CAPÍTULO 02: Un día para el olvido.

867 156 181
                                    




LEANDRA BROOKS:

Aquí estábamos, sentados en la oficina del director, en silencio, pero con esa energía volátil que parecía rodearnos cada vez que estábamos cerca. Nunca imaginé que el primer día en este maldito instituto fuera tan catastrófico. Pero, claro, si Kay Bance estaba involucrado, el caos era inevitable.

Observé al director, un hombre de mediana edad con el ceño fruncido, mientras hojeaba unos papeles. Era como si estuviera buscando las palabras adecuadas para regañarnos, pero yo apenas podía concentrarme. Mi mente aún resonaba con lo que Kay me había dicho en el pasillo, su voz grave y segura repitiendo en mi cabeza.

"No he tenido suficiente de ti en años."

Imbécil.

Desvié la mirada hacia Kay, quien estaba sentado a mi lado, reclinado en la silla con una confianza irritante. Podía sentir su mirada ocasional sobre mí, como si estuviera disfrutando de todo esto. Era el colmo. Mi primer día y ya estaba en problemas.

—¡No puedo creerlo! —gritó el director, ya casi perdiendo la cordura mientras nos lanzaba miradas de incredulidad. —¿No sienten vergüenza? Apenas han comenzado este curso y ya están causando problemas. ¿Qué esperan lograr con esto?

No pretendo lograr nada, pero si expulsas a este imbécil no me quejo...

Y en un pestañeo, llevábamos al menos veinte minutos escuchando su sermón interminable. Cada palabra que decía parecía aumentar su frustración y, honestamente, yo ya había dejado de escuchar después del tercer minuto.

Me encogí de hombros, intentando no cruzar miradas con el director. —Fue él —repetí por enésima vez, señalando a Kay.

No podía soportar la idea de un castigo y mucho menos el primer día de clases. Pero Kay, por supuesto, tenía que empeorar la situación.

—Di algo más creíble la próxima vez —respondió él, con un tono lleno de cansancio y burla, como si todo esto le resultara entretenido.

—Ay, por favor. Si tú no hubieras...

El idiota de Kay y yo estábamos tan metidos en nuestra típica discusión que habíamos olvidado completamente dónde estábamos. Ni la formalidad del entorno, ni el hecho de estar sentados frente al escritorio del director nos detuvo. El intercambio de palabras subió de tono rápidamente, como siempre ocurría entre nosotros. Sus ojos más oscuros y llenos de desafío, me miraban con esa expresión que lograba sacar lo peor de mí.

—¡Deja de ser tan dramático! —exclamé, cruzando los brazos con fuerza. Mi paciencia se estaba desmoronando.

—¡¿Dramático?! —Kay soltó una risa sarcástica y se inclinó hacia adelante—. Eres tú la que siempre busca pelear por todo.

—¡Yo no estoy buscando nada! —respondí en un tono agudo—. Si me dejaras en paz por cinco segundos...

—¿Dejarte en paz? ¡Te acabo de ver desde hace cinco minutos, psicópata!

El espacio entre nosotros parecía encogerse mientras las palabras salían cada vez más rápido. Nos habíamos olvidado por completo de la razón por la que estábamos allí. El aire se tensó con cada palabra, con cada acusación que nos lanzábamos. Ni siquiera noté cómo mi voz había ido subiendo hasta que...

—¡Ya basta! —Una voz firme y autoritaria cortó nuestra pelea como un rayo. El director nos observaba con los ojos entrecerrados, visiblemente molesto. Su presencia había desaparecido de mi radar mientras discutíamos, pero ahora no había forma de ignorarlo. Era como si la realidad nos golpeara en la cara al mismo tiempo.

MÁS QUE ENEMIGOS ©  [Reescribiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora