4. Khang

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Al salir de la tienda de campaña, el sol le hizo entrecerrar los ojos, llevándose una pata a la frente para protegerse. Detestaba las tiendas de campañas, pero había que hacer lo necesario para sobrevivir y, más aún, obtener buenos datos para la infiltración. Lei-Lei verificó los tres nudos rojos en su brazo que la identificaban como miembro importante del grupo de estrategia, y salió rumbo a las tiendas de los grandes.

En su brazo llevaba una bolsa de tela con al menos doce pergaminos distintos, todos envueltos en papiros, sellados. Su deber era recibirlos y entregarlos a los grandes. Estaba emocionada y nerviosa por partes iguales, pues los grandes eran los animales más cercanos a Khang. Eso significaba buenos datos, pero un peligro muy alto.

Las montañas del norte de las estepas de China no eran su lugar favorito en el mundo, pues había zonas muy calientes y húmedas, así como secas hasta decir basta. Eso siempre era mal asunto para los animales, pues el sudor de muchos mezclados en un sitio era nocivo. Se acomodó el moño de la cabeza cuando giró en un árbol, donde estaban talladas las direcciones. Ubicarse no era una cosa complicada.

Mientras caminaba, Gao se manifestó frente a ella, como un haz de luz en forma de gallardete. Su espíritu siempre la seguía a todas partes y tomaba las formas que él deseaba.

—¿Podrías leer lo que ponen los pergaminos, por favor? —dijo, hablando bajo por si había alguien cerca. No era factible que la viesen hablando sola.

Gao titiló y desapareció. Lei-Lei no terminaba de comprender qué era Gao, si un espíritu guerrero o un espíritu común. El pendiente de jade en su oreja se calentó. El dichoso pendiente. Estaba segura que ese pendiente no era algo normal, quizá fuese una reliquia del pasado como las armas que habían en el Salón de los Héroes en casa. Se lo encontró en dudosas circunstancias, y al colocárselo Gao hubo aparecido.

Al principio desaparecía cuando se lo quitaba, pero ahora no era necesario, porque según Gao habían formado un Vínculo con el cual podía manifestarse incorpóreamente en el Reino Físico y así ir ganando fuerza. Un galimatías para ella, que sin embargo, era la respuesta de Gao. Aunque Gao tampoco era el nombre de su espíritu, ya que él no quería que lo nombrasen, pero ella se rehusaba a ir por ahí murmurando «espíritu esto, espíritu aquello», y como él siempre se la pasaba por encima de ella, decidió llamarle Gao.

Al cabo de un rato de caminata, Gao se hizo visible frente a ella, esta vez como una bola de fuego blanca. Siempre elegía uno de tres colores: negro, blanco y dorado.

—Los pergaminos se resistieron a darme información, porque se consideran importantes mensajeros en el Reino del Pensamiento —dijo, latiendo con suavidad—. Tuve que forzarlos.

—Por amor a las Bestias, Gao —se quejó Lei-Lei, usando su Chi para hacer retroceder las plantas—, háblame en chino, por favor.

Con un gesto de la pata, hizo que un grupo de árboles recogieran sus ramas para darle paso. Ser una alta maestra cultivante no era precisamente algo bueno, su habilidad, cultivación, no servía para pelear de verdad como lo haría un aéreo o un brutal, pero le venía de perlas para la infiltración.

Gao intensificó su brillo, molesto. Suerte que sólo era visible para ella.

—Debes aprender la Teoría Universal, Lei-Lei —gruñó hastiado—; los pergaminos tienen información del Valle de la Paz, los maestros, aunque tienen hincapié en las Constelaciones.

—Me lo esperaba —se molestó ella—. El Valle es el único bastión de defensa que tenemos contra Khang, lo lógico es que los analizaran, ¿pero las Constelaciones? Yo me he encargado de que los soldados que los llegasen a combatir fueran fáciles de asesinar.

Equilibrio (Los Ocho Inmortales 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora