Veinticinco

463 66 10
                                    

Tu padre.

Necesitas a tu padre si quieres encontrarme, querida.

Esas fueron las palabras con las que la voz, o ahora con mayor seguridad, Lilith, me respondió. No estaba muy segura a que se refería, pero sabía que debía darme prisa si tanto quiero recuperar a River y a Tristan. Quise despedirme de los padres del chico de ojos azules, pero no podía soportar sentir el dolor de ellos, estoy segura de que me hubiera sacado de mis cabales y ahora no puedo permitir eso. No ahora.

—¡Lucifer! —exclamamos Gabriel y yo al segundo de abrir la puerta de la casa.

Sin embargo, no se escucha respuesta alguna, hasta que, con mucha atención, logramos percibir diminutos ruidos provenientes del sótano. Volteo a ver a mi ángel y ambos fruncimos el ceño, sin entender de qué o quién son esos ruidos; por lo que, con cautela, nos encaminamos hasta la entrada del mismo sótano y empezamos a bajar.

—Vamos, piensa, Lucifer, piensa —mi padre se habla así mismo.

Me detengo en la última escalera con Gabi por detrás de mí, observando los arreglos que hay en este lugar desde la vez que busqué la espada aquí. La mayoría de herramientas se encuentran en una esquina y en el centro de la habitación hay una mesa redonda con velas y un pentagrama en el centro, al lado, mi padre con los ojos cerrados e inclinado sobre la mesa, intentando recordar algo.

—¿Qué es todo esto? —me aventuro a preguntar, terminando de entrar en la habitación.

Los oscuros ojos de mi padre se abren y nos enfocan a ambos, sin embargo, a través de ellos puedo ver que él también siente preocupación y no hay que ser un genio para saber el por qué.

—También lo viste —comenta por mí, Gabriel.

Las manos de mi padre se dirigen a su cabello, desordenándolo un poco mientras asiente con cansancio. Una acción que solo hace cuando la situación es realmente grave.

—Es hora —anuncia con la voz baja—. Es ahora o nunca.

Asiento lentamente y me acerco a él, poniendo mi mano derecha sobre la de él. Intercala su mirada entre nuestras manos y luego, yo; no sabe qué hacer, pero no la mueve y eso, ya dice mucho de sus pequeños cambios en los últimos días.

—Primero, debemos de saber dónde está —rompe el silencio. Y es ahí donde entro con lo que ella me dijo:

—Lilith dijo que tu sabrías como encontrarla.

Mi padre chasquea la lengua y vuelve su vista hacia el pentagrama en la mesa. —No se equivocaba. Pero, necesitaré su ayuda.

Gabriel y yo nos volteamos a ver, ambos con los ojos muy abiertos. A pesar de que en nuestra sangre corre la inmortalidad, o al menos, la mitad de ella, ni él ni yo sabemos algo sobre lo que sea mi padre tiene planeado hacer para rastrear a Lilith.

—Sólo necesito de su fuerza para hacerlo —comenta mi padre con cansancio, siendo espectador de nuestra reacción—. Se dan las manos, yo digo unas palabras en latín y Lilith tiene que aparecer en el centro de la mesa. O al menos, eso recuerdo que debe de pasar.

—¿Recuerdas? —cuestiono.

Gabriel me da una mirada que, si pudiera hablar, diría que me relaje y deje a mi padre hacer lo suyo, que él sabe más que nosotros juntos. Y una vez más, sin querer hacerlo, le doy la razón. En consecuencia, tomo un lugar alrededor de la mesa y estiro mis brazos a cada lado, hacia Gabi y a mi padre; Lucifer toma mi mano al instante, por otro lado, mi querido ángel gurdián da una fuerte respiración antes de cerrar el círculo. Es ahí, cuando mi padre empieza a hablar:

Oscuridad o Luz ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora