Treinta y Dos

293 47 1
                                    

Los días han pasado y se han sentido todo un infierno, obviamente, no en el lado literal de la palabra, pues aún no he tenido el placer de visitarlo, pero estar encerrada ha sido mi sufrimiento. No estoy acostumbrada a mantenerme en un solo lugar y no convivir con nadie más que Gabriel, pues Luci le dio permiso de quedarse. Claro, con la condición de que no podíamos compartir habitación ni hacer "actos indecentes".

—Quiero salir ya de aquí —vuelvo a renegar, dándole una mirada a las afueras de la casa desde la ventana de la sala—. Estoy harta del encierro.

Gabriel sigue con su vista pegada a un libro, solo asiente con la cabeza, pero sin escucharme, lleva así la última media hora, pues yo he estado repitiendo lo mismo todo este tiempo. No obstante, para mi defensa, ya no aguanto más, soy una persona activa que necesita de distintas interacciones para sobrevivir. De hecho, me siento castigada.

—Pienso tirarme desde el techo de la casa —suelto, solo para ver su reacción.

Como esperaba, vuelve a hacer lo mismo. —Muy bien.

Cruzo mis brazos sobre mi pecho. —Gracias, Gabi, siempre un placer conversar contigo.

—Mhm —responde, pasando la página.

Ruedo los ojos con cansancio. Estoy muy aburrida y con una hiperactividad que ya no puedo ocultar más. Me acerco hasta donde está y tomo el libro de sus manos, cerrándolo cerca de su rostro antes de lanzarlo a un lado del sofá. Sus facciones cambian a una velocidad impresionante, sonrío con suficiencia, encantada de llamar su atención. Gabriel se inclina hacia enfrente, hacia mí, pero yo lo tomo de los hombros y lo empujo, sentándome a horcajadas sobre su regazo. Sus manos toman mis caderas y la aprietan ligeramente, su rostro es neutro, pero sus ojos. Sus ojos lo dicen todo, brillan en deseo y sé lo que quiere, porque yo también lo quiero. Me inclino hasta llegar a su rostro, paso mis pulgares por sus carnosos labios mientras mantenemos una mirada directa.

—Deja que me divierta un poco —susurro sobre sus labios.

Gabriel traga fuerte, pero asiente, dándole otro apretón a mis caderas mientras baja una de sus manos hasta mi trasero y me atrae aun más hacia él, acercándonos. Sonrío antes de empezar a besarlo, lo tomo del cuello de su camisa con intensidad, con la misma que él me besa. Soy fan de sus labios, a pesar de ser tan suaves saben cómo volverme loca con la exacta combinación de rudeza y delicadeza. Gabriel se mueve hacia adelante, buscando por más acceso a mi boca y gustosa se lo doy, dejando que nuestras lenguas jueguen entre sí.

Sus manos suben y bajan por lo bajo de mi espalda mientras me empiezo a mover, por instinto, sobre él, robándole un pequeño gemido, haciéndome sentir poderosa. Pone una mano en mi rostro, sosteniéndome mientras toma entre sus dientes mi labio inferior antes de volver a volver a atacar, chupando, lamiendo y dando pequeños mordiscos. Aprieta más mi trasero y lleva su mano por debajo de mi camisa, empezando a jugar con el broche de mi brasier. Sin embargo, se escucha el sonido de la puerta siendo abierta, lo que nos saca de nuestra burbuja mientras volteamos a ver quién entra.

La sombra de mi padre apenas se dibuja cuando Gabriel me suelta y se levanta de un brinco dejándome caer mientras eleva ambas manos en señal de rendición.

—No la toqué —dice, una vez mi padre se para erguido, enfrente nuestro.

Nos ve con una ceja elevada mientras me ve desde mi lugar en el piso. —Claro. Y yo no soy el mismo diablo.

—Yo...

—Cállate, Gabriel —sentencia Lucifer, dándole la espalda—. Los dos. A mi oficina. Ya.

Vemos a mi padre irse por el pasillo. Gabriel se acerca a mí, tendiendo su mano. Le doy una mirada acusadora. ¿En serio? ¿Ahora si me quieres ayudar?, le digo, llena de remordimiento, ignorándolo y poniéndome de pie por mí misma. Me da una mirada de autocompasión, pero niego con la cabeza antes de dirigirme hacia donde mi padre, obviamente, seguida por Gabi.

Oscuridad o Luz ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora