❄Capítulo Trece, parte II❄

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SEBASTIAN.

-Aquí estoy, jamás me iré -susurra en mi oído, mientras yo solo me limito abrazarla cada vez mas fuerte, recordando...

Recordé cuando estaba Elizabeth, cuando nuestras noches eran estar juntos, abrazados, deseándonos, amándonos. Emily se parece tanto a ella físicamente, en sus cabellos castaños. en sus labios, sus ojos marrones, su dulzura, delicadez.

Elizabeth también tardó en confiar en mí, sus inseguridades no le dejaban ver mas allá, darse cuenta que si la quería, pero con el tiempo me gané su amor, confianza y comprensión. Sabia por todo lo qué había pasado, y me había prometido a mí mismo el cuidar de ella, de que nada volviera a ocurrir, pero las cosas no resultaron tan fáciles como yo creía, ya que fallé.

Ella también perdió a su madre por causas de un infarto, estuve a su lado en los momentos que ella me necesitó. Sufrió de bullying en su niñez y parte de su adolescencia. La conocí en la universidad, ambos estudiamos Licenciatura en letras, y desde ahí empezó toda nuestra historia.

Los besos de Emily no eran los mismos que con ella, y como me jodía eso. Yo no quiero lastimarla, yo solo quiero volver a encontrar esa paz que una vez tuve.

Mi padre odiaba a Elizabeth, siempre que podía le recordaba que no era bienvenida en la familia y que solo arruinaría mi futuro, y fue por esa razón que ella no le gustaba acompañarme a los eventos de la empresa, aunque le rogaba no lo hacia, así que no la obligaba.

Cuando nos graduamos la llevé conmigo a la casa, prometiendo que pronto nos iríamos a un apartamento para nosotros, pero siempre ocurría algo, y así fue como con el pasar del tiempo esa sonrisa que la caracterizaba se iba perdiendo, al igual que su carisma; yo me daba cuenta, pero en vez de estar para ella la llenaba con detalles vanos. Patricia me decía que ella no estaba bien, y yo como idiota de no dejar mi trabajo como el heredero de los vienes de la empresa, cuando quise hacer algo, ya era demasiado tarde.

Su partida me dejó destrozado, en el limbo de la vida. Me refugié en el trabajo, mis poemas sin culminar, ya que ella era mi inspiración. Erick y Patricia estuvieron conmigo en esos momentos, estuve en terapia con Patricia, ella me ayudó mucho y fue así que en un año me sentí mejor en seguir con todo. Mi padre fue un caso aparte, siempre me recriminaba que todo había sido mi culpa, y hasta cierto punto lo llegué a pensar.

El día que vi desde la ventana de mi oficina, a aquella cabellera castaña entrar por esas puertas, no pude evitar sentir miedo, euforia; y fue por ello que no dudé en decirle a Patricia que era ella, aunque me advirtió que no, ya yo tenia una decisión.

Cuando entró a la oficina era tanta mi emoción y mis nervios, que casi rompo a llorar ahí frente a ella. Cuando la escuché hablar entendí que no me podía dejar llevar, que ella no era Elizabeth. Pero todo fue tan difícil cuando la vi tan desesperada por la muerte de su madre, que mi mente viajó al pasado, y por eso desde ese día me volví a prometer cuidarla, y ayudarla en todo, al igual que antes, no quería que nada se repitiera.

-¿Quieres ir a casa? -su pregunta me hace volver a la realidad.

Con cuidado me separo de ella para ver mejor esos ojos marrones que me tienen hipnotizado.

-Sí -respondo posando mi mano nuevamente en su mejilla, y amo con locura como cada vez que siente mi tacto sus ojos se cierran.

-Te quiero -sale de su boca esas dos palabras, y yo no necesito más.

-Emily, también te quiero -me acerco y deposito un beso en su frente.

¿Cómo describir este momento? Único, pero tan único que no quiero que acabe.

Una Navidad Para Recordar❄ 1°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora