Dieciséis

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GABRIEL

Me encuentro en el sofá de mi pequeña sala con la computadora sobre mis piernas, mientras mis pies reposan sobre la mini mesa de café. Doy un pequeño salto cuando escucho la puerta cerrarse de golpe.

—Soy una estúpida —dice la voz de la chica a la que le he cuidado la espalda casi toda la vida. Sin embargo, tengo más curiosidad de cómo entró a mi departamento a por qué está diciendo eso. Cuando Selene ve mi confusión, ella responde: —. Me acosté con Yves.

Abro los ojos en grande cuando escucho eso. Mi portátil por poco y cae al piso cuando hago un mínimo movimiento dentro de mi asombro.

—Pensaba más en cómo entraste, pero eso también me sorprende —intento decir con una voz medio firme. Dejo la computadora sobre la mesa y me acerco a Sel —. Creí que dijiste que la última vez, sería la última en definitiva.

Selene me sonríe con sarcasmo antes de atacar con palabras que denotan la crisis en la que ha entrado.

—¡Yo también, Gabriel, yo también! —exclama con ademanes que hacen todo aún más exagerado. Me cruzo de brazos mientras veo su actuar —. Pero, ¿sabes qué? ¡No fue así! ¡Por la pura que lo parió!

Un resoplido de risa se me escapa al escuchar lo último, pero lo detengo y solo elevo la comisura derecha de mi boca. Selene me ve con su ceño fruncido, sé que preguntando que qué es lo divertido.

—Sabes muy bien que ángeles y demonios somos creados, no "paridos" —hago las comillas con mis dedos, mientras sonrío divertido.

Sin embargo, la expresión en el rostro de Selene no dice lo mismo. De hecho, frunce todavía más el ceño molesta; lo que me hace acercar una mano para deslizar los dedos, pero ella la aparta con un golpecito.

—No me toques, hablo en serio, Gabriel —relaja el ceño, llevando ambas manos a su largo cabello negro, el cual, se nota está muy desordenado —. Prometí que no me volvería a involucrar con Yves, y terminé en su departamento. ¿Por qué no me dijiste que vivía en tu mismo edificio, tonto?

Camina hasta el sofá y se deja caer, viéndome, a la expectativa de mi respuesta. Llevo mis manos a los bolsillos de mi pantalón y me encojo de hombros, haciendo una curva hacia abajo con mis labios.

—Realmente, no tenía idea de que se quedará aquí —digo, sinceramente —, pero tampoco me sorprende. Este es un edificio lleno de jóvenes como él y yo, que viven por su cuenta. Y si estaba en sus planes o no venir a molestarte, pues este era el mejor lugar para vivir mientras eso suceda; es el único en este pueblo.

Selene asiente mientras hablo, tiene la mirada perdida en la pantalla negra del televisor. Ni siquiera estoy seguro de que me haya escuchado. Aún así, la entiendo. Todo lo que haga en las próximas semanas cuenta para hacer su gran decisión el día de su cumpleaños. Tanto para ella como para mí; de su decisión, sabre cuál será mi destino. Estar con ella como un humano o seguir como ángel, pero de alguien más.

—¿Te parece si hacemos nuestra investigación para que te despejes? —propongo, tomando asiento al lado de ella. Ella asiente y se saca la mochila de sus hombros.

—¿Con un chocolate caliente? —pregunta con un tono diferente, el cual la hace sonar como una niña pequeña.

Río por su sugerencia, viéndola como me hace un puchero para que le diga que sí. Ruedo los ojos aún sonriendo y nos dirijo a la pequeña cocina. Saco dos tazas y una olla pequeña para calentar el agua.

—No la vas a quemar, ¿cierto? —Selene sonríe con diversión mientras termina su oración.

Chasqueo la lengua con diversión, poniendo el agua a calentar.

—La que es un peligro en la cocina eres tú, no yo —y le doy una sonrisa de suficiencia, mientras me cruzo de brazos.

Selene me mira con unos ojos llenos de molestia, pero con diversión; sabe que mis palabras son verdad y ella odia que yo tenga razón. Luego relaja el cuerpo, soltando aire.

—Mi padre ayudará —suelta sin más, viendo hacia la olla en la cocina. La miro con una ceja alzada para que se explique, cuando me ve se encoje de hombros y dice: —. Le dije unas cuantas palabras, además, el hecho de que Tristan recuerde lo involucra.

—¿Y eso qué? —suelto con una pequeña exclamación —. Tú mejor que nadie sabe que a Lucifer eso no le importa. Que si fuese por él, desearía que medio mundo supiera de su existencia y poder.

La mirada de mi amiga sigue perdida mientras da pasos hacia mí, queda justo en frente mío. Selene siempre ha sido imperactiva, pero estos días esa energía ha estado apagada.

—Ya no sé qué esperar de nadie, Gabriel —voltea hacia la estufa, girando la perilla para apagar el fuego —. A veces, me siento sola aunque no sea así.

Da un paso a mi lado y sale de la cocina para dirigirse al sofá, donde toma mi portátil y empieza a teclear varias cosas.

Veo la espalda de Selene y se me hace inevitable no pensar en todo lo que hemos pasado juntos. Buenos y malos momentos. En algunos hemos reído y en otros ha tocado llorar o luchar. Aún así, siempre ha sido juntos. Y que ahora diga que se siente sola, para alguien que ha estado ahí en todo siempre, pues duele.

Una vez he preparado el chocolate, tomo ambas tazas y las llevo hasta la sala donde está Sel. Ahí se me ocurre una idea para subirle el ánimo, aunque sea un poco.

—Oye —llamo su atención, ella deja de mirar la pantalla para verme a los ojos y tomar una taza —, ¿recuerdas la primera vez que vino tu menstruación?

Selene estaba tomando un trago del chocolate, pero con mi pregunta lo escupe, ensuciando mi mesa y el piso de mi sala. Cuando regreso mi vista a ella, tiene su rostro rojo. Tal vez arruinó la alfombra, pero valió la pena cuando empiezo a reír, y a contar partes de ese día para ponerla más roja.

—Si lo recuerdas —afirmo —. Veníamos de la escuela, en tu casa fuiste al baño y pegaste un grito que me dejó sordo.

—Cállate —intenta interrumpir mi relato, dejando la taza en la mesa para darme un golpe en el brazo, pero no puedo evitar seguir riendo.

—Gritabas mi nombre porque pensaste que algo te estaba naciendo de ahí abajo —no puedo más y empiezo con las carcajadas —. Dijiste que un demonio salía de ti.

Sigo riendo bajo la atenta mirada de Selene, la cual se ve analítica, pero a la vez, molesta. Y de repente, me da un buen golpe.

—Joder —exclamo después de ser golpeado.

—Te lo mereces —dice, cruzandose de brazos, sin darme la mirada. Sin embargo, desde mi punto de vista, logro ver que una pequeña sonrisa se esconde bajo esa molestia.

Estiro mi brazo hacia su rostro, con mi índice y pulgar tomo su barbilla y la giro hacia mí lentamente. Su mirada está baja, pero luego la levanta hacia mis ojos. Analizo sus facciones, muy bellas desde siempre. Esos hermosos ojos oscuros ocultos detrás de esos lentes que le dan el detalle que la distingue de otras.

—Pero te saque una sonrisa al menos —le sonrío. Ella me mira con algo extra que en el momento no puedo distinguir, aunque tampoco me da el tiempo de analizarlo cuando se lanza encima mío.

Selene me está abrazando. Repito, Selene me está abrazando. A ella jamás le han gustado los actos de afecto entre nosotros y que lo esté haciendo ahora me sorprende, pero me agrada. Correspondo al abrazo, con una mano en su espalda y la otra en su cabello.

—Encontré algo —murmura contra mi pecho. Inclino la cabeza para verla mejor —. Es una noticia de hace 150 años, trata sobre una mujer que desapareció sin dejar rastro.

Frunzo el ceño —¿Y eso qué tiene que ver con lo de tu padre?

Selene reposa su barbilla sobre mi pecho, tiene el ceño un poco fruncido y en su mirada veo un poco de preocupación. Se rasca la mejilla izquierda antes de hablar:
—Su nombre era Lilith.

Y toda su forma de actuar recobra sentido.

Lilith.

Oscuridad o Luz ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora