CAPÍTULO 15: Resaca de Sentimientos.

470 92 113
                                    



LEANDRA BROOKS:

Me desperté en un estado de confusión absoluto, como si un taladro gigante estuviese perforando mi cerebro una y otra vez. Mi cuerpo estaba cansado y pegajoso por el sudor, y aún con los ojos cerrados, las imágenes del día anterior empezaron a llegar a mí como una película en cámara rápida, cada escena golpeando con más fuerza que la anterior.

Me revolví en la cama, pero, como si un imán me atrajera hacia el horror, no podía dejar de pensar en lo que había sucedido. Abrí los ojos de golpe y la realidad me golpeó con la fuerza de un tren: estaba en la habitación de Kay. De inmediato entré en pánico. La luz del sol se filtraba a través de las cortinas, y a unos pasos, vi la silueta familiar de Kay cerca del armario, con el entrecejo fruncido mientras hojeaba su ropa.

— Ah, despertaste. — Su voz serena resonó en el aire, mientras que yo seguía tratando de unir las piezas de la noche anterior.

¿Cómo podía estar tan tranquilo?

Eso me alarmó aún más. Mis ojos se abrieron de par en par, reemplazando cualquier indicio de sueño por miles de alarmas en mi cabeza. Me tranquilicé un poco al darme cuenta de que llevaba la misma ropa que el día anterior; al menos no había hecho nada de lo que pudiera arrepentirme. ¿O sí?

— ¿Q-qué hago aquí? — balbuceé, sin poder evitar que mis mejillas ardieran. La imagen de él, sin camiseta y con su torso marcado, me puso aún más nerviosa.

Dios mío, en qué momento iba al gimnasio para estar así.

Kay hizo un mohín pensativo mientras se volvía hacia mí, y yo, por supuesto, no tenía el valor de mirarlo a los ojos.

— Supongo que te divertiste de más anoche.

— Yo... eh... mhm...

— Nos ha pasado a todos, solo olvídalo. —Soltó con aquella normalidad que no hacía más que alterarme. De pronto, su mirada se dirigió hacia mí arqueando una ceja — ¿O necesitas que te lo recuerde?

No sabía cómo responder a eso.

— Estás toda roja. — Se rió, dejando escapar una pequeña carcajada. Mi mirada se volvió fulminante al escuchar su risa, pero él solo la ignoró.

— ¡Deja de burlarte, idiota!

Su risa resonó en la habitación, llena de gracia y despreocupación.

— Si quieres ducharte... — comenzó, pero no le dejé terminar.

— ¡No te me acerques! — grité, sintiendo que mi lado defensivo se activaba, mientras que él hacía una mueca de desagrado.

— Eso no fue lo que dijiste anoche. Aunque, no puedo culparte. Estaba bastante irresistible.

Mis ojos se abrieron como platos, entre la sorpresa y la ira.

— ¿Q-qué? ¡Eres un arrogante!

— Y tú, una chica que no sabe cómo divertirse. — Se encogió de hombros, como si le resultara completamente normal.

— Ya cállate, por favor.

— Tranquila, sé que lo disfrutarías otra vez. — Su sonrisa juguetona me hizo desear que me tragara la tierra.

— En tus sueños, Kay.

— A veces, esos sueños se hacen realidad. — Su tono era tan suave que casi me hizo perder el hilo de la conversación.

Casi.

— No me hagas dudar de mi cordura.

— ¿Cordura? ¿Eso fue lo que te pasó anoche? Te vi divertirte demasiado como para preocuparte por eso. — Se acercó un poco más, su mirada llena de picardía.

MÁS QUE ENEMIGOS ©  [Reescribiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora