El barco era raro para Lei-Lei. Por alguna razón se mantenía sobre los millones de montones de cristales, estable, mientras los remos laterales se movían al compás. El capitán del barco, el zorro llamado Me Fuah, era un animal amable para el estándar de los capitanes de barcos. Algo que la sorprendía e intrigaba a partes iguales, haciendo que le espiara cuando podía, era que usaba Chi.
No obstante, no de una manera que conociera. Él conducía el barco con sólo la ayuda de su segundo al mando, su hijo llamado Me Guang. No supo cómo hasta que pasado cinco horas de viaje y con Gao hablando con el zorro, ella se escabulló hasta la zona de los remos. Abrió una gruesa puerta de madera y observó dentro de la habitacion, esperando encontrar animales moviendo las decenas de remos.
Pero no había nada. Con el corazón a millón, constató que los trozos de madera se movían solos, brillando apenas con Chi. Una pata se le posó en el hombro con resolución y por acto reflejo Lei-Lei despidió Chi dando una orden mental a las plantas cercanas para que envolvieran los pies de su atacante. Aunque claro, en un mundo donde no había plantas vivas, era una completa inutil.
El hijo del capitán la vio con severidad, pese a no ser más que un crio de quince años, aunque anormalmente alto para su especie. Tanto que casi le asemejaba la altura. «¿Una cruza entre cánidos, quizá?». En uno de sus brazos se destacaba una pequeña barra de jade clavada en la carne, que brillaba tenuemente. Lei-Lei lo apartó con ruda cortesía y casi se tropezó, ¡el zorro apenas si pesaba cinco kilos! «¿Qué demonios pasa en este jodido barco?».
—Los pasajeros no pueden estar bajo cubierta —dijo el zorro—, por favor sígame.
Ella asintió y con cautela siguió al animal que parecía casi flotar, pues daba la sensación de que no pesaba lo que debería. «¿Tendrá que ver con esas barras de Chi en su piel?». En cubierta, ella se acercó a Gao alejándose lo más que podía del joven zorro.
—¡Oh, Lei-Lei! —exclamó, con animo—. Mira, estaba hablando con Me Fuah sobre este uso del Chi. Imprime su poder en las cosas inanimadas y les da vida. ¿Íncreible, no?
—Sí, genial —convino, analizando al zorro, que ordenó a una muñeca de trapo moverse y de la boca del animal surgió Chi como si fuera aliento, igual al vaho, que se adentró en el juguete y le hizo tomar vida—. Genial, claro.
—¿Qué te pasa, Lei-Lei? —murmuró Gao.
—No tiene que sospechar de mí, maestra —sonrió el zorro, haciendo una reverencia—. No estamos para amenazarla. Nuestro objetivo es llevarla al Valle de la Paz, así que no tema.
—No temo —siseó ella—, sólo no confió en usuarios de Chi que usan formas raras.
—Es porque no la ha visto y no la conoce, maestra —dijo, con lástima en la voz—. Esta habilidad es de un lugar donde Kai ha triunfado, donde el miedo y la incertidumbre reinan. Donde los débiles mueren. —Sonrió—. Por eso vine hasta aquí. Hay una cierta paz en este mundo.
Lei-Lei no entendió nada, pero asintió para zanjar el tema. El capitán se disculpó con ellos y bajó hacia los remos, seguido por la muñeca. Lei-Lei le apretó el brazo a Gao, que la miró con curiosidad.
—Gao, quiero respuestas —gruñó—. Quiero entender.
El león sonrió con pesadez.
—Entender te puede matar, Lei-Lei. El saber te puede dejar loca. Porque hasta yo tengo fraccionados los recuerdos por una razón. Quizá sea por eso mismo, pero poco voy recordando.
—Al menos —dudó ella, casi rogándole—, dime por qué estás aquí.
Gao perdió la mirada, se dio media vuelta soltándose de su agarre y afincó los codos en el barandal que evitaba cayeran al mar de trozos de cristales. Miraba hacia el infinito. Pensativo, melancólico.
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Equilibrio (Los Ocho Inmortales 2)
FanfictionAños después de la derrota de los Inmortales, el Chi ha cambiado, las Constelaciones a aparecido y se ha desatado una guerra que parece perderán. Po y Tigresa son los maestros que lideran el último bastión de China contra la inexpugnable conquista d...