❄Capítulo dieciséis, parte II❄

7.6K 436 45
                                    

-Elizabeth...

Susurro su nombre mientras coloco aquel par de aretes en mis orejas. Miro el collar que sigue en la caja, y suelto un suspiro, cansada, derrotada.

Miro mi reflejo en aquel viejo espejo de mi habitación, notando como aquél vestido realza un poco la poca figura que queda. El recargado maquillaje que usé para tapar todo lo que lloré, disfrazando mi tristeza en una fingida alegría.

Al llegar a mi departamento y sentirme encerrada lloré, lloré, lloré. Descargué toda mi desilusión, toda mi frustración en gritos ahogados, el maldiciones, en pensamientos suicidas. Lloré todo lo que no había llorado en meses, incluso hasta años; lloré más que cuando perdí a mi madre y mejor amiga, pero con ellas sabía que no me habían abandonado por quererlo, sino porque el destino así lo quiso. Pero Sebastián me engañó, jugó conmigo, quiso solo revivir un recuerdo en mí.

Lo que siento no es rabia, es decepción de una persona que dijo amarme, pero mintió. Nuevamente me mintieron, nuevamente jugaron con mis sentidos como cuál balón de fútbol.

Levanto mi cabeza hacía arriba, intentando regresar las lágrimas que amenazan con salir y dañar mi maquillaje.

Pensé mucho en ir, no quiero verlo, no quiero hablarle, no quiero sentirlo cerca de mí nuevamente. Pero a última hora decidí que lo mejor era una despedida, aunque él no lo supiera, una despedida para mí, para dejar todo esto en el pasado y empezar mi vida, así sea difícil, así me cueste; ya fue suficiente para mí.

El sonido de alguien golpeando la puerta me hace pegar un brinco en mi lugar, miro la hora en mi celular y me doy cuenta que aún faltan ocho minutos para que Sebastián pase por mí. Haciendo resonar mis tacones en el suelo camino hacía la puerta, pero está vez me dijo de quién es, y mi corazón se detiene al verlo.

Cierro mis ojos fuertemente mientras aprieto el pomo con mis manos. ¡Malditos sentimientos! Pienso al sentir mi corazón saltar de alegría al verlo, y ahí me doy cuenta lo doloroso que va a ser soltarle.

Tomo una respiración profunda antes de abrir, y coloco mi mejor sonrisa. Al abrir la puerta noto el ramo de rosas entre sus manos mientras me regala una sonrisa escaneando mi cuerpo.

-Soy el hombre más afortunado de tenerte
-rompe el silencio.

Una sonrisa triste se forma en mis labios, pero la intento ocultar bien. Me hago a un lado y lo dejo pasar.

-Pensé que llegarías más tarde -digo cerrando la puerta. Al girarme hacia él puedo ver cómo coloca el ramo sobre el sofá con delicadeza de no dañarlas y camina hacía mí.

-Te vez preciosa -susurra tomándome de la cintura para depositar un beso en mis labios.

Pongo mis manos sobre su pecho para alejarlo sutilmente, y lo logro, pero noto en su mirada confusión.

-Mi labial -señalo mis labios -. No quiero arruinarlos -miento mientras camino hasta el sofá para tomar el ramo entre mis manos -.Voy a guardarlas en la habitación, ya vuelvo -anuncio sin volverle a mirar.

Al entrar a mi habitación coloco con cuidado las rosas sobre la cama, pensando en qué haré con ellas, no las quiero cerca de mí tampoco, no quiero ya nada que provenga de él, por lo que decidí después de esta noche devolver el vestido y las demás cosas a su caja.

-¿Estás bien? -pregunta rodeando con sus brazos por detrás. Siento su aliento en mi cuello mientras deja un beso ahí.

No me sorprendí al sentirlo, más bien esperaba ya su acercamos nuevamente. Sabía que no se quedaría dónde le dije.

-No es nada, solo son los nervios de conocer al fin a tu familia -respondo con una verdad, y es que me siento un poco nerviosa de conocer a su familia por primera y última vez.

Una Navidad Para Recordar❄ 1°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora