Quince

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*Hola, como habrás visto (y si has leído otra de mis historias) no suelo dejar notas ni al inicio o final.

Pero quería hacerte saber que este capítulo tiene escenas +18, por lo que si lees, será bajo tu cuidado.

Bye. Y perdón por algún error.
PD. Sabrás cuando darle play a la canción;) *

Teniendo en cuenta que es Gabriel el que tiene toda la información que necesito y el material donde la puedo encontrar, me toca salir de casa hacia donde él se queda. Siendo él un ángel no tiene padres, fue creado de la manera en que es, con la excepción de que le permitieron ir creciendo igual que yo. Contando con eso, Lucifer es como un padrino para él, le consigue los documentos necesarios para existir legalmente en este mundo. Lo que nos lleva a que según el mundo, Gabriel es huérfano y en lugar de vivir con padres temporales o adoptivos, se ha emancipado y vive por él mismo.

Llego al edificio de departamentos donde Gabi se mudo cuando llegamos. Sigo sin entender por qué papá no lo deja vivir con nosotros, después de todo está pegado a mi.

Paso por recepción y me acerco al ascensor, al entrar presiono el botón número tres para subir; sin embargo, las puertas no cierran, vuelvo a tocar el botón que cierra, pero no cede.

—Que basura —bufo, presionando el botón repetidas veces.

—¿Necesitas ayuda, muñequita? —entra una voz más al ascensor, la cual conozco muy bien. Yves quita mi mano del botón y a la primera que lo presiona, las puertas se cierran —. De nada.

Le sonrío falsamente, cruzandome de brazos y reposando mi espalda contra la pared. Con un tono un poco pesado le pregunto:
—¿Qué haces aquí, Yves? —digo su nombre con un sabor amargo en mi boca.

El rubio de mis pesadillas se acerca hasta que sus labios quedan pegados a la piel de mi cuello, me da una pequeña lamida y luego deja un beso húmedo en el lugar. Roza sus labios contra mi oreja cuando habla:
—Te invito a mi apartamento para que lo descubras —el tono que usa es muy provocativo y sensual que hace un estrago con mi respiración.

Las puertas del ascensor se abren en el piso tres, pero Yves cierra las puertas y le da al botón cuatro para que suba. Cuando se vuelve a abrir, yo me niego a bajar con él, pero me toma de la muñeca y me conduce por el pasillo hasta llegar a una puerta, la abre y me deja entrar.

—Digamos  adiós a esto —dice, detrás mío, sacando mi mochila de mis hombros y dejándola junto a la puerta —. Empecemos con lo bueno.

Me da vuelta, dejándome frente a él. Toma el final de mi blusa e intenta sacarla rápido, tan rápido que mis brazos se atoran con la tela.

—Pero, ¿que haces, idio...? —no me deja terminar cuando estampa sus labios contra los míos.

Han pasado unos cuantos meses desde que no pruebo los labios de Yves, siempre me han hecho pensar en peligro, adrenalina, lujuria y deseo, mucho deseo. Una vez le he permitido besarme, empezamos a tocar nuestros cuerpos, pecho, abdomen y en mi caso, llevo mis manos a su espalda baja hasta llegar a su trasero.

Yves me empuja, queriendo encontrar una pared para apoyarnos; sin embargo, yo no cozco el lugar y termino tropezandome con una mesa de café.

—Joder —exclamo, sobando mi pantorrilla donde sentí la esquina de la mesa.

Vuelvo mi vista hacia el rubio y veo una sonrisa pícara en su rostro.

—Me gusta cuando empiezas con las palabrotas —se acerca, pasando una mano por mi mejilla para empezar un nuevo beso.

Nuestras lenguas juegan entre sí, mientras que nuestros cuerpos empiezan a emanar el calor de la situación. Paso mis manos por debajo de la camisa de Yves, pasando mis dedos por sus bien marcados abdominales, para terminar por sacarle la camiseta. Él lleva su mano a uno de mis muslos y lo sube hasta que está rodeando su cintura, repite los movimientos con el otro, mientras me carga me lleva hasta un escritorio dentro de una habitación.

Estando ahí sentada, él se mete en medio de mis piernas y ataca mi cuello a lamidas, chupetones y besos húmedos que me hacen gemir su nombre. Ladeo la cabeza, dándole mayor acceso, mientras que yo muerdo mi labio inferior y hago un intento de bajar los pantalones de Yves.

—¿Me quieres sentir contra ti? —pregunta con una voz ronca que me prende aun más. Me toma de las rodillas, dejándome en el filo de la mesa, haciendo que mi entrepierna toque ese lugar indicado y me robe un gemido—. Así me gusta.

Saca los pies de la prenda azul y hace lo mismo conmigo, pero me quita incluso mi ropa interior, dejándome solo con el brassier. Lame sus labios al verme y yo recorro todo su cuerpo con hambre de deseo. Estiro el brazo y tomo el elástico de su bóxer, muerdo mi labio inferior y levanto la vista provocativa, sabiendo que su mejor amigo está llenando demasiado esa prenda.

Yves toma mi mano y la lleva justo a su miembro antes de preguntar:
—¿Esto es lo que quieres? —sus ojos celestes me penetran hasta el alma y lo único que puedo hacer es asentir.

El rubio se acerca a mi rostro hasta quitarme los lentes y dejarlos a un lado, luego se deshace rápido de mi brassier e inicia un ataque contra mis pechos; tomando uno en su mano y lamiendo el otro, haciendo que arquee la espalda, sintiendo sus labios sobre mi piel sensible. Jadeo, sintiendo la humedad entre mis piernas y esa presión que ruega por algo más.

—Yves —gimo su nombre una vez más, mientras el lleva sus lamidas y besos más abajo, hasta llegar a mi entrepierna —. Mierda.

—Eso es, muñequita —se arrodilla, tomando una de mis piernas y poniéndola sobre su hombro —. Extrañaba esto.

Un fuerte gemido escapa de mi boca cuando siento su boca en mi zona más íntima. Llevo mi vista hacia abajo y conecto con esos ojos color cielo, pero que saben llevarte al infierno. Se siente tan bien, que termino tomando su cabello mientras me lleva a uno de los mayores orgasmos que me ha dado.

Cuando se pone de pie, mi cuerpo y yo estamos deseosos de sentir su mayor atributo dentro. Aún con la respiración entrecortada, agarro bruscamente el elástico de esos bóxers negros y los tiro hacia abajo, dejando en libertad a su miembro. Lamo mis labios al verlo y veo como Yves eleva una comisura de sus labios, tomándome de la cintura, haciendo que quede de pie hasta acercarme a él y que nuestros cuerpos estén piel a piel; lo que nos termina sacando un pequeño gemido a los dos.

—Hasta para esto me tienes que hacer sufrir, ¿no? —mi voz suena diferente gracias a la excitación. Me topo más a él, subiendo solo un poco mi pierna izquierda para ver su reacción. Yves presiona con más fuerza mis caderas.

Con su increíble fuerza, me vuelve a sentar sobre el escritorio y abre mis piernas, listo para entrar en mi. Sin embargo, y en contra de mis lujuriosos deseos, lo detengo con una mano en su abdomen.

—Ni loca lo hago sin protección —digo entre jadeos. Yves enarca una ceja.

Entonces te quedas con las ganas, dice por telepatía. Pero yo le sonrío con suficiencia.

—¿Tú crees? —le pregunto con una voz sensual, llevando mi mano a mi entrepierna.

El cuerpo de Yves aún está cerca mío y sus ojos siguen cada uno de mis movimientos. Observa cómo llevo mi mano a mi intimidad, estimulandome a mi misma. Sonrío al ver la fuerza de voluntad que está haciendo mientras me ve, unos gemidos se me escapan y son lo suficiente para hacerlo tragar fuerte y que ceda.

—Bien —se aleja y busca un condón. Muerdo mi labio mientras veo la experiencia con que abre el sobre y se lo pone. Se acerca hasta quedar centímetros a mi cara —. Me toca jugar rudo.

Sonrío de lado y me preparo para los próximos minutos en los que iré al infierno con este chico del demonio.

Oscuridad o Luz ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora