Veintiocho

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Mi respiración se ha calmado, pero mi vista se encuentra perdida entre todas las rocas que obstruyen la única salida de esa estúpida y maldita cueva. Una parte de mí quiere estar feliz porque Lilith se ha ido, porque los chicos están bien, porque con un poco de cuidado tanto Gabriel como yo nos mejoraremos.

Pero..., todo es difícil cuando te das cuenta que la única persona con la que compartías un lazo sanguíneo se ha ido. No me importa que nuestras interacciones fueran escasas o faltas de afección, Lucifer era mi padre y ahora se ha ido.

Siento la resignación de River y Tristan, quieren irse, pero no saben por dónde o cómo; además, se me es fácil notar la incomodidad y el miedo que transmiten hacia nosotros. Por ahora, me dan igual, me siento de la mierda para lidiar con cualquier cosa en estos momentos.

Estaremos bien, dice Gabriel por nuestra tan conocida comunicación. Siento su cálida mano sobre la mía en su pecho, justo sobre el corazón.

—Siempre que estemos juntos —habla con mucha dificultad—, estaremos bien.

Voltea su cabeza hacia mí y yo bajo la mirada, observando sus bellos ojos, mi perdición y mi reivindicación a la vez. El chico que me ha mantenido cuerda todos estos años, lo único que me queda ahora.

Trago saliva con mucha dificultad. —Debemos de irnos.

Gabriel asiente, apoyando un brazo para poder sentarse, se le dificulta mucho y con el esfuerzo que hace algunas heridas empiezan a sangrar aún más.

—Por un momento creí que era imparable —se queja, llevando su otro brazo a la parte abdominal.

Me levanto y me posiciono enfrente de él para ayudarle a ponerse de pie. Nuestras alas no hacen el trabajo más sencillo, más bien todo lo contrario; cuando intento dar pasos hacia atrás pateo parte de estas.

—Mierda —digo cuando caigo sentada. Al menos, logro poner de pie a mi ángel.

Una vez ambos tenemos los pies en la tierra, lo primero que hace Gabriel es abrazarme. Busca un lado donde no pueda aprisionar mis alas y acaricia mi revoltoso cabello transmitiendo una sensación que jamás habíamos compartido.

—Siento mucho tu perdida —susurra sobre mi cabello.

Sus palabras llegan a lo más profundo de mí y si no fuera porque él me está sosteniendo es posible que ya habría caído en mis rodillas. Lucho contra mis lágrimas lo más que puedo.

—Solo quiero irme de aquí —ruego con mi voz en un hilo.

Gabriel asiente, dejando un beso en mi frente, el cual esparce una calidez por todo mi cuerpo. Apoyándonos entre sí empezamos a dirigirnos hacia los chicos, estos tienen las miradas perdidas, casi olvidando que somos parte de su entorno.

Entonces...

Una corriente de aire golpea en nuestras caras y nos hace cerrar los ojos. Una voz socarrona se abre paso. —No me digan que están llorando por mí.

River y Tristan se levantan casi disparados cuando lo ven, siguen nerviosos por todo. Unas alas tan oscuras como el carbón se esconden detrás de su espalda, una comisura se eleva cuando me ve.

—Nunca podría llorar por ti —respondo con el mismo sarcasmo mientras sorbo mis mocos. Mis ojos pican por mi intento de retener lágrimas.

Con mucho cuidado dejo a Gabriel sobre su propio peso, le pido disculpas cuando se queja de dolor porque sin querer lo golpeo, pero él solo niega con la cabeza mientras hace un mohín. Me separo a paso lento y me acerco a mi padre.

—Estás bien —susurro cuando estoy enfrente de él.

Eleva una mano y pasa uno de mis mechones por detrás de mi oreja, dejando su mano en mi sucia mejilla, limpiando una de mis rebeldes lágrimas.

Oscuridad o Luz ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora