Capítulo 15. (Parte uno)

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Capítulo quince (parte uno): Las nacionales.

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Mikasa detalla con minuciosidad cada una de las facciones reflejadas en el espejo frente a ella. Carly, una de las cinco estilistas designadas de la academia, había hecho un trabajo más que espectacular, a pesar de haber afirmado en un principio que todavía se consideraba principiante en el ámbito. Sin embargo, la viva imagen de una muñeca de porcelana se plasma en el rostro de la bailarina, obligándola a asumir que, definitivamente, Carly no es ninguna novata.

―Bien, terminé contigo. Ahora iré a arreglar a los muchachos que faltan ―avisa la simpática mujer, retirándose del puesto con la infinidad de cosméticos guardados en un maletín―. Te deseo mucha suerte, linda.

Aprovechando su reciente libertad ―pues tuvo que mantener los ojos cerrados la mayor parte del tiempo que duró la realización del maquillaje―, Mikasa otorga una barrida visual al camerino repleto de mujeres yendo de un lado a otro, todas manifestando notorio nerviosismo por la pronta presentación.

Sentada a su lado, Petra batalla a muerte con unas inofensivas florecillas de adorno que, sin éxito, intenta intercalar sobre su perfecto peinado. Las manos temblorosas de la joven indican que está a punto de sufrir una de las típicas decaídas que la golpean brutalmente antes de salir a bailar. Por lo mismo, Mikasa está de pie un microsegundo para posicionarse tras su silla, tomándole las manos con suma delicadeza, dispuesta a sosegarla lo más rápido posible.

―Tranquila ―habla, suavizando el tono de su voz. Al advertir que la susodicha se mantiene estática, aprovecha a hurtar los decorados y acomodarlos estratégicamente ella misma―. Lo harás excelente, como siempre. No tienes de qué preocuparte.

―¿Por qué nunca te ves nerviosa? ¿Acaso no lo estás? Siento que voy a desmayarme en cualquier momento, creo que olvidé toda la coreografía. Mikasa, estaré parada en el escenario, sola, sin nadie, frente a muchísimas personas ―inhala de sopetón, recuperando el aire perdido―. Oh, voy a vomitar de solo imaginarlo.

―Lo estoy, estoy nerviosa ―la interrumpe, cortando la sarta de palabras que escapaban de su boca―, pero confío en que todo saldrá bien. No es lo ideal que te atormentes y pienses en negativo antes de salir, vas a entorpecerte. Y, por favor, no te muerdas el pellejo de tus dedos.

―Me comería los dedos si pudiera ―exhala Petra e, inmediatamente, libera una risa seca ante la barbaridad sin sentido que acaba de soltar. Contagiada, Mikasa dibuja una tenue sonrisa en la comisura de su boca, conforme ajusta la última flor blanca al corto cabello miel―. Gracias. No sé cómo, pero nunca fallas en hacerme sentir mejor.

―No agradezcas ―agarrando sus hombros, la azabache se inclina hasta apoyar su mejilla contra la de Petra―. Estás hermosa.

Petra entreabre los labios, dispuesta a responder el alago dado, cuando la profesora Nanaba ingresa algo agitada al camarín para comunicar que los tres bailarines solistas debían estar listos en cinco minutos a más tardar. De un salto, la más baja abandona su asiento y trota directo a la profesora, a la par de Annie Leonhart, acompañadas de los "rómpete una pierna", silbidos y ánimos de sus compañeras, quienes, una vez arregladas, corren a presenciar el show de la primera academia partícipe.

Mientras tanto, Mikasa decide vestir el hermoso atuendo por el que estuvo trabajando en la cafetería de Kuchel durante un mes exacto. Una vez quitado el plástico envoltorio y descolgado de la percha que lo mantenía intacto de accidentes, se apresura a deslizar por su cuerpo cada parte con extremo cuidado, incluyendo las medias del tono de su piel y zapatillas de punta.

Oprime los labios, efectuando una mueca bastante extraña en su vano intento por menguar la conmoción que vibra con fuerza dentro de sí misma. Agradece que la ausencia de sus compañeras le brindase un momento a soledad, ya que le disgusta la idea de ser vista mientras sus emociones salen a la luz y explotan en chispas de pura felicidad.

Cristal. (RivaMika)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora