Uno

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17 años después...

—Selene —escucho que alguien dice mi nombre. Sin embargo, decido ignorar el llamado.

Me vuelvo en la cama, colocando la almohada sobre mi cara.

—¡Selene! —esta vez el llamado es más alto y más cerca de mi puerta.

Antes de que pueda levantar un solo dedo, escucho como mi puerta es derribada. Y para que quede en claro es como la tercera vez, en el mes.

—Papá —mi voz aún suena somnolienta —, es la tercera puerta del mes. Si sigues así será mejor que sólo ponga una cortina.

—Selene —advierte.

—Lo siento —digo de mala gana.

—Me vale uno de tus cuantos demonios si lo sientes o no —está totalmente molesto, como todos los días —, pero si te llamo me contestas.

Aparto la almohada y la sábana que me cubre y me pongo de pie enfrente de él.

—Entonces, dime —mi voz ya se está normalizando —, ¿para qué me necesitas?

—Tarea número 26 del mes —anuncia casi con orgullo —. Busca a una pobre alma y trata con ella hasta que te de lo que siempre buscamos.

Su alma, su ida directo al infierno.

Miro a mi padre y veo la malévola sonrisa que abarca su rostro, yo no soy así, pero tampoco soy una santa. De pequeña, sólo con siete años le corte la mitad del cabello a una niña de mi escuela. A los doce besé a cinco chicos el mismo día y en menos de una hora por una apuesta, ni siquiera me gustaban y aun así después me sentí culpable; más, porque nos manoseamos entre nosotros. Y después, incentive a uno a que asesinaramos al gato de la chica que lo había rechazado. Era un demonio, pero también un ángel. Y lo digo casi literal.

—¿Alguna edad en específico? —decido preguntar.

—Tu edad.

—¿La mía? —me señalo a mí misma para enfatizar. Papá sólo asiente —. ¿Y eso por qué?

—Me vas a decir que no recuerdas que hoy empiezas en tu nueva escuela —su mirada intenta ser incrédula, pero no lo logra.

—Agh —ruedo los ojos, tirando mi cabeza hacia atrás —. ¿Otra?

Asiente con dureza— Tendrían que ser menos escuelas en tu vida, pero al final siempre haces una de las tuyas.

Me encojo de hombros sin saber que decir. Es verdad, siempre me comporto bien, pero hay ocasiones donde mi demonio interior sale y hago de las peores cosas. Como hace dos meses en una de las tantas ciudades a las que viaja papá, fui de visita a una escuela y robé unos exámenes de un profesor y los plante en la mochila de un alumno; me quedé hasta ver como lo atrapaban y lo suspendían. De paso, aproveché e intente hacer un ritual para "ayudar" a una chica; terminé en un exorcismo por confundir las palabras.

—Aprendí del mejor —digo en un tono infantil.

Lucifer rueda los ojos y con la mirada me dice que me dé prisa.

Más vale que ésta dure más que las demás. Me dice mediante nuestra habilidad de hablar telepáticamente. Sonrío en frustración y le respondo: no soy capaz de controlar mis demonios internos y lo sabes.

—Y por eso es que vas a la escuela —se vuelve y me responde en voz alta —, para que aprendas de los humanos lo básico y aprendas de ti a controlar tus demonios.

—Y mis ángeles —agrego con una sonrisa tierna, pero fingida.

—Si —responde papá de mala gana —, y tus ángeles, también.

Oscuridad o Luz ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora