CAPÍTULO 03: Entre bromas, secuestros y bailes.

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LEANDRA BROOKS:

Debí haber escogido a otro compañero de proyecto cuando tuve la oportunidad. Ahora me arrepentía como nunca.

— ¡Estás demente! —le solté, con el ceño fruncido, conteniendo el impulso de estamparle mi cuaderno en la cara—. ¿Por qué demonios cambiaste todo lo que había escrito?

Kay, con su aire arrogante de siempre, se limitó a encogerse de hombros. La sonrisa burlona en su rostro no hacía más que avivar mi ira.

— Este "loco" lo cambió por algo mejor.

— ¿Mejor? —No pude evitar darle un golpe en el hombro—. ¡Me dieron un cinco por tu culpa, idiota!

Él ni se inmutó. Su expresión permaneció calmada, como si lo que acababa de decir no fuera gran cosa. De hecho, la manera en que me miraba, como si fuera yo quien estaba exagerando, me ponía los nervios de punta.

— Podrías haber trabajado conmigo desde el principio —replicó con toda la tranquilidad del mundo, como si no me acabara de arruinar la calificación—. Si no te gusta, cambia de pareja, si puedes.

— Créeme, lo haría si fuera posible. —Lo fulminé con la mirada, deseando que mis ojos pudieran lanzarle dagas.

Justo cuando me disponía a lanzarle una réplica mordaz, el profesor nos mandó a callar con su tono autoritario. Suspire, tratando de calmarme, pero el resentimiento burbujeaba bajo la superficie. La siguiente hora fue un suplicio interminable de exposiciones mediocres. Cada minuto que pasaba sentía que mi paciencia se desmoronaba un poco más. No podía concentrarme. Solo podía pensar en el cinco que me habían dado, en cómo Kay se las había arreglado para torcer todo lo que había preparado con su absurda versión de "mejor". Y lo peor es que esa sonrisa petulante seguía tatuada en mi mente, como si hubiera ganado alguna batalla invisible.

Era frustrante. Pero más que frustración, lo que sentía era impotencia. ¿Por qué me afectaba tanto? ¿Por qué dejaba que un idiota como Kay se colara tanto en mi cabeza? Necesitaba superarlo ya. No podía seguir dándole vueltas al asunto.

Pero el día no había terminado, y por desgracia, tampoco mis problemas. Aún quedaba el entrenamiento de lacrosse. Lo último que necesitaba era lidiar con las chicas, siempre más interesadas en los chicos que en el deporte. Solo podía imaginar las risas tontas, las miradas coquetas, los susurros emocionados cuando los chicos entrenaran a nuestro lado.

Suspiré profundamente, despidiéndome de mis amigos antes de dirigirme al campo. Todo lo que quería en ese momento era que el día terminara, poder regresar a casa, encerrarme en mi habitación y desconectar del mundo, especialmente de Kay. Pero no, tenía que seguir soportando este circo un poco más.

Me ajusté la mochila sobre los hombros, resignada a enfrentar lo que quedaba del día, aunque la sola idea de hacerlo me agotara.

—¡Vamos chicos, son los mejores!

El entrenamiento había comenzado hacía más de una hora, pero, honestamente, no parecía que entendieran el concepto de "entrenamiento". Me apoyé en mis rodillas, observando el terreno de juego mientras los chicos corrían y gritaban. Mis ojos siguieron a Liam, el amor platónico de Caroline. Su cabello rubio desordenado y esos ojos grises que siempre lograban hacer suspirar a más de una. A su lado, Noah, impecable como siempre, moviéndose con elegancia por el campo, su cabello oscuro ligeramente alborotado y esa sonrisa confiada que nunca parecía desvanecerse.

Pero entonces mis ojos se detuvieron en Kay Bance, y algo en mí se tensó de inmediato. Su cabello castaño despeinado, esa maldita sonrisa burlona en sus labios... Solo con verlo, una mezcla de ira y frustración empezó a hervir en mi interior. Cuando nuestras miradas se cruzaron, sentí una chispa de desafío entre nosotros. Él no hizo nada para ocultar su diversión, y me lanzó una sonrisa de superioridad, como si supiera exactamente el efecto que tenía sobre mí. Era un juego para él, y lo odiaba por eso.

MÁS QUE ENEMIGOS ©  [Reescribiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora