CAPÍTULO 22: El Tacto de la Incerteza.

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LEANDRA BROOKS:

La mañana siguiente me desperté con una sensación de alivio que contrastaba con el nudo en mi estómago por todo lo que estaba sucediendo. Había conseguido escapar de Zack, quien estaba demasiado ocupado recuperando su historia con Viviana y pasando tiempo con sus amigos. No sabía cuánto tiempo podía seguir soportando esa situación, así que decidí ir a casa del idiota de Bance.

La idea de pasar el día con él me llenaba de una mezcla de nerviosismo y emoción. Desde nuestro último encuentro, había algo diferente entre nosotros. Cuando llegué a su casa, el sol brillaba intensamente y la brisa fresca era un alivio ante la tensión de los días anteriores. Llamé a la puerta, y cuando se abrió, Kay me recibió con una sonrisa que iluminaba su rostro.

Estaba en su mejor forma: su cabello castaño caía desordenadamente sobre su frente, y sus ojos jade brillaban con una intensidad que me hizo perderme por un instante en su mirada. Llevaba una camiseta casi de tirantes que mostraba sus músculos trabajados, evidenciando la dedicación que ponía al deporte. Cada línea de su cuerpo parecía estar tallada con precisión, y me di cuenta de que me había olvidado de lo atractivo que podía ser. No era solo su físico; era la manera en que se movía con confianza, la forma en que me miraba como si supiera exactamente lo que estaba pensando.

—Por fin —dijo, con un aire de burla que me hizo sentir al mismo tiempo incómoda e intrigada.

—No me hagas perder mi tiempo, Kay. Ya sabemos que estás emocionado de verme —respondí, poniendo una mano en la cadera, intentando mantener una fachada de confianza.

Él rió, una risa que resonaba en la calma de la mañana.

Me condujo hacia la sala, donde un juego de cartas llamado Uno esperaba, como si el universo estuviera pidiendo una confrontación. Pero antes de llegar a eso, decidí hacer una pausa, disfrutando del momento y del ambiente que nos rodeaba.

La casa de Kay era impresionante, pero a la vez, había algo inquietante en ella. Era evidente que los espacios se mantenían impecables, como si un implacable sentido del orden dominara cada rincón. Era casi como si la casa esperara a alguien que nunca llegaba, un eco de vida que resonaba en los lugares vacíos. Me di cuenta de que Kay había creado un espacio que reflejaba su propia soledad. Todo en ese lugar era demasiado perfecto, demasiado limpio; sentí que el aire se volvía denso con la falta de risa y caos que suele acompañar a una verdadera casa.

Mientras me acomodaba en el sofá, no pude evitar mirar a mi alrededor. Me pregunté si Kay se sentía solo en ese lugar, a pesar de que su presencia era siempre tan vibrante y segura.

—Así que, ¿esto es lo que haces en tu tiempo libre? ¿Estar en esta casa tan silenciosa? —dije, intentando romper el hielo con sarcasmo.

Kay se giró hacia mí, sus ojos jade desafiantes.

—Me gusta disfrutar del silencio. Te da tiempo para pensar, reflexionar sobre lo que realmente importa. Pero, en realidad, me encanta la compañía.

—¿Ah, sí? ¿Y quién es esa suerte de compañía que se atreve a entrar en este santuario? —respondí, esbozando una sonrisa burlona.

—No todos tienen la valentía de enfrentarse a un lugar como este. Tal vez sea porque no pueden soportar la idea de perder en su propia historia —replicó, acercándose un poco más.

La tensión entre nosotros era palpable.

—Te crees muy astuto, ¿verdad? Pero solo porque te gustan los acertijos no significa que yo vaya a ser uno de ellos.

MÁS QUE ENEMIGOS ©  [Reescribiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora