Capítulo 12. (Parte dos)

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Capítulo dedicado a Kathy111403.

Capítulo doce (parte dos): Me gustas.

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―Huevos, arroz, queso, leche... ―los susurros brotando de su boca la ayudan a cerciorarse de que lo anotado en la lista se halle dentro del carrito de las compras―. ¿Qué diablos escribiste acá, papá? ―entrecerrando sus ojos, ladea la cabeza lateralmente en un vano afán por descifrar los jeroglíficos dibujados sobre el blanco papel pertenecientes a la letra desprolija de Elias Ackerman.

«Mikasa, dejé dinero en la mesa para que hagas las compras», aquel había sido el breve mensaje que leyó apenas llegar del colegio. Junto al dinero, también se encontraba una lista no muy extensa de lo que escaseaba en la casa y demandaba adquirir.

Tan concentrada está en interpretar las palabras puestas que, sin aviso previo, siente cómo alguien choca contra su pecho izquierdo, provocándole una punzada que la incita a maldecir de forma involuntaria. Sin embargo, antes de que logre liberar el primer agravio del día, una cabellera rojiza (correspondiente a la persona que acaba de chocarla) la distrae de su acción. Los ojos esmeraldas demostrando arrepentimiento por el descuido se conectan con los suyos, sosegándola en cuestión de segundos.

―Isabel ―habla Mikasa, algo patidifusa por toparse a su amiga en el mismo pasillo del supermercado. En sus manos, la muchacha de baja estatura también sostiene una extensa lista donde se registran los víveres a elegir―. Deberías mirar al frente, acabas de acuchillarme un seno.

― ¡Ay, perdón! ―se lleva una mano a la boca, a leguas notándose arrepentida por su distracción. Comprende perfectamente el dolor que conlleva hasta un mínimo porrazo en aquella sensible zona―. Perdón, perdón, perdón, no fue a propósito.

―Tranquila, voy a sobrevivir ―bromea, amenizando el penoso ambiente creado―. ¿Qué estabas haciendo?

―Intentando descifrar el código morse de mi padrastro ―tras lo dicho, Isabel voltea el papel, evidenciando la veracidad de sus palabras. Oh, vaya, Elias tiene un digno rival y no es más ni menos que su amigo de la adolescencia: Kenny Ackerman.

―Pues estamos en las mismas.

― ¡Escriben con los pies! ―exclama visiblemente indignada, fallando en el intento de comprender la escritura de Elias―. Y ni siquiera nos acompañan para traducirnos. Vienes sola, ¿no?

―En efecto ―selecciona dos paquetes de fideos tallarines en oferta, echándolos al carrito―. ¿Y tú?

―Levi viene conmigo, dijo que aprovecharía a comprar sus productos de higiene ―con la punta de su dedo índice, señala el pasillo de limpieza ubicado a varios metros. Automáticamente, Mikasa transporta su vista hacia el muchacho que selecciona la quinta botella de cloro.

Una semana. Exactamente una semana ha pasado desde que aclaró sus sentimientos por Levi y empezó a sospechar asimismo sobre los de él. Como supuso en un principio, Armin se abstuvo de revelar cualquier mínimo detalle al respecto, guardándose sus secretitos a la tumba. No importaron cuántas veces le insistió y rogó hasta el cansancio que le dijera la verdad, su mejor amigo continuaba haciéndose el tonto, inventando que la llamada se cortaba o cambiando el tema de conversación sin nada de disimulo. Sin embargo, el hecho de que lo oculte es suficiente motivo para aseverar que sí sucede algo.

A pesar de sentirse curiosa y ansiosa de tan solo pensar en averiguar si su teoría es acertada, se vio obligada a dejar el tema a un lado, abandonándolo momentáneamente. Las nacionales están a la vuelta de la esquina ―dentro de cincuenta días se llevan a cabo― y requiere concentrarse de lleno en el baile. La coreografía ya finalizada que creó con Levi es simplemente perfecta. Le encanta, la ama con cada trocito de su alma. Lo único que necesita es pulir diminutos detalles y estará enteramente lista.

Cristal. (RivaMika)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora