Capítulo quince (parte dos): El príncipe Ackerman y la bailarina de Cristal.
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El momento tan codiciado había llegado; ese por el que sintió alegóricamente que derramaron sudor, sangre y lágrimas. Y, ser consciente de ello, ya no la atemoriza como lo hizo minutos atrás, cuando las ansias la incitaron a caminar en círculos infinitos cual loca desquiciada.
Queda sólo una pareja, una bendita pareja y, posteriormente, les correspondería su turno. «Dos minutos, tan solo dos minutos», repite tercamente, zarandeando las muñecas a modo de alejar las malas energías y descargar el entusiasmo eufórico que la supera con creces. ¡Al diablo lo de huir lo más pronto posible! Mikasa muere de ganas por salir y devorar el escenario de una vez por todas, enseñarles a todos de qué está hecha, especialmente a su padre. Jamás olvidará el empeño impuesto por él a lo largo de diez meses, en los cuales aportó su monumental granito de arena, cumpliendo horas extras en el trabajo, para así ayudar a cumplirle el tan anhelado sueño a su única hija. Y, por último y no menos importante, enorgullecer a su madre que la mira desde el cielo, vincularse con ella a través de su baile y enviarle un breve mensaje cargado de sentimiento a la persona que la zambulló de lleno dentro del maravilloso mundo del ballet.
Mira, mamá, lo logré...
Al sentir la amenaza de nostálgicas lágrimas asomándose, Mikasa procura retenerlas mirando el techo como única opción. «Nada de llorar, estúpida». En definitiva, no es el momento más idóneo para abrirse al sentimentalismo y arruinar el maquillaje que casi le da tortícolis.
Levi ya no está a su lado inspeccionando meticulosamente cual ninja y analizando con lupa incluida a los bailarines rivales. Al contrario, se retiró minutos atrás a los lienzos del sector izquierdo, donde ahora sostiene una breve conversación con el personal encargado de acomodar las piezas de utilería. Lo más probable es que, su tendencia obsesiva por afirmar incontables veces que todo se encuentre en orden, trastorne a los pobres oídos de esos sujetos.
La música contemporánea originaria del dúo de la academia Shiganshina da paso a su etapa final, acompañada del sonido de un tambor rebotando incesante. Posteriormente, cuando el instrumento suena por última vez de un modo más marcado e intenso, los dos jóvenes corren en direcciones opuestas y se esfuman de la vista pública, al mismo tiempo que las luces terminan apagándose de sopetón, sumiéndolos en la plena oscuridad.
El muchacho que corrió hacia la bambalina donde Mikasa se ubica, inhala pausadamente, regulando la estabilidad de su agitada respiración. Simula estar a punto de escupir el pulmón debido al esfuerzo y, sin embargo, un mohín satisfecho adorna la comisura de sus labios, exhibiendo así la placidez sentida por hacer lo que ama.
―Bien hecho ―elogia Mikasa, sin poder frenar su lengua escurridiza ante tal escena. A decir verdad, la danza contemporánea no participa en su top de favoritas, pero eso no le impide disfrutarla.
―Oh, gracias ―el chico sonríe abochornado, rascándose la cabeza. El matiz rosáceo coloreando sus pómulos delata que su declaración lo ha tomado por sorpresa―. ¿Saldrás ahora, cierto? Te deseo mucho éxito ―agitando la mano amistosamente, se despide y huye en dirección al eufórico grupo de (supuso) compañeros que no titubearon al felicitarlo entre asfixiantes abrazos.
Apenas el telón se cierra, dos hombres entran al escenario, trasladando con sumo cuidado ―bastante exagerado, cabe destacar― el objeto que formaría parte de la coreografía: madera tallada en forma de caja musical, pintada de un suave color crema y adornada con preciosos detalles dorados hechos a manos. El tamaño del objeto es lo suficientemente grande como para que tres personas consigan pararse sobre él sin ninguna clase de inconveniente.
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Cristal. (RivaMika)
RomanceEl piso de cristal brilló más que nunca ese día. Teseo tomó su mano y la hizo moverse con gracia sobre su mismo reflejo; bailó entre sus brazos como si el mundo se desvaneciera a su alrededor y lo miró a los ojos como si solo él existiera. ✔Los pers...