Capítulo 4.

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Capítulo cuatro: Amigos.

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― ¡Llegó el helado! ―Sasha anuncia al entrar de sopetón en la habitación, mostrando con orgullo dos recipientes del postre mencionado en sus manos.

Mikasa, Petra e Isabel se quejan abiertamente y resoplan al oír aquellas simples palabras que se asimilan a una tortura suprema para sus estómagos. Sospechan que, en cualquier instante, vomitarán toda la chatarra ingerida durante el transcurso de esa noche. Al principio, Mikasa imagina que sus compañeras dramatizan de lo lindo al testificar que Sasha tiene el apetito de cincuenta personas juntas, mas acaba de comprobar que lo dicho es cierto. No le sorprendería saber que participe y gane con sobrada facilidad cualquier concurso de comida existente en el universo.

―Paso ―notifica Mikasa, asqueada de tan solo imaginarse probando una diminuta cucharada de helado.

―Yo igual ―le sigue Petra, arrojándose sin nada de delicadeza sobre el cómodo colchón cubierto por sábanas naranjas con dibujitos en forma de pizza.

― ¡¿Qué voy a hacer ahora con dos kilos de delicioso helado?! ¿Acaso creen que puedo comerlo yo sola? ―exclama indignada cuando todas las miran con escepticismo, haciéndole saber que es capaz incluso de tragarse el doble―. ¿Isabel? ¿Me abandonarás?

―Yo... ―duda ante la expresión de perrito mojado que Sasha estampa en su rostro―. Me rindo. Está bien, pero solo un poquitito, ¿te quedó claro?

― ¡Wuju! ―brinca en su lugar―. Mira, mira, hay de chocolate, vainilla, dulce de leche, granizado...

Mikasa se descubre evidentemente agotada por todas las actividades que Sasha les ha hecho cumplir en la pijamada más extraña y alborotada de su vida. No pierde el tiempo al recostarse junto a Petra en la cama, asumiendo ser merecedora de una pausa ―incluso si es de cinco minutos― en su compañía. Se siente familiarizada a su lado, se asemeja mucho a Armin si tomamos en cuenta su amabilidad y paciencia inacabable que posee con cada una. Ella no recita infinitos testamentos como Isabel, ni la acecha con la mirada como Sasha, es como una amena brisa detrás de un alborotado torbellino. Claro, no significa que ese par no sea de su agrado, tan solo se le hace sencillo amoldarse a la apacibilidad que rodea a Petra.

― ¿Te diviertes? ―averigua la susodicha que merodea en sus pensamientos.

Mikasa gira el rostro, recargando su cabeza contra la palma de su mano para echarle un vistazo indagador. Es infrecuente distinguirla con el corto cabello miel suelto y no adherido a su cuero cabelludo gracias a decenas de clips incómodos.

―Definitivamente, esta pijamada es muy diferente a las que realizo con Armin ―se sincera, haciéndola reír―, pero ha sido entretenido, dentro de todo.

―Me alegra saber que ya estás acostumbrada a nuestra locura de la que no hay escapatoria ―sonríe de lado―. Oh, y debes presentarnos a ese tal Armin un día de estos ―le golpea el hombro sutilmente, reincorporándose para sentarse en el colchón―. Tomémonos unas fotos, ¿quieres?

No es precisamente una apasionada por la fotografía, mas no le presta importancia a ese detalle al aceptar su invitación. Ella coge su teléfono y toma un par de selfies horizontales en las que se logra plasmar la diferencia entre ambas mujeres. La tierna sonrisa destaca enormemente en la expresión serena que no demuestra muchas emociones. De más está mencionar lo encantadoras que se ven gracias al maquillaje que Isabel les ha puesto una hora atrás para lograr destacar sus rasgos; Petra se muestra más risueña que de costumbre con el rubor en sus mejillas junto al brillo labial rosa y Mikasa desprende sensualidad en su mirada felina cargada de delineador negro, acompañada de sus carnosos labios en tono vino.

Cristal. (RivaMika)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora