Capítulo 11.

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Leer la nota de autor al terminar el capítulo. Eso es mucho muy importante.

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Capítulo once: ¿Cita?

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Agita su adolorida mano por indefinida vez en lo que va de la noche, oyendo el particular «crack» que ocasiona su muñeca al cometer tal acción. Sintiendo un malestar hostigaste en el cuello a raíz de la mala postura, extiende un moderado vistazo al centenar de hojas escritas ―en realidad, son solo un par― y dispersas arriba de la cómoda cama de su habitación.

La hora en la pantalla de su teléfono indica que son las 5:02 a.m. del lunes. Larga un prolongado gemido de resignación, maldiciendo a su nefasta memoria que le echó en cara a última hora un recordatorio del examen de biología que la profesora programó con una semana de anticipación para ese día. El colmo es que, antes de rendir la prueba, debe entregar sí o sí un informe de, mínimo, cinco carillas completas respecto el tema.

―Que Dios la ayude, profesora Lynne ―musita, efectuando un mohín penoso al ver su ilegible letra de doctor. Ciertamente, no tan literal, pero sí es bastante impresentable.

Afortunadamente, solo le faltan un par de párrafos para finiquitar la ardua tarea hecha a los apurones; por lo tanto, volviendo a hurtar determinación de quién sabe dónde, obliga a que su muñeca maniobre la lapicera de tinta azul.

Al mismo tiempo, su cabeza se encarga de conmemorar lo acontecido horas atrás, atormentándola una vez más.

―Armin, ¿qué diablos le dijiste a Levi? Cuéntame todo, ahora mismo, no te saltes ningún detalle ―susurra Mikasa, vomitando una tras otra las palabras, asemejándose a una metralleta humana. Al no recibir una respuesta inmediata, agarra a su mejor amigo del hombro izquierdo, sacudiéndolo cual maraca con tal de hacerlo confesar.

― ¡Ey! Vas a revolverme el cerebro, tranquilízate un poco ―contesta el chico, exponiendo una mueca de malestar que se esfuma apenas Mikasa lo libera. Antes de arrimarse a su oído para comunicarle la información recientemente adquirida, Armin sondea la mesa en la que se encuentran almorzando, asegurándose así de que nadie tenga puesta la atención en ellos―. No conseguí sacarle nada. Créeme, solo fuimos a comprar ―dice por fin, terminando con el suspenso creado en el ambiente.

― ¡Ves! Te dije que alucinabas. Es imposible que Levi sienta algo por mí.

―Parecías bastante entusiasmada de saber, ¿acaso esperabas que lo admitiera?

Organiza las hojas garabateadas dentro de un folio, el cual guarda en la carpeta que acomoda sobre la mesita auxiliar a un lado de su cama, con prudencia de no derribar la cajita musical que reposa en la superficie de madera. El matiz rosáceo se acopla en sus mejillas conforme recrea la conversación que sostuvo con su mejor amigo durante el mediodía a mitad del almuerzo grupal integrado por sus amigos, conocidos y compañeros.

―No digas tonterías, ya empiezas a inventar, Armin Arlert ―lo reprende dándole un pellizco en el costado, provocando que el chico brinque asustado en su lugar y casi caiga del banquito en el que se ubica sentado―. Deja tu orgullo de psíquico atrás y admite que fuiste derrotado.

―No las digo, Mikasa Ackerman Azumabito. Y te informo que mantengo firme mi postura al decir que estoy totalmente convencido de lo mucho que le gustas ―afirma, asintiendo varias veces para convencerse a sí mismo de su argumento sin bases lógicas.

―Creo que te está brotando un delirio, y uno muy grande si me permites decirlo. ¿Qué pruebas tienes además de las supuestas miraditas que me dedica, según tú? Las cuales, por cierto, nunca he distinguido.

Cristal. (RivaMika)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora