo llorando.
No sé cuánto tiempo paso en ese estado, mientras Margaret no me deja sola. Ella me deja ser, me deja llorar, porque sabe que lo necesito. Solo quiero soltar todo lo que me ha pasado en los ultimos meses, pensar que todo pasa por algo, que hay mejores cosas por venir para mi vida.
Margaret toma asiento a mi lado mientras recuesta mi cabeza sobre su pecho.
-La vida a veces no es justa, mi cielo. Hay que caer para volvernos a levantar, hay que seguir luchando para lograr todo aquello que queremos en nuestras vidas - acaricia mi cabello - .Mírame a m, luché por todo lo que quise, y lo logré, con caídas fuertes, pero lo logré...
-Tú siempre quisiste una hija, pero no pudiste - le recuerdo en medio de sollozos.
-¿Y quién dijo que no pude? -pregunta alejándome de ella para tomar mi rostro entre sus manos -.Te tengo a ti, mi dulce niña. Nunca se me va a olvidar la primera vez que te vi, tan confundida, tan absorta de todo -.Limpia mis lagrimas con sus dedos -Para mí, eres mi hija -finaliza.
Con una sonrisa de boca cerrada extiendo mis brazos para fundirla en un abrazo, de esos que te dan mil años de vida, de esos que te deba tu madre cuando sentías que el mundo se derrumbaba a tu al rededor.

ESTÁS LEYENDO
Una Navidad Para Recordar❄ 1°
Novela JuvenilEmily Roberts ha sufrido de burlas gracias a su peso y contextura desde que tiene uso de razón, pero no fue un impedimento para dejar su futuro de lado y trabajar para cuidar de su madre enferma, la única familia que le quedaba. Ella busca trabajo e...