Veintiséis

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Y aquí estoy. A una semana y media de cumplir dieciocho años, aún sin saber que parte de mi naturaleza elegir, pero dispuesta a arriesgarlo todo por la vida de dos seres humanos que quedaron atorados en el medio de una disputa de hace años.

¿Estás lista?, pregunta Gabriel desde el auto estacionado enfrente de la casa. Aun a la distancia, asiento hacia él como respuesta, por lo que, él termina de subir al auto del lado del piloto. Mientras, me giro para encarar a mi padre, espero y no sea la última vez.

—No te preocupes —dice, con una mano en mi hombro—. Estás más preparada de lo que crees.

Alzo una ceja hacia él, dudando de sus palabras mientras me gira y empezamos a caminar hacia la camioneta. —Lilith es un ser que tiene contenido sus poderes hace años y yo apenas y aprendí a borrarle la memoria a un chico con una espada. Y ni siquiera salió bien.

Lucifer no me ve directamente, pero una comisura de su boca se eleva cuando hago mención de lo último. Le divierte que hable de mis errores, pero para mi defensa, estoy casi segura de que Lilith tuvo que ver en que eso no funcionara con Tristan.

—Tienes un punto —dice Luci cuando hemos llegado al lado del copiloto—, pero tienes más ingenio del que crees. Lilith no te conoce en lo más mínimo y por eso, le llevas ventajas. Ese ángel guardián al que llamas amigo no es de por gusto, Selene. Estoy seguro de que aprendió mucho sobre quien es Lilith, de todos sus hijos, sus poderes y alguna que otra debilidad. Pregúntale y tendrás la información a tu favor, con ello, sabrás como hacerlo y cuando.

Asiento repetidas veces ante sus palabras. Es cierto, Gabriel y yo somos un tipo de complemento para el otro, todo lo que hemos aprendido lo ponemos en común y ambos nos enriquecemos de ello. Puedo hacerlo. Respiro hondo y suelto el aire lentamente; luego, en un movimiento rápido, abrazo por la cintura a mi padre. Antes de que pueda decir o hacer algo, me separo de él y subo al auto sin decir más.

—Arranca —le digo a Gabi y lo hace.

No veo a mi padre por la ventana, sino por el espejo retrovisor cuando estamos a punto de girar por una esquina. Sus ojos llenos de preocupación por primera vez en mucho tiempo, su rostro intentando ocultar sentimientos que ha tratado de ocultar por años y que ahora deja ver... no me quiere perder.

Suelto el aire una vez más y me dispongo a escribir la dirección que nos dio mi padre para encontrar a Lilith, en el GPS del auto. Dijo que era a las afueras del pueblo, muy cerca del lugar donde los chicos estaban teniendo su campamento, pero más al este. Tendremos que adentrarnos al bosque hasta llegar a una cueva.

Amor est inferno antrum —repite por lo bajo Gabriel.

Quito mi vista de la ventana y veo en su dirección, está nervioso, se nota por la manera en que presiona el volante hasta dejar sus nudillos blancos y luego, suelta para repetir la acción. La forma en que sus labios se mueven repitiendo distintas cosas para mantener su mente enfocada en una sola cosa, como sus cejas se fruncen según los pensamientos que va teniendo.

—Estaremos bien —rompo el silencio, sintiendo cada una de mis palabras.

Pongo una mano sobre la de él que va en la palanca de cambios del auto. Por un segundo, Gabriel desvía la mirada hacia mí y a penas me sonríe con la comisura de su boca elevada. No es acción de seguridad completa, pero es un intento y por eso, se lo agradezco. Hasta en los peores momentos quiere ser paz y tranquilidad.

Siguiendo las indicaciones del GPS, llegamos al bosque, unas cuadras después del campamento donde aún hay algunos carros patrullas. Bajamos del auto y nos colgamos las mochilas a los hombros y empezamos una caminata en dirección a la tan misteriosa cueva; la cual, según mi padre, debemos de tener cuidado, pues, así como fue la puerta al infierno para Lilith, también podría serlo para nosotros.

Oscuridad o Luz ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora