PRÓLOGO:

1.7K 219 233
                                    



LEANDRA BROOKS:

Leer no es malo.

Hacerlo de madrugada, definitivamente lo es.

Colgué el teléfono mientras corría por las calles de la ciudad, maldiciendo en silencio mi maldita costumbre de procrastinar. Todo esto no estaría pasando si no me hubiera quedado dormida esta mañana. Pero, ¿qué puedo decir? Pasé la noche entera leyendo una de las miles de novelas en esa adictiva aplicación naranja, Wattpad. Ni siquiera noté cuando empezó a salir el sol. Me encantaría decir que me quedé atrapada leyendo un libro físico de esos que huelen a papel viejo, pero no. ¿Qué esperaban? Soy pobre.

La Avenida 36, que normalmente recorría con cierta rapidez, parecía eterna hoy. Supongo que el haber pasado todo el verano con la tía Mónica y mis primos en su casa del campo tampoco ayudó. Fueron semanas... interesantes, si "interesante" puede ser un sustituto educado para "insoportables". No es que no disfrutara pasar tiempo con mi familia, pero siempre hay un límite. Y ese límite lo había alcanzado el segundo día de las vacaciones.

Un sonido ensordecedor me sacó de mis pensamientos y me hizo dar un salto. Un coche pasó tan cerca que el viento levantado me despeinó el cabello. Fruncí el ceño, tratando de calmar mi corazón que latía a mil por hora.

— ¡Qué imbécil! —gruñí, mirando cómo el conductor desaparecía por la avenida sin siquiera detenerse.

Hoy no estaba siendo mi mejor día, y el karma parecía estar disfrutándolo. Desde que mi querido hermano Zack decidió lanzarme un cubo de agua fría para que me despertara, sabía que nada saldría bien. No me había dado ni tiempo de vestirme decentemente. Mi atuendo consistía en unos viejos jeans que probablemente deberían haber sido donados hace años —ventajas de no crecer desde los catorce—, y una camiseta azul con unos extraños adornos que apenas recordaba haber comprado. Miré mis zapatillas y noté que una de las cuerdas estaba desatada, pero no me atreví a detenerme en medio de la calle. No quería tentar al destino y terminar bajo las ruedas de otro coche.

Era el primer día de mi último año del instituto.

"Nada podía salir mal", me había repetido esa mañana.

Ahora, mientras corría como si mi vida dependiera de ello, entendía lo ingenuo que había sido ese pensamiento.

Mi teléfono vibró de nuevo en el bolsillo trasero de mis pantalones. Sabía quién era, así que mi primera reacción fue ignorarlo. Pero la insistencia de las vibraciones me ganó.

— Caroline, ya sé lo que me vas a decir —contesté, entre jadeos.

— ¿Lo sabes? —respondió mi mejor amiga, con un tono de voz tan irritado que casi podía ver su ceño fruncido—. ¡Estamos a punto de comenzar el segundo turno, Leandra!

Cuando Caroline me llamaba por mi nombre completo, era obvio que estaba molesta.

— Estoy en camino, pequeña bolita de estrés.

— ¡Te he dicho que no me llames así! —protestó. Su tono de reproche era casi cómico—. ¿Te quedaste leyendo toda la noche otra vez, verdad?

— Algo así —murmuré, tratando de no parecer culpable, aunque sabía que no tenía sentido negarlo.

— ¡Lo sabía! —exclamó, y escuché cómo soltaba un suspiro de exasperación—. Siempre lo haces, Leah. ¡No aprendes!

— Claro que lo sabías —respondí, con una pizca de sarcasmo.

MÁS QUE ENEMIGOS ©  [Reescribiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora