CAPÍTULO 10: El Campamento de los Desastres: Desafíos en el Escenario.

543 110 135
                                    



LEANDRA BROOKS:

— ¿De dónde demonios salen tantos mosquitos?

— Tú querías venir, así que...

— ¡Me pido la de arriba! — gritó mi mejor amiga, Caroline, dejándome sin opción y sin espacio vital.

Nos habíamos secado tras la gran batalla de globos de agua y estábamos organizándonos en los dormitorios. Como era de esperar, me tocaba la cama de abajo, mientras Caroline se acomodaba en su trono en la litera superior. ¿Y a mí qué? Realmente no me importaba mucho, aunque sí notaba que Viviana e Irene compartían literas a solo dos camas de distancia. En un lugar donde la privacidad parece ser un lujo, definitivamente, esto sería un desastre.

Cuando llegó la hora del almuerzo, nos reunimos con los chicos en la cafetería. Kay estaba más tranquilo de lo habitual, lo que me empezó a preocupar. Sin embargo, pronto la conversación giró en torno al drama de Liam y a alguna que otra broma que hacía reír a todos.

Mientras observaba a Kay, no pude evitar notar su atuendo, que parecía una mezcla de despreocupación y estilo. Llevaba una camiseta negra ajustada que realzaba su figura atlética, con un logo de alguna banda de rock que no conocía, pero que le quedaba bien. Sus jeans, desgastados y ceñidos, le daban un aire desenfadado, como si no se hubiera esforzado demasiado en su apariencia, pero al mismo tiempo, sabía que atraía miradas.

Una pulsera de cuero decoraba su muñeca izquierda. Su cabello, desordenado pero a la vez estilizado, caía sobre su frente, dándole ese aire de chico malo que siempre parecía tener. Lo cierto era que, a pesar de mi irritación hacia él, no podía evitar pensar que tenía un estilo que, por alguna razón, funcionaba.

Al salir, un sonido a través de un micrófono llamó nuestra atención. Nos acercamos, movidos por la curiosidad.

— Probando... probando... uno... dos...

Era el director, que parecía tan emocionado como un cactus en el desierto.

— Uno... dos... — repitió, mientras un aire de confusión se apoderaba del ambiente.

— Este lugar no me gusta. — gruñó Viviana, abrazándose a sí misma como si estuviera en una película de terror.

— Bienvenida a mi mundo, — respondí, intentando no reírme.

— No está tan mal, — dijo Noah, encogiéndose de hombros. Me hizo dudar de su salud mental por un segundo.

— Hay lagartos y mosquitos...

— Ya te lo dije, estamos en el monte, Viviana, — respondió Jason, rodando los ojos, como si estuviera repitiendo una verdad universal.

Una vez más, Viv le dio un pequeño golpe en el hombro. — ¡Y yo te dije que es Viv!

— ¡Viv, deja de golpearme! ¡Me dejarás sin hombros uno de estos días!

— ¡Deja de decirme Viviana y los conservarás a ambos! — grité, mientras intentaba contener la risa. Justo en ese momento, la voz del director resonó como un trueno, interrumpiendo nuestra pequeña guerra de sarcasmos.

— Campistas. — Su tono era tan rotundo que nos hizo mirar a todos a su alrededor como si fuera el inicio de un espectáculo de magia. Se colocó frente a nosotros como un presentador de televisión, mientras varios profesores hacían fila detrás de él, listos para entrar en acción como si fueran los jueces de un concurso del que nadie quería ser parte.

Con cada paso que daba hacia la pequeña plaza, no podía evitar sentir que algo grandioso —o desastroso— estaba por suceder. La mezcla de nervios y emoción vibraba en el aire, creando una tensión palpable entre todos nosotros, como si estuviéramos en el punto de partida de una carrera épica.

MÁS QUE ENEMIGOS ©  [Reescribiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora