Treinta y Seis

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¿Cómo? No sé, pero por un momento he quedado inconsciente, o eso es lo que creo. Con dificultad logro abrir mis ojos, siendo cegada al instante por la intensa luz del sol que da directo a mi cara. Despierto en un tipo de campo, una zona verde extensa y llena de vegetación, pero al mismo tiempo con lugares abiertos, sin árboles que rodeen el área. A mi lado descansa la misma espada que he tenido que usar en las últimas semanas; por instinto, la tomo entre mis manos y me pongo de pie.

—Gabriel —exclamo, intentado divisar a mi compañero entre tantos árboles—. ¡Gabriel!

No encuentro nada. Giro sobre mis talones para tener una vista completa del lugar, parece desolado; no obstante, al instante el suelo empieza a temblar a grandes magnitudes, logrando que yo me mueva con él. Del suelo empiezan a salir cuerpos que se extienden al frente de mí hasta llegar a una torre de piedra en la que hay una estructura de madera en el centro, de la cual, Gabriel está colgando de sus pies. El poco largo de su cabello es llamado por la gravedad al igual que sus brazos y el inicio de su camiseta, dejando ver su abdomen con algunos moretones.

—Me estás jodiendo —suelto, viendo al chico inconsciente y empezando a reconocer todos los rostros en mi horizonte.

Son personas con las que he convivido en el pasado, personas a las que he dañado sin querer y otras que lo he hecho con intención por sus malas acciones o solo por placer. Incluso puedo divisar al gato que asesine con un chico en secundaria, lo cual hace esto muy perturbador. De entre las filas de rostros, aparece uno caminando justo en mi dirección, su estúpida sonrisa socarrona decorando su rostro y el sol haciendo que su cabello rubio brille más de lo normal.

—Que lindo volver a verte, muñeca —habla con su usual tono de picardía.

Elevo una comisura de mi boca, pues por lo más real que se vea, no lo es. Yves está de regreso en su hogar, el Infierno, donde yo lo mandé de regreso. Por más real que se vean esos cuerpos, no son reales, son solo una prueba. Desvío mi mirada al resto, viéndolos directo a los ojos y siendo enviada a pequeñas porciones de recuerdos de lo sucedido con ellos. El gato, joder, nunca me han gustado los gatos y siento que Azrael lo dejó con la cara mutilada a propósito.

Ni siquiera murió de esa forma, me atrevo a pensar con la idea de que ellos están escuchando y observando todo aquí.

—¡Aaah! —el grito de Gabriel me saca de mis pensamientos y análisis—. ¡Joder, ¿dónde estoy?!

Elevo una ceja en su dirección a pesar de que no me puede ver, pues su reacción con una palabra como ‹‹joder›› de su boca es algo que no se ve todos los días. Sus manos están liberadas, así que empieza a moverse en formas extrañas, haciendo que todo él empiece a girar por el nudo en sus pies. Parece pez fuera del agua por la forma en que se mueve.

—¡Eeey, angelito! —grito para llamar su atención y que se calme—. Puedes dejar de moverte, por favor, me mareas y no soy yo la que se encuentra de cabeza.

—¿Selene? —pregunta cuando está de espaldas a mí. Gira hasta que queda de frente—. ¿Qué es todo esto?

Bajo mi vista de nuevo y suavemente respondo—: Ni puta idea.

Sujeto la espada con fuerza en mi mano y empiezo a caminar, pero a medida que doy un paso y otro, Yves y los demás lo hacen también. Me detengo en seco con el ceño fruncido, vuelvo a dar un paso al frente y ellos por igual, lo hacen; entonces, decido dar dos pasos atrás para probar lo que creo que sucede aquí, y como lo esperaba, todos esos cuerpos irreales dan mis mismos pasos hacia atrás. Ladeo la cabeza y dirijo mi mirada hacia Gabriel, quien tiene sus cejas arrugadas, pues el sol está en todo su resplandor en su dirección.

Oscuridad o Luz ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora