Trece

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Sabiendo que comparto algunas clases con Tristan, tuve que dejar la chaqueta de su mayor rival en mi casillero antes de ir a las clases. Por suerte, nuestros asientos están separados y en ningún momento intento hablar conmigo, pero eso no quita el hecho de que me estuvo acechando con la mirada todo el tiempo. Casi sentía un gran peso en mi nuca y cada vez que volteaba, eran esos ojos color café profundo los que estaban analizando cada parte de mi.

¿Estás preparada para lo que sea que traiga en mente?, pregunta Gabriel, sentado a mi lado. Asiento lentamente. He preparado ciertas respuestas que deberían de funcionar para hacer que Tristan pierda el interés en lo que pasó el viernes en la noche y el por qué lo he estado evitando.

—Por favor, esperen la campana antes de salir —anuncia el Sr. Wilson, cerrando sus libros y guardando sus apuntes —. Tengo que hacer algo de mucha importancia, por lo que les quedan menos de cinco minutos libres, pero no salgan hasta que la campana suene.

Una vez el maestro sale todos empiezan a guardar sus cosas, dos chicos se levantan y revisan si hay alguien afuera en el pasillo, al ver que no hay nadie dan una señal para que todos salgan. Y eso incluye a los "buenos". Además, ¿qué son cinco minutos cuando es hora del almuerzo?

Soy de las últimas en salir, hasta Gabriel dejó el aula antes que yo. Cuando estoy a punto de pasar por el umbral de la puerta alguien me toma del codo y me hala hacia atrás, chocando con el pecho de dicha persona. Al ver sobre mi hombro me doy cuenta que es Tristan, quien me ve con una mirada neutra. Se separa de mi y una vez ha salido la última persona, él cierra la puerta con el pestillo puesto.

—¿Qué haces? —le pregunto un tanto extrañada por la acción.

Sin embargo, él no dice nada, en cambio, se acerca hasta mi. Sin saber que más hacer, doy pasos hacia atrás hasta que mi trasero da con el escritorio del Sr. Wilson, trago grueso. No soy de las que huye, pero realmente no sé qué me espera con Tristan.

—¿Qué fue lo que pasó? —pregunta con un tono de enfado que intenta controlar.

—¿De qué hablas? —responder con  otra pregunta, estúpido. Estoy jugando con alguien tan peligroso como yo y enfedarlo más no debería ser parte de mi estrategia —¿El viernes? Si es eso, pues, no mucho.

Tristan me ve con una diversión perturbadora, eleva una comisura de su boca, no cree en lo que digo.

—Vinimos a la escuela, hicimos "arte urbana", según tú —hace las comillas con sus dedos, sonriendo con una sonrisa endemoniada —, ¿qué más hicimos?

Mi mente empieza a maquinar rápidamente lo próximo que saldrá de mi boca. Es una trampa. O Tristan recuerda muy bien que sucedió aquella noche y me está probando, o realmente, no recuerda nada y me pregunta a mí por ello. Decido jugármela y en algún caso, parecer yo la loca de remate si es que él recuerda mucho de lo que sucedió.

—Después nos fuimos por unas bebidas —cruzo los brazos sobre mi pecho y me reposo sobre el escritorio —, creería que nos pasamos un poco con eso. Además, de que pasamos por mi casa y te llevaste unas golosinas mágicas que mi padre tenía ahí.

—¿Golosinas mágicas? —pregunta, arqueando una ceja.

Sonrío con diversión —Sí, ya sabes, brownies, chocolates, gomitas. Golosinas que tenían algo extra.

Lo último lo digo con cierto desdén y malicia que hago que su atención recaiga en mi boca. Lamo mi labio superior mientras veo a Tristan directo a los ojos y luego a sus labios, él sonríe con suficiencia.

—¿Nos divertimos? —pregunta, dando pasos hacia mí. Una vez llega hasta donde estoy, pone sus manos a mis lados sobre el escritorio, quedando inclinado sobre mi —¿Tú y yo?

La comisura derecha de mi boca se eleva en una sonrisa pícara. Gané. He creado una mayor distracción en Tristan como para que piense en lo que realmente pasó aquella noche.

—Define diversión —juego con él. Me acerco más a su rostro. La tensión que hemos venido creando se siente en el aire, incluso nuestras respiraciones empiezan a cambiar. Algo va a pasar.

—¿Qué te parece esta definición? —pregunta antes de tomar la parte de atrás de mi cabeza y enterrarme en un beso salvaje.

Admito que me tomó por sorpresa la rudeza con la que empezó, pero con ello me prendió más rápido de lo imaginando. Tristan no tiene compasión mientras me besa y yo tampoco, en todo momento le llevo el ritmo. Nuestras lenguas jugando una con la otra, explorando la boca del otro y disfrutando del delicioso momento intenso. Tristan baja su mano y me toma de la cintura para sentarme en el escritorio, abriendo mis piernas y colocándose entre ellas, todo sin parar el beso. Como puedo me suelto de mi mochila y empiezo a tocar el pecho y abdomen de Tristan por debajo de su camisa, mientras él aprieta mis muslos y acaricia mi cuello, gimiendo mientras llevo mi mano juguetona hasta el inicio de sus jeans.

—En definitiva —digo entre los besos y algunos jadeos —, no nos divertimos así.

Empezando a besar mi cuello, Tristan dice a mi oído:
—Pues deberíamos divertirnos ahora, ¿no crees?

Las maravillas que hace con su boca en mi cuello me pueden más y sólo logro asentir junto con un gemido sueve. Tristan besa, lame y chupa la piel de mi cuello y baja hacia mi clavícula mientras yo gimo disfrutando lo que hace en mi. Su mano sube por mi estómago y llega hasta el encuentro de uno de mis pechos, cuando lo toma un calor llega a la parte baja de mi vientre y gimo aún más fuerte. Con la experiencia que tiene logra meter su mano dentro de mi brassier y hacer contacto completo con mi seno, toma mi pezon entre su dedo índice y pulgar, dándole un pequeño pellizcon que me hace saltar y gemir más.

—¿Realmente quieres divertirte? —dice con una voz ronca que hace que mi excitación crezca. Asiento.

Tristan me toma con una mano del cuello y vuelve a besar ese lugar, mientras que saca la otra de mi bra para desabrochar mis jeans y meter su mano dentro de mi ropa interior, gimo más fuerte al sentir el contacto, pero él intenta callarlo besándome en la boca, pero sus gemidos chocan con los míos. Sus dedos empiezan a tocar en un punto exacto de mi zona íntima y yo me vuelvo loca. Tengo que sostenerme de los hombros de Tristan para no caer. Sigue con los movimientos circulares y después baja un poco más hasta que lo siento dentro de mí.

—Tristan —gimo su nombre y el sonríe sobre la piel mojada de mi cuello.

—Estás mojadita para mi —su voz aun más ronca que antes. Cuando me escucha gemir, él lo hace también.

Los dos estamos entre jadeos mientras siento sus dedos dentro de mí ir en un ritmo que me está volviendo loca y que me llevará a la cima dentro de poco. Gimo más cuando llego y siento esa tensión ahí abajo. Mi respiración agitada no me deja decir palabra alguna, pero no la necesito cuando es Tristan quien ha hecho el trabajo aquí.

—Así debíamos haber tenido diversión —dice, sacando su mano de mi ropa interior. Levanto mi mirada hacia él y aunque sigo extasiada, hay algo en esos ojos que no me dejan tranquila.

—Siempre hay una segunda oportunidad —intento sonar provocativa mientras arreglo mi ropa.

Tristan limpia sus dedos con el reverso de su camiseta y me sonríe con malicia.

—Claro que sí —sonríe con suficiencia, su mirada siendo indescifrable mientras toma su mochila —. Claro que sí, princesa oscura.

Me quedo en seco cuando lo escucho llamarme así, cuando levanto la vista hacia él ya es tarde, está abriendo la puerta y saliendo del aula. Mi respiración se vuelve a acelerar, pero no por excitación, sino por incertidumbre.

Él recuerda.

Oscuridad o Luz ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora