Treinta y Cuatro

265 40 1
                                    

Sin explicación alguna y como por arte de magia, una antorcha encendida aparece al lado de cada ángel; a este punto no es sorprendente, pero las ansias son más grandes y logra exaltarme un poco. Dejan de lado mi respuesta a su pregunta y empiezan a dar pasos en mi dirección.

—¿Qué sucede? —pregunto por instinto, dando medio paso hacia atrás, cerrando mis manos en puños.

Al final, quedo rodeada por ellos en un círculo, bajan hasta quedar en una rodilla. Frunzo el ceño, sin entender que está pasando o por qué hacen lo que hacen, volteo a ver a mi padre y Gabi, uno más expectante que él otro, pero ni uno parece darme respuesta a las interrogativas que se están creando en mi cabeza.

Los que creo que son Uriel y Sariel ponen sus manos en el suelo, estas se iluminan en un color naranja brillante, iniciando unas líneas en arco, los demás copian su acción hasta que se conforma un círculo completo en el que estoy encerrada. Los seis seres extraordinarios a mi alrededor empiezan a murmurar cosas, al inicio no estoy segura de que dicen, pero entre más fuerte se va haciendo el tono de voz, mejor lo puedo reconocer. Es latín, nuestra mejor lengua.

—Tempus est mutare quod non erant simul. Tempus meminisse cum ratione. Cogitare et eligere. —Es tiempo de cambiar lo que alguna vez fuiste. Tiempo de recordar u olvidar. Piensa y luego, eliges.

Lo repiten una y otra vez hasta que el brillo del circulo naranja empieza a crecer en un tipo de remolino alrededor mío. Todo es borroso en un inicio, pero poco a poco las nubes brillantes enfrente mío empiezan a tener sentido, pues son imágenes, recuerdos... son mis memorias. Me veo a mí misma de pequeña, de adolescente y así sucesivamente hasta mis recuerdos más recientes. Inconscientemente, alzo la mano, intentando tomar uno de ellos; toco uno al azar y parece que explota en mi cara, llevándome a ese día en específico.

Una sonrisita abarca toda mi cara, me parece muy divertida esta situación. Me vuelvo a acercar a Gabriel y con mi dedo índice presiono contra su rodilla expuesta por el orificio que se hizo en su pantalón cuando cayó.

—Auch —reniega, dándole un golpe a mi mano—. Eso duele, Selene.

Vuelvo a reír, encogiéndome de hombros. Mi padre se acerca con algodón y alcohol en sus manos, poniéndose de rodillas enfrente de mi mejor amigo.

—Esto de dolerá más, enano —le dice, sonriendo divertido por igual.

Gabi frunce el ceño ante sus palabras, gira la cabeza un poco y cierra los ojos, esperando al contacto del alcohol contra su piel. Aprovechando su posición, me acerco a él, con una sonrisa de victoria y un poco de arrogancia.

—Te dije que no te subieras a esas barras —le digo con un tono de superioridad—. No me escuchaste y caíste.

Gabriel abre los ojos y me ve mal, pero su mirada cae cuando papá presiona el algodón contra el raspón, causando una mueca de dolor en las facciones de mi amigo.

—Mocoso, tú también deberías escucharla —habla en un tono distante—. Ella también cuida de ti.

Así como vino, así se va el recuerdo, haciéndome caer sobre mi trasero. Trago grueso, abro y cierro los ojos repetidas veces. Mi mente es un baúl sin fondo con los cientos de recuerdos rondando por ahí, sin embargo, el que acabo de ver es uno de los que oculté en lo más profundo, pues lo que me hacía sentir, causaba controversias con mi yo adolescente inmadura, pero hoy, ahora, creo que tiene un significado totalmente distinto a lo que yo solía creer.

—Selene —llama mi nombre el más alto, Gabriel.

—Hija de Lucifer, un ángel caído —habla Uriel.

Oscuridad o Luz ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora