¡ diez !

868 166 83
                                    

Minho había acompañado a Jisung hasta la puerta de su departamento, lo vio entrar cabizbajo y en silencio luego de saludarlo con un rápido movimiento de manos. Lee suspiró cansado cuando por fin llegó a su hogar, siendo recibido por la calidez del ambiente que con tanto esfuerzo había logrado crear.  

Jisung le parecía un muchachito totalmente capaz de lograr cualquier cosa que se proponiese, pero sus inseguridades y la infancia intranquila y perturbada por la que debió pasar. Sus ojitos solían verse tristes, pero en la pista de baile, el Han Jisung que tanto le agradaba salía a la superficie. Era agradable verlo feliz, contento. 

A Minho le gustaría darle cierta seguridad a Jisung para confiar en él, demostrarle que no lo heriría como los demás y que podía pedirle cualquier cosa que necesitase sin pensarlo dos veces.

Sentía lástima. Y aunque la lástima no era el mejor sentimiento para mover a una persona, él deseaba ayudarlo. 

Estaba sentado en la sala de estar con los ojos fijos en la pantalla de su celular cuando los gritos empezaron. Las paredes de los departamentos eran finas y el sonido pasaba con facilidad, pero el departamento Han no hacía muchos esfuerzos para no ser oídos. Minho podía diferenciar con claridad las voces de las personas, a veces era Jisung quien gritaba, y otras, su madre. 

Unos minutos después, los gritos cesaron y un portazo fue lo último que pudo oírse. Fue considerablemente triste, y un escalofrío recorrió su espalda cuando pensó en el simple hecho de Jisung lastimado. Suspiró profundo y cerró los ojos. 

Pensó que no debía ir a la terraza en busca de Jisung, quiso convencerse de que se veía como un viejo obsesionado y desagradable. Deseó ser un insensible e ignorar la realidad de que, junto a su departamento, una mujer abusaba física y psicológicamente de su hijo.

Se levantó del sillón y salió del departamento, llamando con velocidad al ascensor para llegar cuando antes a la terraza. El viento de la noche lo recibió, pero no era frío, y el calor seguía siendo insoportable. A los pocos segundos, se encontró con la figura de Jisung de espaldas a él.

El corazón se le estrujó.

El menor sostenía entre sus manos un cigarrillo, y aunque no pudiese verlo, el aroma llegaba a Minho como si lo tuviese junto a él. Podía oír sus sollozos y la forma en la que se inclinaba en el barandal del borde era extremadamente peligrosa.

—Jisung.

El nombrado se dio vuelta al instante, casi como si estuviese esperando que Minho llegase a él.

—¿Qué pasó? —preguntó acercándose, el aroma a tabaco y nicotina se hacía cada vez más fuerte.

En la mejilla izquierda de Han, además de versen las lágrimas, se notaba una marca rojiza.

—Mamá estaba enojada, y yo llegué tarde. Fumé cinco al hilo, lo siento.

—¿Le explicaste que estabas conmigo?

Los ojos de Jisung derramaron varias lágrimas antes de asentir.

—Dijo que soy un jodido prostituto.

Caló el cigarrillo con necesidad, rápido, sin detenerse a siquiera sentir el sabor. Lo inhalaba como si eso sirviera de algo, como si su tranquilidad casi nula dependiese de eso. Era inexplicablemente triste verlo así.

—Sungie...

El nombre del menor salió como un murmuro de entre los labios de Minho, y sin decir mucho más, se acercó al muchacho y lo abrazó con fuerza. Lo abrazó como se abrazan dos amigos, o dos hermanos, o un padre y su hijo. Lo abrazó porque él era el mayor y sentía la inasciable necesidad de darle a Jisung aunque sea un poco de la contención emocional que tanto necesitaba.

—Ella estaba tan enojada —explicó entre murmuros e hipidos junto a la oreja de Minho—. Golpeó mi mejilla. Sería tan feliz si estuviese muerto.

Minho afirmó el agarre sobre Jisung.

—Nunca digas eso, Jisung. Dios, nunca vuelvas siquiera a pensarlo. 

—¿Por qué vino? 

Minho hizo silencio.

—Porque me importa lo que te pase, Jisung. 

—No mienta.

Lee llevó una de sus manos a la nuca de Han, peinando con delicadeza sus cabellos.

—No miento, Sung. 

Jisung apretó los puños y se alejó de él con un empujón.

—Usted tiene mejores cosas que hacer —gritó con enojo—. Seguro una chica hermosa lo espera todos los días y le cuenta a sus amigos que tiene un alumno con problemas en su hogar y ganas de morirse. No venga por lástima, odio la lástima.

—Primero, no me gustan las chicas —dijo Minho, un tanto molesto—. Segundo, encargarme de tu bienestar no es una molestia, no hay algo mejor que eso. Tercero, no tengo muchos amigos y no hablaría con ellos sobre lo que te pasa.

Jisung se dejó caer contra la pared, sentándose en el piso. Tomó un cigarrillo que luego colocó entre sus labios para encenderlo. 

—Perdón.

Minho lo observó en silencio un rato. El humo entraba y salía de su cuerpo.

—¿Por qué no te vas? Serías mucho más feliz lejos de este lugar.

Jisung lo miró espantado.

—No, tengo que esperar a mi hermano. Y tengo una vida acá, quiera o no. Tengo a mis amigos, a mi novia.

—¿Ella realmente te quiere?

Jisung se encogió de hombros.

—No puedo irme. 

—Pero...

—No, Minho.

El nombrado apretó los labios y se sentó junto a Jisung. El aroma del cigarrillo era molesto, se impregnaba en su ropa con facilidad y arruinaba sus pulmones.

—No te hagas esto, Jisung. Sos joven y tenés una vida por delante, no te pierdas ahora.

—Nunca tuve una vida. Viví desde que era un infante para los deseos de mi mamá, y supongo que eso voy a hacer hasta el día que me muera.

Minho posó una mano sobre la rodilla de Jisung, recibiendo una mirada extrañada en aquél lugar.

—Confío en vos.

—Yo no.

Jisung apagó la colilla del cigarrillo contra el piso y cerró los ojos, recostando la cabeza sobre la pared detrás de él. Su corazón dolía, al igual que sus ojos, su cabeza y su mejilla. Se sentía cansado, pero al menos, Minho estaba junto a él.







sábado 27 de febrero, [19:59]
970 palabras

*capítulo no revisado

¿Qué piensan de la actitud de Minho?

¿Y de la de Jisung?









PARADISE ━ MINSUNGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora